English
Español

Un Corazón Circuncidado

Parte 3 de El Nuevo Pacto

Loading audio...

En los dos mensajes anteriores he tratado de explicar que el pacto que Dios ha hecho con el hombre no es un acuerdo externo, o una relación externa, sino más bien una vida interna. Es una relación entre el alma del hombre y la vida o Semilla de Dios. Hubo ciertamente un tiempo cuando Dios estableció un acuerdo externo, usando cosas externas, leyes externas, y ceremonias, y sacrificios. Pero aún entonces, incluso durante el antiguo pacto, este pacto externo apuntaba a una relación interna con una vida interna. Los cuadros externos nunca fueron lo que Dios buscaba o deseaba. Esto está claramente declarado en los Profetas, los Salmos, y también en el Nuevo Testamento. Dios nunca deseó la sangre de toros y machos cabríos, ofrendas de harina, ofrendas mecidas, o conformidad externa a reglas y rituales. Dios usó estas cosas para señalar a un pueblo externo hacia una vida interna, o a una Palabra implantada. Es decir, para un pueblo cuyos corazones, ojos, entendimiento y tesoros se encontraban en el mundo externo, Dios usó figuras y símbolos y ceremonias externas para dirigir sus corazones a una Palabra que estaba cerca de ellos, en su boca y en su corazón. 

Esto fue mostrado a Israel incluso durante el tiempo del antiguo pacto. En Deuteronomio 29:1 leemos: “Éstas son las palabras del pacto que Jehová mandó a Moisés que celebrase con los hijos de Israel en la tierra de Moab, además del pacto que concertó con ellos en Horeb.” Y en lo que sigue, Moisés escribe: “Y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas.” Y este mandamiento, dice, “no es demasiado difícil para ti, ni está lejos. No está en el cielo, para que digas: ¿Quién subirá por nosotros al cielo, y nos lo traerá y nos lo hará oír para que lo cumplamos? Ni está al otro lado del mar, para que digas: ¿Quién pasará por nosotros el mar, para que nos lo traiga y nos lo haga oír, a fin de que lo cumplamos? Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas.” (Deut. 30:11-14)

Había varios pactos externos mencionados en el Antiguo Testamento, pero en el corazón y en el plan de Dios, sólo había una relación, o un acuerdo que Dios tenía como objetivo, y en el que deseaba que todos los hombres caminaran. Y ese pacto es una relación con Dios en la vida de Su Hijo. Esta es la única manera real de unirse con Dios, o de caminar con Él. Recuerden, un pacto es una relación específica, con un acuerdo vinculante. Esta relación con Dios es una manera de vivir con Él en la vida de Su Hijo. Y el acuerdo es la necesidad de perder la vida que no puede unirse con Dios, y aprender a vivir en la vida que viene de Dios

En el antiguo pacto, la relación era una manera de caminar con Dios en un montón de cuadros y tipos y sombras de Cristo... cuadros de justicia, pureza, limpieza, ofrendas, sacrificios, fragancias, sangre, incienso, etc. Y para entrar en ese pacto, era necesario cortar el prepucio de la carne. Bueno, el nuevo pacto es una relación con Dios, no en cuadros y sombras de Cristo, sino en la sustancia, la naturaleza, la vida de Cristo. Y toda la carne, toda la naturaleza de la carne, debe ser circuncidada si vamos a aprender a caminar en la relación, y guardar el pacto.

Como mencioné anteriormente, hay muchas personas que asumen que están caminando en el nuevo pacto, sólo porque nacieron después del antiguo pacto; o porque no guardan los rudimentos y ordenanzas externas; o porque han leído las Escrituras y creen que Jesús da vida. Bueno, ciertamente es bueno creer que Jesús da vida, y que Jesús ES vida. Todos los cristianos creen que Cristo es vida, y casi todos dirían que han recibido vida de Cristo. Pero lo que quiero sugerirles es que muchos de nosotros nunca hemos aprendido lo que significa caminar en esa vida, permanecer en esa vida, y de esa manera GUARDAR el pacto. Tampoco hemos aprendido a dejar de caminar en la vida que no tiene pacto con Dios. 

Porque, de nuevo, el nuevo pacto no es un acuerdo con seres humanos que tienen creencias correctas. Esa no es la relación. El nuevo pacto es una relación que el hombre puede experimentar caminando en la VIDA del Hijo de Dios. Pero si no caminamos y vivimos y experimentamos la vida del Hijo de Dios, si continuamos caminando y viviendo y experimentando la vida de la carne, la vida que es contraria a Dios, entonces sin importar lo que creamos, no estamos experimentando ni guardando el nuevo pacto.

Así que, para nosotros que hablamos del nuevo pacto, y afirmamos que se nos ha dado un nuevo pacto, la cuestión de mayor importancia no es lo que hemos entendido con nuestras mentes, o leído en un libro, sino si estamos o no viviendo en y por la VIDA que tiene un pacto con Dios. ¿Comprendes? No es que entendamos misterios espirituales, o que hayamos recibido grandes revelaciones. No es que entendamos que Cristo es el cumplimiento de los tipos y sombras del Antiguo Testamento, o que nos llamemos “ministros competentes del Espíritu y no de la letra.” La única pregunta que tiene relevancia, es si nuestros corazones, día a día, hora a hora, momento a momento, están aprendiendo a MORAR y PERMANECER en esa única vida que está en pacto con Dios, y aprendiendo a MORIR a la otra vida que no tiene pacto con Dios.

Esta es la cuestión fundamental del nuevo pacto. Y hago hincapié en este punto porque a menudo escucho a personas y ministros en estos días hablar del nuevo pacto de otra forma. Por ejemplo, la gente dice: “Oh, yo solía ir a esa iglesia de allá, pero luego me di cuenta de que ellos enseñan cosas del ‘viejo pacto’, viejas leyes, reglas y rudimentos de un cristianismo externo. Pero ahora he aprendido el nuevo pacto, y hablamos de cosas espirituales, como la obra consumada, la revelación, la verdad presente, etc.” Bueno, yo no sé lo que estás escuchando o enseñando o creyendo, pero te puedo decir lo siguiente: La única manera de experimentar el nuevo pacto es caminar en la vida del Hijo de Dios, y dejar de caminar en la vida que está fuera del pacto. 

Ahora bien, la vida de Dios viene al hombre de una manera muy diferente a como suponemos o esperamos. No viene al hombre e instantánea y automáticamente se apodera del alma y gobierna nuestra vida. No. La vida de Dios es muy real. Está muy viva y tiene un gran poder. Pero viene a nosotros, como Jesús enseñó, como un grano de mostaza, que es la semilla más pequeña en el jardín de nuestro corazón. Viene a nosotros como una pequeña perla de gran precio, como un poco de levadura que debe llenar tres panes, como un talento que debe incrementarse, como una semilla que se siembra en todo tipo de tierra, como un tesoro escondido en un campo. Así comienza en el hombre la vida de Dios, y el reino de Dios EN la vida. 

Esto a menudo NO se enseña en la iglesia de hoy, pero es uno de los principios fundamentales que Jesús enseñó sobre el reino de Dios, o el gobierno de Dios en el hombre. No es algo que el hombre pueda decir simplemente, “¡Lo tengo!”. “Ya oré una oración, sentí algo en mi corazón, y ahora estoy bien, ahora estoy seguro, ahora todo está consumado”. Eso no es lo que Jesús enseñó. Eso no es lo que ninguno de los apóstoles enseñó. Todos ellos enseñaron que la obra de Dios comienza en el hombre como algo pequeño, y que tiene que crecer. Tiene que crecer, llenar, extenderse, e incrementarse, hasta que Cristo sea formado en nosotros. 

Pero también enseñaron, de muchas, muchas maneras, que existe un gran peligro mientras la vida, o mientras el REINO de la vida, es muy pequeño en el hombre. Sí, hay peligro de que las malas hierbas, y los espinos, y las rocas, y los pájaros estorben su crecimiento, y hagan que la obra de la semilla se detenga y se pierda. Hay peligro de recibir un talento y enterrarlo en la tierra, de modo que no permitamos su crecimiento, y lo perdamos al final. Existe el peligro de encontrar el tesoro en el campo, pero no venderlo todo para comprarlo y poseerlo. Hay peligro de ver la luz, pero querer escondernos de la luz porque nuestras obras son malas. Incluso existe el peligro de decir “Señor, Señor”, y amar Sus palabras y hacer muchas cosas en nombre de Cristo, y que al final Cristo nos diga: “Apártate de mí, nunca te conocí”. 

Pablo nos dice que existe el peligro de recibir la gracia de Dios en vano. Dice: “Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios.” (2 Cor 6:1) El dice que hay peligro de comenzar en el Espíritu y tratar de continuar en la carne. Dice que hay peligro de naufragar en cuanto a nuestra fe, de hacer afrenta al Espíritu de gracia, de recaer, de creer en vano, etc. En Apocalipsis, Jesús advierte a las iglesias de la posibilidad de perder su primer amor, de perder su candelabro, de pensar que tienen todas las cosas pero en realidad ser desventurado, y miserable, y pobre, y ciego, y desnudo.

Sí, hay grandes peligros después de que comenzamos a experimentar la vida de Dios. Digo estas cosas porque hay gran presunción, y gran malentendido en muchos con respecto a la venida de la vida de Cristo en el hombre. No viene a ti e instantánea y automáticamente te hace seguro y perfecto y nuevo. Viene a ti como una Palabra o Luz o Semilla viva, como una medida de la vida, gracia y poder de Cristo. El don es perfecto, pero el receptor del don está lejos de ser perfecto. La obra de Cristo fuera de ti está consumada, pero la obra de Cristo dentro de ti acaba de empezar. Y debemos aprender a recibirlo con increíble mansedumbre y humildad. Y luego debemos aprender a caminar con Él, permanecer en Él, ofrecerle buena tierra, y así experimentar el crecimiento de Su reino. 

La vida es muy real. Pero no comienza en ti con todos sus enemigos bajo sus pies. La vida desciende del cielo y se instala en la tierra de tu corazón. Sí, esto es verdad. Este don es vida y es gracia... pero tu voluntad no está bajo sus pies. Tus deseos no están bajo sus pies. Tu entendimiento e intelecto no están bajo sus pies. Tus pasiones no están bajo sus pies. Tus planes, metas, intereses, preferencias, miedos, enojos, adicciones, tu CORAZÓN no está bajo sus pies. Todas estas otras cosas han crecido en ti, y tienen vida propia. Corren desenfrenadas en ti con la vida del yo, la naturaleza del yo, la voluntad del yo. 

No es tan simple como decir “Invité a Cristo a mi corazón hace 30 años”. Porque también invitaste a todas estas otras cosas a tu corazón, y todas son plantas en el jardín de tu corazón, tienen voces y movimientos y voluntades. Todas quieren atención, todas quieren ser alimentadas, y seguidas y complacidas, y el hombre natural se ha acostumbrado mucho a escuchar y obedecer la voz de sus propios deseos, su propia voluntad, su propia mente, sus propias inseguridades, pasiones, lujurias, molestias y planes. Son cosas internas, y no podemos fácilmente señalarlas con el dedo, ni describirlas perfectamente con palabras. Pero todos hemos oído o sentido que estas cosas nos empujan y nos motivan, incluso DESPUÉS de hacernos cristianos. Y las hemos sentido crecer más fuerte a medida que las hemos alimentado, tal vez incluso más fuerte de lo que podemos controlar.

Pero ahora, hay algo más en ti. Hay dos cosas en ti que son completamente diferentes. Una es la naturaleza de la carne caída, que vive la vida del yo, y busca placer en la injusticia, el egoísmo, el orgullo, la concupiscencia y la codicia. La otra tiene una naturaleza muy distinta, y una voz muy diferente. Reprende tu orgullo. Expone tu egoísmo a tu propia vista. Cuando mientes o exageras, a veces te hace sentir una punzada en la conciencia. Cuando unes tu voluntad a un mal pensamiento o deseo, te hace sentir avergonzado o sucio. Te dice que hay otra manera de vivir, otra manera de pensar, otro camino que elegir.

Todos ustedes han oído esta voz. Tal vez todavía no sea una voz fuerte en ti. Tal vez sea más bien como un “silbo apacible y delicado” en el centro de tu corazón, fácil de pasar por alto, fácil de ignorar. Pero la has oído. Has sentido cómo puede inquietarte. Has sentido sus convicciones. Y tal vez has sentido cómo te da un poco de paz y alegría cuando la escuchas y obedeces. La has oído decir: “Volveos a mi reprensión; He aquí yo derramaré mi espíritu sobre vosotros”. (Prov. 1:23). La has oído advertirte que no sigas viviendo, pensando y actuando como lo haces. 

ESTA, mis amigos, es la voz de la VIDA de Dios. Este es tu Mesías, clamando en las calles de tu corazón. Él está diciendo “¡Ven, sígueme!”. Y quizás estés listo con esta respuesta: “¡Pero yo ya soy cristiano! ¡Ya creo en Jesús! Ya leo la Biblia y voy a la iglesia”. Sí, pero no te estoy preguntando en qué religión crees, sino ¿qué voz estás siguiendo? ¿QUÉ VIDA ESTÁS VIVIENDO?

Si vas a ser un cristiano del nuevo pacto, tienes que aprender a escuchar, seguir y experimentar la voz de la vida de Dios que ha sido sembrada en tu corazón como una pequeña Semilla. El pacto está en esa Semilla, y no puedes caminar en el pacto a menos que te vuelvas, te sometas, sigas y experimentes el crecimiento de esa Semilla. Todo depende de tu familiaridad con esa Semilla, con esa medida de vida, luz, gracia que Dios ha sembrado en tu corazón. ¿Está creciendo en ti y tú en ella? ¿Estás dejando que ponga a todos sus enemigos en ti bajo sus pies?

Mis amigos ESTO es lo que Cristo hace en el corazón por Su nuevo pacto. Él escribe Su ley espiritual en la tabla del corazón humano con Su propio dedo. ¿Qué estás dejando que Él escriba en tu corazón? Alguien me objeta y dice: “¡Ya tengo todo el Nuevo Testamento escrito en un libro!”. Repito, el Nuevo Testamento no es el nuevo pacto, y éstos están escritos en lugares diferentes. El Nuevo Testamento es un libro, dado por el Espíritu, que describe el nuevo pacto. El nuevo pacto es una relación entre tu alma y la vida de Dios, y está escrito en tu corazón. Está escrito en tu interior y se lee en tu interior. Y sólo caminas en ese pacto a medida que aprendes esa vida, y sientes esa vida, y experimentas su crecimiento, te inclinas ante su espada y permites su incremento. 

Quiero ser muy claro en lo que te estoy diciendo. Estoy usando muchas Escrituras y analogías para describir esto, pero quiero asegurarme de que entiendas exactamente lo que estoy diciendo. Te estoy diciendo que TENEMOS QUE familiarizarnos cada vez más con la vida de Dios que está en nuestra alma. Debemos aprender a volvernos a ella, a velar en ella, a sentirla, a amarla, a obedecerla. No basta con creer que está ahí, en algún lugar enterrada bajo todos tus pensamientos y planes y opiniones y deseos. No, si vas a caminar en el pacto, debes aprender la vida, encontrar la vida, sentir la vida y vivir en la vida que Dios te ha dado. Porque el pacto está en la vida.

¿Y cómo lo haces? Te vuelves hacia su luz y prestas atención a su voz. No sólo al principio, cuando dices la oración del pecador. Debes volverte hacia Él ahora, hoy, mañana, cada día, cada hora. Debes aprender a buscarlo siempre, escucharlo, y dejar que el Rey ponga todo lo que hay en ti bajo Sus pies. Él te enseñará. Él te mostrará exactamente dónde tu voluntad se aparta de Su vida. Él te mostrará cuando tus palabras o acciones entristecen a Su Espíritu. El te enseñará los límites de Su vida, y donde tu propia vida en la carne debe ser negada. El te mostrará cuando estás alimentando una naturaleza que El está tratando de crucificar. O cuando estás crucificando la vida que Él está tratando de formar en ti. El “aclarará lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones”. Y cuanto más te sometas a esa luz, más espacio habrá en tu corazón para Su vida. Así es como la vida crece en ti. Así es como te familiarizas con ella.

La luz de Dios brilla para llevarnos a la vida de Dios. En el capítulo 1 de Juan leemos: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Éste era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no la comprendieron”. La vida del Verbo es la luz de los hombres. Tómate un minuto para pensar en esto. La vida del Verbo que estaba con Dios, y que ERA Dios, en el principio, es la luz de los hombres. Esa luz brilla en las tinieblas. Pero, ¿por qué brilla la luz en las tinieblas? Brilla en las tinieblas para llevarnos a la vida de la que procede.

Recuerda que leímos Isaías 42:6 en una sesión anterior. Dios le dice a su Hijo: “Te pondré por pacto al pueblo, por luz de las naciones”. La luz brilla desde la vida, para dar lugar a la vida. Y si amamos la luz, la vida crece. Si traemos nuestras obras a la luz, y caminamos en la luz, entonces la vida encuentra buena tierra en nosotros, y crece por su propio poder, y según su propia voluntad. 

Asumo que todos aquí han experimentado algo de Cristo, y que por eso decidieron ser cristianos. Quiero decir, asumo que no fuiste convencido con argumentos, o presionado por tus padres, sino que en algún momento de tu vida, en un momento de ternura, o quebrantamiento, o humildad, o desesperanza, sentiste algo, ALGUIEN, en tu corazón mostrándote una vida diferente a la que estabas viviendo en la carne. Sentiste algo real. Algo se movió en tu corazón y dijiste: “¡Eso es verdad! ¡Eso es vida! Y te entregaste para seguirlo.

Y ahora estoy aquí para preguntarte, ¿está tu corazón TODAVÍA en el mismo lugar? Porque ahí es donde está el pacto. Quiero decir, ¿sigues siendo tierno, quebrantado y humilde? ¿Todavía estás vuelto hacia Él, y alejado de ti mismo? ¿Sigues sintiendo esa vida, y sigues, cada día, cada momento, renunciando a tu voluntad, para seguirlo, para caminar con Él y en Él? Mis amigos, ustedes comenzaron a experimentar el nuevo pacto al SENTIR algo real de Dios, y al renunciar a ustedes mismos para seguirlo. Esta es la única manera de comenzar. Y esta es la única manera de continuar. 

Pero si te alejas de El para caminar en tu propia voluntad, para vivir tu propia vida, para seguir tus propios deseos de la carne y los deseos de tus ojos, entonces estás rompiendo tu primer acuerdo, dejando a tu primer amor. Estás rompiendo el pacto. El pacto no es con tu vida en la carne. El pacto es con la vida de la Simiente, la vida del Hijo de Dios, y contigo EN la Simiente. Tú eres “aceptado EN el amado”. Y si tu corazón sale de ese lugar donde eres suave, y vuelto, y tierno, ocupándote en tu salvación con temor y temblor, entonces estás saliendo del lugar donde puedes sentir el pacto, y caminar en el pacto con tu Dios.

El corazón del hombre no puede seguir caminando en el nuevo pacto sin una entrega total de la vida de la carne. Ese es el pacto, recuerdas: la única manera de ser un creyente del nuevo pacto es caminar en la vida del Hijo de Dios, y dejar de caminar en la vida que está fuera del pacto. La vida de la carne no tiene lugar en el pacto. La circuncisión es la manera de entrar. Y debes mantener un corazón circuncidado para guardar el pacto. Nadie puede estar en este pacto, o caminar en este pacto, sin someterse a ser sostenido, y guiado, y limpiado y cambiado por la vida del Hijo de Dios. 

Pero la buena noticia es que el Maestro del pacto, el que lo escribe en el corazón, está dentro de ti y de mí. Esta es la gran promesa que se le dijo a Jeremías sobre el pacto. 

He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová. (Jer. 31:31-34)