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Esfuerzo y Diligencia

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Cuando experimenté por primera vez la poderosa mano del Señor moviéndose en mi corazón, sacándome de gran aflicción y confusión, y volviendo mi corazón a Él, estaba tan convencido de Su existencia y tan profundamente agradecido por Su amor, que me entregué a servirle con celo y disciplina sin reservas. Por los siguientes siete años hice todo lo que se me ocurrió para conocerlo y complacerlo. Oré y ayuné, estudié las Escrituras y muchos libros cristianos, tomé clases de Biblia, dirigí la adoración, di estudios bíblicos, prediqué en cárceles, alimenté a personas sin hogar y los llevé a mi casa, etc. Al final de esos años, me sentí muy humillado y confundido al descubrir que mi corazón se sentía en gran manera sin cambios. Yo había aprendido mucho y había hecho mucho, pero había crecido muy poco, y estaba confundido y atemorizado al ver que mi corazón todavía estaba muy lleno de orgullo y egoísmo, y que aún había una CARENCIA muy notoria de la vida, luz y amor de Cristo.

En respuesta a muchas y desesperadas súplicas por ayuda, el Señor entonces empezó a abrir mis ojos a la verdadera naturaleza del evangelio, mostrándome que era una obra de Dios en el alma, y no una obra del hombre. Empecé a ver que el hombre no podía agradar a Dios en la carne, ni producir ninguno de los frutos de Su Espíritu. Vi que el Cristianismo no consistía en doctrinas correctamente definidas, junto con actividades y oraciones correctamente dirigidas, sino que era el propio poder de Cristo en el interior, viviendo y obrando activamente en el hombre para exponer toda su naturaleza caída y despojarlo de ella, y para dar a luz al nacimiento, crecimiento y dominio de Su reino espiritual en el alma. Al ver y sentir que estas cosas eran ciertas, rápidamente empecé a entender por qué mis años de disciplina y esfuerzo habían producido tan poco fruto. Y fui tentado—y debo confesar que también fui engañado por un tiempo—a ignorar e incluso a rechazar la idea de que hay un lugar para el esfuerzo, diligencia y disciplina del hombre en la vida Cristiana.

Aunque no tengo dudas de que fue el Señor quien empezó a abrir mis ojos para que viera la naturaleza interior y poder del evangelio, hice lo que muchas personas hacen cuando el Señor, en cierta medida, corrige sus errores. Salí corriendo de un error… directamente a otro. Una medida de Su luz había expuesto un gran malentendido. Pero en lugar de permanecer detrás de esa luz, y vigilar cuidadosa y humildemente cómo me guiaría y enseñaría, corrí delante de ella hacia la falsa creencia de que había muy poco o ningún lugar para el esfuerzo, diligencia o auto disciplina en el nuevo pacto.

Mirando hacia atrás, reconozco que esa respuesta fue algo así como una reacción instintiva carnal a la corrección celestial, y el asunto principal que no entendí en ese momento fue, que hay una gran diferencia entre la diligencia o esfuerzo para someterse cuidadosamente a la obra de Dios y cooperar con ella, y el esfuerzo por producir una obra por cuenta propia. Esto es muy similar al error en el que se encontraban muchos judíos en los días de la iglesia primitiva. Pablo dice de ellos, “Porque yo testifico a su favor de que tienen celo de Dios, pero no conforme a un pleno conocimiento. Pues desconociendo la justicia de Dios y procurando establecer la suya propia, no se sometieron a la justicia de Dios.” Ahora, es totalmente cierto que el Cristianismo es Cristo Mismo viviendo en el hombre, y que la gran obra de Dios se lleva a cabo en el corazón por la operación de Su poder, el nacimiento de Su Espíritu y la formación de Su naturaleza (la justicia) en el hombre. Todo esto es obra de la gracia, y no obra del hombre, o una obra de la ley. Sin embargo, es igualmente cierto que cuando los Cristianos continúan viviendo en la carne, según sus voluntades egoístas y mentes naturales, entonces sus vidas (con todas sus perspectivas, deseos y búsquedas) continúan resistiendo, apagando y contristando al Espíritu de Dios, y así experimentan poco o nada de Su poder transformador. “Porque si vivís conforme a la carne, moriréis, mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis”1.

Jesús nos dijo: “Esforzaos a entrar por la puerta angosta”2. Pedro nos dice: “Procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz”3. El autor de Hebreos dice, “esforcémonos por entrar en ese reposo”4; y anima a sus lectores diciendo, “aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado5. Pablo elogia con frecuencia a los creyentes en sus epístolas por su diligencia y disciplina6, y describe su propio andar con Cristo con palabras como: “Yo también me esfuerzo por conservar siempre una conciencia irreprensible delante de Dios y delante de los hombres.”7; “golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre”8; “sufro dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ustedes”9. De hecho, toda la realidad de “niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día”10, claramente implica la necesidad tanto de vigilancia como de diligencia, al igual que todos los otros mandatos, advertencias e instrucciones en el Nuevo Testamento.

Pero en cada uno de los versículos mencionados arriba, la lucha, cuidado y esfuerzo de nuestra parte nunca es para producir vida, luz, justicia o crecimiento espiritual, sino más bien (como dijo Pablo con respecto a lo judíos) para someterse diligentemente a lo que viene de Dios y obra por Su poder; y también para vivir cuidadosamente de tal manera que nuestras vidas en el cuerpo, y nuestro tiempo en este mundo, no batallen contra el propósito de Dios para nuestras almas11. Esteban les dijo a los judíos: “¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros”12. Por la respuesta de ellos a Esteban vemos que no estuvieron de acuerdo; y nosotros tampoco. Pero TODOS hacemos esto muy fácil y naturalmente (y por lo general sin darnos cuenta), simplemente siguiendo nuestra vida en la carne, encontrando nuestro tesoro en este mundo, y ‘poniendo nuestras mentes en las cosas terrenales’13. “La mente carnal ES enemistad contra Dios”14; no es algo que tenga que tratar de hacer. El primer nacimiento muy natural y automáticamente ‘hace provisión para satisfacer los deseos de la carne’15, y vive para “los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida”16. De esta manera, el hombre muy a menudo está alimentando, protegiendo y dándole poder a la misma naturaleza caída que Dios está buscando matar; y está igualmente apagando, contristando y “crucificando de nuevo”17 al Espíritu de Cristo que viene a salvarlo. Repito, el hombre carnal no tiene que TRATAR de hacer estas cosas. Él ES estas cosas, en la medida que vive para sí mismo y camina en esa carne que siempre ‘desea contra el Espíritu’18.

Por lo tanto, el esfuerzo y la diligencia cristianos siempre tienen como objetivo proteger la semilla del reino que Dios ha sembrado en nuestros corazones, de las rocas, pájaros, malas hierbas y espinos que naturalmente se congregan ahí. Esto involucra una cuidadosa vigilancia, una diligente rendición y obediencia a la gracia de Dios, un constante volverse y sumisión a Aquel que tiene todo el poder, la vida y la justicia, y obra estas cosas en el hombre. Involucra “renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos”19, “huir”20 de la inmoralidad, idolatría y avaricia, rápidamente someterse a ‘las reprensiones de la instrucción que son el camino de la vida’21, “resistir al diablo”22, y ser fieles “administradores de la multiforme gracia de Dios”23, etc. Ninguno de estos versículos anima o requiere que el hombre produzca una obra espiritual para Dios. Pero todos ellos implican y demandan cuidado y diligencia por parte del hombre a “ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”24. Pablo dice, “Con este fin también trabajo, esforzándome según Su poder que obra poderosamente en mí”25.

1Romanos 8:13

2Lucas 13:24

32 Pedro 3:14

4Hebreos 4:11, LBLA

5Hebreos 12:4

6Ver por ejemplo: Romanos 12:11; 2 Corintios 7:11, 8:7, 8:22; 2 Timoteo 2:15; etc.

7Hechos 24:16 LBLA

81 Corintios 9:27

9Gálatas 4:19, LBLA

10Mateo 16:24; Marcos 8:34; Lucas 9:23

11Ver 1 Pedro 2:11

12Hechos 7:51

13Filipenses 3:19

14Romanos 8:7

15Romanos 13:14

161 Juan 2:16

17Hebreos 6:6

18Gálatas 5:17

19Tito 2:12 – “renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos”.

201 Corintios 6:18, 10:14; 1 Timoteo 6:11; 2 Timoteo 2:22

21Proverbios 6:23

22Santiago 4:7

231 Pedro 4:10

24Filipenses 2:12-13

25Colosenses 1:29  NBLH