La Semilla que Hiere a la Serpiente
[Respuesta a una pregunta que recibí por correo electrónico].
Bueno, con respecto a tu pregunta—si la “semilla de reino” o “la palabra implantada” ya está en todos y sólo crece en la buena tierra, o si sólo es dada en un momento específico posterior—déjame comenzar diciendo, que prácticamente no sé si importa mucho cómo lo vean los Cristianos, en tanto entiendan estas dos cosas. 1.) Dios desea que todos sean salvos (y no unos pocos predestinados en particular), y por eso pone a disposición de todo el mundo la oferta de Su salvación por medio de Cristo. 2.) Nadie es realmente salvado por medio de Cristo (ya sea por una semilla implantada que ha estado siempre ahí, o por una semilla que es sembrada en el corazón en un momento posterior) A MENOS QUE, mediante una fe viva, un humilde arrepentimiento y una rendición a Su gracia transformadora, nos convirtamos en esa buena tierra que permite (y no resiste) Su obra salvadora y Su crecimiento en nosotros.
No tengo ningún deseo de debatir estas cosas, y me siento muy contento de dejar que todos se convenzan en sus propias mentes con respecto a los detalles de este asunto. PERO…si me preguntas cuál de esas ideas pienso que es la verdadera (como hiciste), tengo que decir que el testimonio de la Escritura, y la enseñanza del Espíritu me han llevado a creer, que todo ser humano recibe un don, o medida, o semilla de luz o gracia en su alma, que testifica por Dios, testifica en contra de todo pecado, mundanalidad, carne y muerte, y nos invita a reconciliarnos con Dios a través del poder y mérito de Jesucristo. En otras palabras, no creo que se trate de algo que llega a algunas personas a veces desde fuera, sino de algo que testifica en todas las personas desde dentro, en los tiempos de la visitación del Señor, y que esto es (como en las parábolas) un tesoro escondido en un campo, una perla perdida, o una semilla sembrada y disponible en todo tipo de terreno, incluso en el duro camino que no la recibe.
Es por esta razón, creo, que Cristo les dice a los fariseos (!) que el reino de Dios está dentro de ellos (Lucas 17:20-21). Evidentemente, los fariseos no lo habían encontrado ni experimentado, y de hecho, ellos estaban activamente rechazando y persiguiendo la aparición del reino en la persona o obra de Cristo; pero aun así, les dice que está ahí, dentro de ellos. Juan declara que Cristo es la “luz verdadera, que alumbra a todo hombre que viene a este mundo” (Juan 1:9 RVG). Pablo nos dice que “la gracia de Dios que trae salvación se ha manifestado a todos los hombres, enseñándonos…” (Tito 2:11-12 RVG) Y en Romanos dice: “Lo que de Dios se puede conocer, en ellos es manifiesto; porque Dios se los manifestó” (Romanos 1:19 RV1602P). En el capítulo 2 de Romanos él habla de los gentiles piadosos que, aunque no tienen la ley, “son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones” (Romanos 2:14-15). Jesús compara Su reino con un sembrador que lanza la semilla por todas partes y en todo tipo de terrenos; o con un red de arrastre que atrapa de todo, y de la que luego sacan los peces malos.
Pero quizás, el mayor argumento a favor de esto se vea en la caída del hombre, y en la dádiva de la “simiente de la mujer” que vino inmediatamente después. Al hombre se le dijo que “moriría” tan pronto como tomara y comiera del árbol de conocimiento del bien y del mal. Y ciertamente murió, espiritualmente. Toda la Biblia testifica que el hombre en su condición natural caída es “tinieblas”, que está “muerto en delitos y pecados”, que es por naturaleza “hijo de ira”, que “todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal”, que “no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.” etc. Ahora bien, si eso es cierto (y quién puede negarlo), y si Cristo dijo “porque sin Mí nada podéis hacer,” entonces ¿cómo “caminaron con Dios” Abel, Set, Enoc, Noé y muchos otros? ¿Cómo obtuvo Abel, hijo del Adán caído, “testimonio de que era justo”? (Heb. 11:4) ¿Por qué los dos hijos de Adán tienen dos naturalezas, fe y obras completamente diferentes? ¿Por qué comienza Dios, inmediatamente después de la caída, a dar testimonio de dos nacimientos, dos semillas (visto en Caín y Abel, Isaac e Ismael, Jacob y Esaú, etc.)? ¿Cómo se convirtió Job en un “hombre perfecto y recto, temeroso de Dios”? (Job 1:1) ¿Y por qué dice Nehemías que Dios ‘le había dado a Israel Su buen Espíritu para que les enseñase’?(Nehemías 9:20) ¿Era sólo de forma externa? ¿Qué, de todos los testimonios a través del Antiguo Testamento de hombres y mujeres que experimentaron el poder, la visión profética, presencia y gozo del Señor? ¿Por qué le dice Moisés a Israel que hay una ‘palabra cerca, en el corazón de ellos y en sus bocas’ (Deut 30) a la que deben prestar atención? ¿Por qué dice Pedro que ‘el Espíritu de Cristo que estaba EN ellos (en los profetas) estaba testificando acerca de la venida externa de Cristo, y de las glorias que seguirían’ (1 Ped 1:11)? ¿Por qué Pablo dice que el Israel del antiguo pacto “comió el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual. Porque bebían de esa Roca espiritual que los seguía, y que la Roca era Cristo” (1 Cor 10:1-3)? Etc.
La mayoría de los maestros de la Biblia ven la “simiente de la mujer” que “heriría la cabeza de la serpiente,” sólo como una profecía o promesa futurista concerniente a la venida externa de Cristo. Estoy completamente de acuerdo en que esto está incluido en esas palabras; pero si ninguna medida, o don, o semilla de Cristo hubiera sido dada al hombre después de su caída y muerte espiritual, ningún hombre podría haber caminado jamás con Dios, saboreado Su naturaleza, experimentado Su justicia, sabiduría o poder, o conocido nada aparte de la naturaleza oscura, muerta y perpetuamente malvada del hombre caído. Así que me ha parecido innegable que la Simiente de Cristo comenzó a herir a la serpiente en el hombre incluso antes de que Cristo viniera y terminara la obra de la redención del hombre mediante Su encarnación, muerte y resurrección.
Ahora bien, no hay muchos Cristianos que hablen de estas cosas, y ciertamente no creo, que sea necesario creer de esta manera, o incluso hacer estas preguntas. También dudo que sea provechoso para ti hablar de estas cosas con tu grupo, a menos que el Señor realmente parezca llevarte a ello. Y parte de la razón por la que estaba un poco reacio a entrar en este tema, es porque necesariamente provoca otras preguntas, y generalmente no me gusta hablar mucho de estos temas más misteriosos, cuando las realidades básicas del evangelio (es decir, el amor y temor de Dios, la verdad en lo íntimo, la muerte al pecado, la fe viva, los frutos del Espíritu, etc.) son a menudo desconocidas y no experimentadas. Pero por lo menos déjame hacer unas pocas afirmaciones para, tal vez, evitar que tu mente corra en la dirección equivocada.
1.) Aunque creo que una medida del Espíritu o Luz de Cristo le fue dada al hombre después de la caída, bajo el nombre de “simiente de la mujer” o “aplastador de la serpiente”, para empezar, o para ofrecer Su redención a través de la vida y méritos de Cristo, este don NO salva automáticamente a nadie, sino que lo llama, lo convence y lo invita a recibirlo, lo invita a nacer de Su Espíritu y a ser salvado por Su vida. Cuando esta luz o “testigo” es rechazado, se convierte en la condenación del hombre; es decir, se levanta para testificar que tal persona “ha aborrecido la luz” (Juan 3:20) y “ha aborrecido la corrección” (Prov 15:10). Hay personas que dicen que los cuáqueros creían en la salvación universal, pero esto es absolutamente falso. Ellos creían en una OFERTA universal de salvación, por la “gracia de Dios que aparece a todo hombre” en los tiempos de Su visitación e invitación. Y ellos creían que esta gracia “pone delante del hombre la vida y el bien, y la muerte y el mal” por medio de una “palabra que está muy cerca, en tu boca y en tu corazón” (Dt 30:14-15), y no sólo por testimonios externos de Dios, o por el oír palabras externas.
2.) Y aunque creo que alguna medida del Espíritu de Cristo fue dada incluso antes de la venida externa de Cristo, también creo que la venida externa y física de Cristo, y Su muerte, sepultura y resurrección, todavía eran absolutamente necesarias para la salvación del hombre y su eterna reconciliación con Dios. Sin la venida externa de Cristo, Su muerte y resurrección, el hombre no podría haber sido verdaderamente libre del poder, del efecto y de la paga del pecado; ni Cristo podría realmente “llevar muchos hijos a la gloria” en Sí mismo. No fue hasta que Cristo se levantó de entre los muertos y ascendió a Su Padre, que Su cuerpo, la iglesia, fue capaz de levantarse con Él y “estar con Él donde Él está” (Juan 17:24). De los que murieron en la fe antes de la venida exterior de Cristo se dice que ellos “dormían” o “descansaban”, como dijo el ángel a Daniel: “Y tú irás hasta el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días.” (Dan. 12:13) Y para mostrar que esto realmente sucedió en y a través de la resurrección de Jesucristo, leemos en Mateo: “Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos.” (Mat 27:51-53) Además, la venida externa de Cristo como hombre, Su muerte y resurrección fue el tiempo y la manera en que Dios terminó y quitó las sombras y figuras del Antiguo Pacto, y derramó Su Espíritu de una manera nueva y mayor en dones y gracia y manifestaciones de vida y poder, estableciendo Su reino interno y espiritual en los corazones de todos los que estaban dispuestos a perder la vida de la carne, para ganar Su vida vencedora en el Espíritu.