¿Hacia Dónde Nos Guía el Espíritu?
Te mencioné al final de mi último correo electrónico que también quería compartir algunos pensamientos acerca de DÓNDE nos guía el Espíritu, y POR QUÉ tan pocos se aferran a Él.
Todo el mundo comienza con imaginaciones acerca de estas cosas. Primero imaginamos lo que significa caminar en el Espíritu, y luego seguimos imaginando cómo se siente, o hacia dónde nos va a llevar el Espíritu. Y la razón por la que todos comenzamos con imaginaciones acerca de cosas espirituales es porque no hay nada más con que comenzar. Los pensamientos humanos sobre cosas espirituales SON imaginaciones, y no pueden ser otra cosa. Quiero decir, el mero hecho de que vienen de la oscuridad de nuestra propia mente natural, y corresponden a las cosas que hemos visto y experimentado en la tierra, los hace imaginaciones e imágenes falsas. Supongo que sería lo mismo para una persona ciega de nacimiento si sólo hubiera oído hablar del arco iris, las puestas de sol y las nubes. Todos sus pensamientos sobre estas cosas no podían ser más que imaginaciones.
No está mal empezar con imaginaciones sobre cosas espirituales. Pero es increíblemente importante que no nos aferremos a nuestras ideas, y que siempre estemos dispuestos a ser corregidos por el Espíritu de la verdad. Adquirimos conocimiento espiritual a medida que crecemos en la vida y la experiencia del Espíritu. Y todas nuestras suposiciones, interpretaciones y opiniones son siempre destruidas por la Verdad cuando la experimentamos.
Ahora, nuestras imaginaciones acerca de caminar en el Espíritu pueden ser particularmente peligrosas, porque casi siempre son lo opuesto de lo que realmente experimentamos cuando Dios nos está guiando, y esto puede ocasionar gran confusión (y a veces rebelión.) Por ejemplo, piensa por un minuto en los israelitas saliendo de Egipto. No hay duda de que ellos estaban siendo guiados por el Espíritu de Dios. Dios le dio instrucciones muy específicas a Moisés, y puso una columna de fuego y nube sobre el tabernáculo para que el pueblo la siguiera. Pero como estaban llenos de sus PROPIAS expectativas sobre lo que significaba seguir a Dios, caminar en pacto con Él, servirle, viajar a la Tierra Prometida, ser salvados de sus enemigos, etc., se quejaban continuamente de que Dios les había abandonado, o de que Moisés les estaba engañando. Y esto es EXACTAMENTE lo que sucede hoy en día cuando un corazón se rinde a seguir al Espíritu.
Es muy triste que haya tantas versiones del cristianismo hoy en día que no enseñan, o ni siquiera creen, en el viaje interior que el alma del hombre tiene que experimentar cuando empezamos a “negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz y seguir a Cristo.” La mayoría habla como si realmente NO existiera ningún viaje. Se dice que simplemente tenemos que pedirle a Dios que perdone nuestros pecados, o pedirle a Cristo que entre en nuestro corazón, o seguir los cuatro pasos para recibir la salvación, ¡y ya! hemos llegado. Así que, no hay ninguna necesidad de seguir, llevar la cruz, morir a uno mismo, caminar en el Espíritu, cruzar el desierto, ser transformado, vencer, etc. Estas cosas a veces se mencionan en las iglesias, pero a menudo de una manera que las hace sonar como si fueran puntos extra. Es decir, la gente por lo general confesará que son cosas buenas, y que están en la Biblia, pero rara vez dicen que son normales y necesarias, y muy pocos son capaces de hablar de ellas con alguna medida de experiencia o autoridad.
Pero la verdad es que el cristianismo no es un estatus o una posición o una transacción legal en la que llegas a un destino a pesar de no haber viajado a ninguna parte. El cristianismo es la VIDA de Cristo dada al alma del hombre como una Palabra implantada, una semilla de mostaza, un talento o mina viviente, una medida del Espíritu, que inmediatamente comienza a llevar al alma del hombre en un viaje interior fuera de una naturaleza y hacia otra.
¿Alguna vez has notado cómo Israel tenía que comer el Cordero Pascual en el libro del Éxodo? Dios proveyó un Cordero para su salvación. Les dio una manera para ser libres de la muerte y la esclavitud de Egipto, y les abrió el Mar Rojo. Pero, ¿has notado cómo tenían que comer este regalo de Dios? Éxodo 12:11 “De esta manera lo comerán: ceñidas sus cinturas, las sandalias en sus pies y el cayado en su mano, lo comerán apresuradamente.” Ahora, eso parece una manera muy extraña de comer un Cordero Pascual, hasta que te das cuenta de que, desde la perspectiva de Dios, recibir este regalo siempre significaba el comienzo de un viaje.
La verdad del asunto es que todos los que alguna vez han conocido y experimentado verdaderamente lo que significa ser guiados por el Espíritu, o caminar en el Espíritu, saben que el Espíritu de Dios (tan pronto como estemos dispuestos a seguirle) no nos deja en el mismo lugar. Seguir a Cristo no significa sólo creer en Sus palabras, o preguntarle qué tenemos que hacer. Seguir a Cristo significa seguirle FUERA de algo, y HACIA algo más. Y, por supuesto, esto no tiene nada que ver con el movimiento externo de un lugar a otro. Tiene que ver con un viaje o cambio interno muy real, un cambio que está ilustrado para nosotros en las historias de las varias viajes del Antiguo Testamento, como la de Abraham que fue llamado a salir de su “tierra, parientes y casa de su padre” para ir a una tierra que Dios le mostraría. O la de Lot, llamado a salir de la malvada ciudad de Sodoma para viajar a la montaña. O la de Israel al ser llamado a salir de Egipto, atravesar el desierto y entrar en la Tierra Prometida.
Esta es la razón por la que Jesús invitó con tanta frecuencia a sus discípulos a seguirle. Y esta es también la razón por la que los apóstoles a menudo representan el seguimiento de Cristo como una carrera que deben correr, como una batalla que deben librar, o como una peregrinación, etc., todo lo cual significa un verdadero viaje FUERA del hombre natural, caído, carnal, y HACIA la posesión de una nueva vida, una nueva naturaleza y un nuevo reino. Pablo dice:
- Heb 12:1-2 Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe.
- 1 Con 9:24-27 ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.
Y cuando los apóstoles describen lo que realmente está ocurriendo en esta carrera o batalla, utilizan palabras como estas:
- Efes 4:22-24 En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a las concupiscencias engañosas; y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, que es creado según Dios, en justicia y en santidad verdadera. (RVG)
- 2 Cor 4:10-11 [Estamos] llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.
- Fil 3:13-14 Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
Estos versículos obviamente no describen una nueva posición o estatus legal, sino más bien un cambio real, un viaje real, un dejar algo atrás y una adquisición progresiva de algo nuevo. Y menciono todo esto ahora porque ser guiado por el Espíritu, o aprender a caminar en el Espíritu, significará ser guiado fuera de toda forma de pecado, maldad, oscuridad, muerte, egoísmo, orgullo, envidia e ira que constituyen el estado caído del hombre, y ser llevado a una posesión interna (y no sólo una profesión verbal) de la vida de Dios en el alma del hombre. Y no me refiero sólo a salir de la CULPA del pecado, sino a salir progresivamente del PODER del pecado, de la ESCLAVITUD al pecado y de la EXPERIENCIA del mismo.
Y es porque los cristianos generalmente están tan poco familiarizados con la EXPERIENCIA de este cambio (aunque a menudo están familiarizados con los términos que la Biblia usa para describirlo), que frecuentemente se confunden y se desaniman cuando seguir a Cristo los lleva rápidamente al desierto. Te mencioné que el Espíritu de Dios lleva al hombre a un lugar al que generalmente no quiere ir, y por eso muchos no se aferran a El, o permanecen en este camino. Lo que quise decir fue esto: que contrario a nuestros deseos y nuestras expectativas, el Señor lleva a todos los verdaderos seguidores al desierto, donde se nos hace ver lo que realmente hay en nuestro corazón, y se nos da la oportunidad de rendir toda raíz del yo y del pecado a la cruz.
Y debido a que este es un camino y un tema tan desconocido para muchos, y es tan poco conocido y tratado por los sacerdotes, pastores y maestros de nuestros días, los creyentes que comienzan a experimentar el desierto a menudo se sienten angustiados y confundidos cuando comienzan a experimentarlo, pensando que algo totalmente extraño o equivocado les está sucediendo.
¿Qué es el desierto? ¿Qué representa? ¿A qué nos lleva Dios antes de que podamos experimentar Su reino de justicia, gozo y paz en el Espíritu Santo? UNA manera de responder a esta pregunta es decir que TÚ eres el desierto. Lo que quiero decir es que la tierra seca, muerta, estéril, llena de serpientes, escorpiones, becerros de oro, apetitos egipcios, expectativas carnales, y murmuraciones furiosas, es el estado de tu propio corazón caído. Y el único camino hacia una experiencia real de Su tierra prometida es un camino que te lleve FUERA de ti mismo. Deuteronomio capítulo 8 dice:
Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón… 15 [Él] te hizo caminar por un desierto grande y espantoso, lleno de serpientes ardientes, y de escorpiones, y de sed, donde no había agua, y él te sacó agua de la roca del pedernal; que te sustentó con maná en el desierto, comida que tus padres no habían conocido, afligiéndote y probándote, para a la postre hacerte bien.
El único camino hacia la verdadera paz con Dios es el que te hace ver primero, y luego negar y entregar a la cruz, aquella vida que nació en Egipto. Por eso el desierto no es opcional. Y por eso Dios no sacó a Israel de Egipto y lo puso inmediatamente en la tierra que mana leche y miel. Es que, había un problema de incompatibilidad. Había necesidad de una gran circuncisión primero... quiero decir, una gran eliminación del hombre caído y carnal. O se podría decir que había una espada encendida guardando el camino al Árbol de la Vida. Cualquier persona que realmente haya rendido su voluntad para ser guiado y enseñado y corregido por el Espíritu de Dios debe ver lo que hay en su corazón, y sentir la gran distancia entre Adán y Cristo.
Ahora, el hecho de que esto nos sorprende y nos confunde es un triste comentario sobre la época de la iglesia en la que vivimos. Estas cosas NO deberían ser un misterio para la iglesia de hoy. Y seguramente no serían un misterio o una sorpresa si hubiera más padres y madres en nuestro Israel que, habiéndolo recorrido, conocieran el camino angosto que conduce a través del desierto. (A menudo tengo que lamentar la falta de verdaderos padres y madres espirituales en la iglesia de hoy, que han aprendido por experiencia la naturaleza de este viaje). Porque hoy en día, casi tan pronto como cualquier buscador sincero de la verdad se encuentra rodeado de serpientes y escorpiones internos, pruebas, confusión, hambre, sed, y horribles opiniones de su propia condición espiritual, se les dice (¡y muchas veces por los líderes de la iglesia!) que este NO es el camino correcto, esta NO es la guía del Espíritu, y no hay absolutamente NINGUNA razón para que un cristiano sienta estas cosas.
¡Qué horrible tragedia es ésta! Cuando el Espíritu de Dios nos da nuestro primer vislumbre verdadero de la condición real de nuestro corazón (como los israelitas cuando entraron por primera vez en el desierto), se nos anima a dar la espalda a esta voz e ignorarla. Algunos dicen que esta es la voz del enemigo. He escuchado a otros decir que somos “hijos del rey,” y que Dios nunca trataría a sus hijos de esa manera. Otros dicen que ya estamos en la Tierra Prometida (a pesar de toda la evidencia interna y externa que indica lo contrario). Pero muy pocos entienden o predican que es bueno y necesario que el Espíritu de Dios nos muestre el verdadero estado de nuestros corazones, y que nos ayude a comenzar nuestro viaje haciéndonos enfrentar y sentir la falta de la vida, la luz y el amor de Cristo en nuestras almas.
Después de ser alcanzados por una visitación del amor de Dios, o tocados por Su brazo extendido, los nuevos cristianos a menudo asumen que pueden inmediatamente caminar con Dios, y hacer grandes cosas para Él y con Él. Por un tiempo están emocionados, animados y motivados, pero si continúan siguiéndole, inevitablemente comenzarán a encontrar algo de su propio estado de desierto; quiero decir, se toparán con algo de su verdadera hambre y sed, sus expectativas equivocadas, sus frecuentes quejas, sus falsos dioses, sus falsas esperanzas, sus corazones sucios, y comenzarán a preguntarse ¿qué está mal?. Pero no hay nada que esté mal que no haya estado siempre mal. Simplemente están empezando a ver lo que ha estado mal desde siempre, y de esta manera se les da la oportunidad de entregarlo a la muerte.
Dije que UNA manera de definir el desierto es decir que TÚ eres el desierto—es decir, que representa el estado de tu propio corazón caído y tu viaje para salir de él. OTRA manera de decir lo mismo, o quizás la otra cara de la misma moneda, es decir que el desierto es la experiencia de la cruz diaria de Cristo. Atravesar el desierto significa “llevar siempre en el cuerpo la muerte del Señor Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.” En palabras de los profetas, es una oportunidad para entregar a la espada lo que es para la espada; entregar al fuego lo que es para el fuego; y entregar al hambre lo que debe morirse de hambre. Es un ver, negar y crucificar progresivamente todo lo que no puede heredar la Tierra Prometida. Pablo dice: “Porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.” Rom. 8:13.
Este desierto es inevitablemente la experiencia de todo el que entrega sinceramente su vida para seguir al Señor Jesucristo. No debería ser una sorpresa. No debería ser un misterio. No debemos murmurar o quejarnos, o pensar que algo extraño nos está sucediendo. Pedro dice: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese”. (1 Ped 4:12) Todo hombre y mujer que sea fiel a la guía del Espíritu será conducido por este mismo camino. Caminar en el Espíritu siempre conduce a la cruz de Cristo, y esta es la razón por la que dije que pocos quieren permanecer en él. Y esta es también la razón por la que pasé años de mi vida tratando de encontrar otro camino, antes de que finalmente encontrara mi camino de regreso a lo que Jeremías llama “la senda antigua.”