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La Obra de la Fe

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[Respuesta a una pregunta sobre el poder de la fe]  

Durante el tiempo que Jesús caminó como hombre sobre la tierra, manifestó en muchas formas externas y visibles, lo que el poder de Dios desea hacer internamente en el alma de cada persona. No quiero sugerir que ya no actúe o sane externamente, pero creo que en general es correcto decir que Sus obras y milagros externos son señales o flechas que apuntan hacia una obra que es más interna, espiritual y permanente. Y notarás que Cristo a menudo habló de cómo la fe era el medio por el que el poder de Dios alcanzaba, tocaba o sanaba a las personas. “Tu fe te ha salvado”. “Conforme a vuestra fe os sea hecho”, etc.

Es importante que nos humillemos y empecemos por hacernos la simple pregunta: ¿Qué es la fe?” La verdadera fe es algo muy diferente de lo que comúnmente se piensa hoy. La fe es generalmente entendida como una mera creencia, o como una opinión espiritual, o como una conclusión de nuestra mente acerca de cosas invisibles. Pero esta no es la sustancia o experiencia de la verdadera fe, porque cualquier mente natural puede tener ese tipo de fe. Cualquier ser humano puede tener una opinión espiritual, o una creencia sobre cosas espirituales que provenga de sí mismo, o incluso una doctrina correcta a la que asiente. Un demonio puede tener ese tipo de fe, como dice Santiago: “También los demonios creen, y tiemblan”. Pero como con todas las palabras que encontramos en la Biblia, siempre hay una idea natural acerca de ella, y luego está la realidad espiritual de ella. La idea natural en realidad no existe. Quiero decir, ciertamente existe en nuestra mente, pero en realidad, no existe en la perspectiva de Dios. Estas ideas y creencias son simplemente mal entendidos, o mentiras, o cosas que no hemos visto, cosas que no hemos entendido o experimentado verdaderamente. Y esta es la razón por la que hay tantas opiniones contrarias en la iglesia acerca del significado de cada palabra en las Escrituras. 

Por ejemplo, todos en el mundo Cristiano creen en la gracia y hablan acerca de la gracia, y sin embargo, hay muchas ideas, opiniones, conclusiones totalmente contrarias acerca de la gracia. Todos creen en el amor de Dios, pero cuando nuestra mente natural define el amor de Dios, encontramos que hay una amplia variedad de opiniones humanas diferentes. Es lo mismo con todas las palabras espirituales. Y hay una buena razón por la que esto es así. Si quieres saber lo que hay en una casa, tienes que entrar en ella y verlo. Pero si te quedas fuera de la casa, todas las ideas que se te ocurren son sólo suposiciones u opiniones. Así es con el hombre y su conocimiento de las cosas espirituales. El hombre natural (como dice Pablo) no puede entender las cosas espirituales. Y así, cada vez que el hombre natural trata de entender las cosas espirituales, siempre inventa, imagina y adivina sobre algo que él realmente no conoce, y su definición y entendimiento (por supuesto) se alinea con sus propias ideas, su propia voluntad, sus propios deseos. Pero cuando el Señor empieza a enseñar por Su luz la sustancia viva que está detrás de las palabras que encontramos en las Escrituras, cuando Él nos deja entrar en ella, y nos permite verla, sentirla y conocerla en Su luz, entonces varias personas empiezan a ver y a experimentar la misma realidad. Esto se llama “la unidad de la fe” (Efesios 4:13), o “la fe del Hijo de Dios”. (Gálatas 2:20) 

Es un poco difícil ofrecerte una definición perfecta de la fe; en parte, porque nuestras mentes naturales ya tienen muchas ideas fijas, pero también porque la verdadera fe es algo que proviene de Dios, y que causa muchos efectos, o hace muchas cosas en el hombre. Pero si me pidieran que la definiera con palabras, yo diría que la verdadera fe es una especie de percepción y recepción interior de la Verdad viva, junto con todas las creencias, hambres, respuestas y acciones subsecuentes (por ejemplo, el deseo espiritual, o alimentarse, aferrarse, seguir y crecer espiritualmente) que son creadas e impulsadas por ella, la cual mantiene al alma en la senda de redención, en la luz, bajo la cruz, en el camino de purificación.

Dios siempre está deseando darnos fe. La fe viene de Dios. Hebreos dice: “Jesús, el autor y consumador de la fe” (Hebreos 12:2). Pablo habla de: “La medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Romanos 12:3). Y lo que creo haber visto sobre la fe, es que Dios siempre está tratando de compartir Su luz, y que esta luz es la fuente de Su poder que obra en el hombre, de la misma manera que el sol es la fuente de poder y crecimiento que obra en una planta. Es el medio por la que la obra de Dios comienza a ocurrir en una persona. Así que, de nuevo, la fe es una especie de percepción y recibimiento interno y espiritual del poder de Dios, o de la obra de Dios, y por eso la Biblia habla de que nosotros experimentamos la gracia de Dios por medio de la fe. Pablo dice que “tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes” (Romanos 5:2), y “por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8). Y los escritores del Nuevo Testamento a menudo dicen que somos “salvos por fe”.

Pero necesitamos entender que esta percepción y recibimiento espiritual (que es un don de Dios y que obra por Su luz) crea en nosotros, o hace nacer en nosotros, varias cosas o efectos. Y cuando amamos Su luz, y nos aferramos y obedecemos Su luz, se abre espacio en el corazón para que el poder del Señor haga muchas cosas. Por ejemplo, la verdadera fe crea en nosotros un verdadero entendimiento espiritual, como se dice en Hebreos 11:3, “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la Palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”. Aquí leemos de un entendimiento espiritual que viene por la fe. También crea en nosotros una especie de ver espiritual. El mismo capítulo de Hebreos dice que por esta fe Moisés “se sostuvo como viendo al Invisible” (Hebreos 11:27). También crea en nosotros una nueva hambre y voluntad espirituales. Esto es indiscutible, porque hay una semilla sembrada en nuestros corazones que (como todas las otras semillas) desea comer y crecer. Ahora, es verdad que hay muchas personas que no pueden sentir el hambre de esta semilla, o la voluntad de esta nueva vida que Dios nos ha dado, pero eso es porque muchos están continuamente alimentando y satisfaciéndose con la voluntad y hambre de este mundo. Esto puede compararse con una dolencia o enfermedad. Cuando alguien tiene una enfermedad natural, muchas veces deja de sentir hambre, aunque su cuerpo esté hambriento. De la misma manera, cuando estamos espiritualmente enfermos, cuando la fe es apagada, resistida o desobedecida, no le permitimos que haga su obra en nosotros. No podemos sentir su hambre o su voluntad, no podemos ver con su luz, no podemos entender las cosas espirituales.

Además, esta fe viva produce actos obras que son los frutos de la fe, por eso Santiago habla tanto acerca de que la fe sin obras está muerta. Él está en lo correcto al decir esto. Y Pablo también está en lo correcto al decir que somos salvos por la fe y no por obras. Ambos están en lo correcto, porque no son las obras en sí las que salvan, sino que las obras (o manifestaciones externas de la naturaleza de Cristo) son siempre el resultado o subproducto de esa fe que viene de Dios.

La fe también produce otras respuestas en el corazón humano. Produce creencias correctas, o una correcta perspectiva de Dios, o de Su voluntad, o de Sus caminos, o de nuestra relación con Él, etc. Crea hambre y sed de justicia. Produce una nueva voluntad en nosotros, un deseo de seguirlo a Él y de aferrarnos a Él, y de permanecer en Su luz. La fe es como el vehículo o el medio por el que la gracia de Dios (o el poder de Dios, el entendimiento de Dios, el hambre de la semilla de Dios, etc.) se siente y se experimenta. Esto es algo que todo verdadero Cristiano experimenta, independientemente de que pueda o no describirlo con palabras. Experimentan la luz de Dios (cuando es amada y abrazada, y no rechazada o afligida) abriendo más y más espacio en sus corazones para que el poder de Dios y Su voluntad sean hechos.

Y es por esta razón que se nos dice que andemos por fe, vivamos por fe, y oremos con fe, etc. Porque la verdadera oración no surge de los deseos y perspectivas del hombre, sino de los verdaderos deseos y necesidades que el Espíritu nos hace sentir por fe. Y este es el por qué la Escritura a menudo habla acerca de la necesidad de orar “en el Espíritu”, o de orar “con fe”, o de orar “en el nombre de Jesús”, y no simplemente orar por nuestros propios deseos carnales, en nuestro propio nombre, y a partir de nuestra propia oscuridad. La verdadera fe hace nacer la verdadera oración, porque por ella vemos y sentimos nuestra verdadera carencia, nuestras verdaderas necesidades, nuestra verdadera hambre de Dios, y por eso acercarnos a Dios en este tipo de oración, o esperar en Él, es como alimentarnos con la boca de nuestra alma. Tu alma tiene una boca, y esa boca necesita ser alimentada con la carne y sangre de Cristo, o ‘no tienen vida en sí mismos’. De esto habla Isaías en el capítulo 55.

A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura. Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma”.

La fe es la forma como el hombre empieza a recibir lo que Dios desea darle, y la forma como el hombre ve lo que Él ve, como entiende las cosas espirituales, como siente su verdadera necesidad y hambre de ellas, y como recibe de Él la verdadera comida para su alma. Amar Su luz lleva al alma a la experiencia de Su poder, y Su poder tiene muchos buenos efectos en el alma humana. Tiene muchos buenos efectos en el alma humana, porque la falta de luz (o el reino de las tinieblas) causa muchos diferentes tipos de daños, problemas, enfermedades, insatisfacciones y decepciones. “Tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes”. Hay versículos que dicen que eres salvo por fe. Hay otros versículos que dicen que somos salvos por gracia. Ambos son correctos, pero no crecemos en la experiencia de la gracia a menos que la fe abra espacio para ella en nuestro corazón. Por fe sentimos, vemos, conocemos, experimentamos y nos aferramos al poder de Dios, y progresivamente experimentamos su obra en nuestros corazones.

Pero, de nuevo, la verdadera fe NO es una creencia humana. No es una conclusión intelectual, o una opinión espiritual. La verdadera fe viene de Dios y tiene una obra espiritual que hace en el corazón, creando muchas cosas (es decir, nueva vista, nueva hambre, nuevas obras, una nueva creación). Por esto Jesús dijo que todas las cosas son posibles por fe, y que incluso un grano de verdadera fe es suficiente para mover montañas. Pero la fe del hombre, es decir, la fe que viene de la cabeza o corazón del hombre, es muy débil e impotente, y con ella no puedes evitar ni un solo pecado, ni cambiar un solo mal hábito.