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Permanecer en el Don de Dios

Parte 2 de Permanecer

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Pasé la mayor parte de la última sesión tratando de mostrarles que el hombre ha salido de la voluntad de Dios y está activamente permaneciendo en la voluntad propia. El hombre no solo peca de vez en cuando. Está activamente mirando, volviéndose y siguiendo con su terreno interno, es decir, con las facultades y recursos de su hombre interno—su voluntad, su corazón, su atención, su tiempo, su mente y su fuerza—viviendo en, y siguiendo los deseos del yo. Y esto se ha vuelto tan natural para el hombre en su condición caída, que ni siquiera nota que lo está haciendo. Ni siquiera sabe que existe otra opción, otro Líder, otra voz, otro lugar en el cual permanecer.

Por supuesto, los cristianos saben que Dios existe y esperan que sus pecados sean perdonados por Él, etc. Pero muchos creyentes desconocen, o simplemente no creen, que Dios nos ha provisto los medios para ser libres del pecado y del yo. Nos ha dado algo más en lo que podemos permanecer, y si permanecemos activamente en este don, Jesús dice: “seremos verdaderamente libres”, incluso en esta vida. Esto no debería sonar como una declaración radical. Solo estoy citando la Escritura, y podría citar a muchos otros que dicen lo mismo.

Gracias a la obra de Dios en Cristo, y al don de Cristo por parte de Dios, Pablo nos dice que ya no somos deudores para vivir según la carne. Es decir, ya no estamos OBLIGADOS a vivir según la carne. “Así que, hermanos,” dice en Romanos 8, “somos deudores, no a la carne, para vivir conforme a la carne.” ¿Y por qué no? Porque hay un don en el hombre, otra semilla, otro lugar al cual volvernos, otra vida que elegir y seguir con la voluntad, con el corazón, la atención, nuestro tiempo, nuestra mente y nuestra fuerza. Hay un Espíritu, una luz, una vid, una Palabra en la cual podemos permanecer, andar, en cada momento. Es posible ser guiados por el Espíritu de Dios, y no por los deseos de la carne.

Dios ha sembrado otra semilla en el hombre, y el propósito de darnos esta semilla no es para que simplemente tengamos una creencia acertada acerca de ella. No, el propósito del cristianismo no es tener creencias correctas. Quiero decir esto muy claramente. Por supuesto que hay creencias verdaderas y creencias falsas. Hay doctrinas verdaderas y doctrinas falsas. Y las doctrinas verdaderas son importantes y buenas, debido a cómo señalan a un Salvador verdadero y a una manera verdadera para andar con Él. Pero el propósito o la meta del cristianismo NO es darle al hombre doctrinas verdaderas o creencias correctas. En su forma más simple, creo que el cristianismo puede describirse en estos dos puntos principales:

1. De parte de Dios, el cristianismo es un don de Dios para el hombre perdido. Es algo que Dios ha hecho y ha dado para traer al hombre de regreso a Sí mismo. Es algo que Dios ha hecho externamente para abrir un camino por el cual el hombre pueda unirse con Él para siempre. Es el don de Cristo externamente como rescatador, conquistador, amante del hombre, vencedor, sacrificio y salvador. Y es el don de Cristo internamente como vida, luz, amor, gracia, dado al hombre para su regeneración, restauración, transformación y redención.

2. Pero de parte del hombre, el cristianismo no es una mera creencia en este don. ¡NO! De parte del hombre, el cristianismo es una manera de VIVIR EN, o PERMANECER EN el don. Es una manera de andar con Dios en Su propio Espíritu. Es una manera en que el hombre puede andar en el don de Dios, andar en la luz, andar en el Espíritu, permanecer en la vid, permanecer en la Palabra, de tal modo que el don de Dios obre continuamente con su poder en el hombre: cambiando, haciendo morir, vivificando, llenando, transformando, redimiendo y venciendo. Esto es el cristianismo de parte del hombre. NO una creencia, una ceremonia, un conjunto reglas y comportamientos, sino una MANERA DE CAMINAR con Dios.

O podríamos decir que el cristianismo, de parte del hombre, es un viaje interno de una naturaleza a otra, una carrera interna, una batalla interna, y esto se experimenta permaneciendo activamente en el don que Dios le da al hombre.

Puedo imaginarme a alguien objetando y diciendo: “¿Qué quieres decir con permanecer activamente? Hay un versículo que dice que todo lo que necesito hacer es ‘creer en mi corazón y confesar con mi boca.’” Por favor, no debemos abusar de este versículo. El contexto de este versículo es la “Palabra de fe” que habita en el corazón y en la boca, la cual, al ser oída, produce fe viva en el alma. Por eso Pablo dice: “si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.” Pero él no dice: “ya eres salvo.” Dice que, si esta Palabra ha producido fe viva en tu corazón y una expresión o confesión externa de ella, entonces la Palabra ha comenzado una buena obra, y estás en el camino de la salvación. Permaneciendo allí, serás salvo. “El que persevere hasta el fin, éste será salvo.” Pero esta declaración de Pablo merece las mismas precauciones y condiciones que él nos da en muchos otros versículos, como por ejemplo:

Colosenses 1:21-23: “ Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él; si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído”

Romanos 11:18-22:  no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti. Pues las ramas, dirás, fueron desgajadas para que yo fuese injertado. Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme. Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará. Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado.

1 Corintios 15:1-2: Ahora os hago saber, hermanos, el evangelio que os prediqué, el cual también recibisteis, en el cual también estáis firmes, por el cual también sois salvos, si retenéis la palabra que os prediqué, a no ser que hayáis creído en vano.

Hay muchos otros versículos que dicen lo mismo. Y mi punto es, sencillamente, que el cristianismo no es la recepción de una nueva creencia, sino la permanencia en un don vivo, de tal manera que el don de Dios venza en ti todo aquello que Cristo venció en la tierra como Hombre. Y para vencer, debemos aprender a permanecer fundados y firmes, a continuar, a no ser movidos, a retener la Palabra de vida hasta el fin. Este es el testimonio unánime de las Escrituras.

El hombre ha tratado de manera muy deshonesta las Escrituras en este respecto, tomando versículos aislados fuera de su contexto y forzándolos a contradecir el claro testimonio de Dios. Hay algo en la carne del hombre que desea que la salvación sea una recompensa futura basada en nada más que una creencia correcta. Queremos vivir en la carne ahora, disfrutar los placeres pasajeros de este mundo caído, permanecer en el pecado y en el yo, y luego ser salvos de las consecuencias del pecado cuando muramos. Pero esto está muy lejos de ser el evangelio que Cristo nos ofrece.

Como una especie de nota al margen, hacemos lo mismo en Romanos capítulo 4, donde Pablo nos dice que la fe de Abraham se convirtió en su justicia. Ahora bien, yo no tengo ningún debate con Pablo sobre la verdad de esta afirmación. Pero mi pregunta es ¿CÓMO? ¿CÓMO llegó la fe a ser contada, imputada o hecha justicia para Abraham? Cuando lees la historia de la vida de Abraham, ¿ves a un hombre que fue llamado justo, cuando en realidad no lo era? ¿Ves a un hombre que fue declarado justo porque había adquirido una creencia correcta, aunque vivía en su propia voluntad? ¿O ves a un hombre que, por causa de una fe viva, fue llamado a salir de todo lo que tenía, de todo lo que conocía, de todo lo que era, para caminar con Dios en la más profunda humildad, obediencia y entrega de su voluntad? ¿Acaso no fue llamado a un viaje? ¿A permanecer con Dios en un pacto representado por la circuncisión? ¿Y no fue este permanecer lo que llevó a Abraham a dejar atrás todo lo que antes tenía, y a entregar todo lo que su carne había producido, incluyendo a su hijo de trece años? ¿Y no lo dejó en una condición de tanta humildad, tanta rendición, tanta obediencia a la voz de Dios, que no vacilaba ni siquiera al ofrecer a Dios al hijo de la promesa, por quien había esperado durante décadas?

Pablo nos dice en Romanos 4 que Abraham estaba en un viaje, y que nos ha dejado “pisadas para seguir ” (y no “creencias para adoptar”). Nos dice que las cosas que se veían por la fe eran más reales para Abraham, y más importantes para Abraham, que aquello que se veía por la vista. Dice que Abraham no consideró su propio cuerpo ya muerto, ni la matriz muerta de su esposa, sino que se fortaleció en la fe, dando gloria a Dios. Vemos que Abraham caminó con Dios, vio al día de Cristo, permaneció en Su luz, habitó en una fe viva, y que ESA fe se convirtió en su justicia. Y esa fe también se convertirá en nuestra justicia, porque camina con Dios, se aferra a la gracia y permanece en una relación donde Dios se comparte a Sí mismo con el hombre.

Pero menciono todo esto solo para ilustrar que Abraham no es un ejemplo de un hombre que simplemente recibió una nueva creencia, o que llegó a un mejor entendimiento de las cosas espirituales. No, él fue un hombre que aprendió a permanecer en la presencia y en la voluntad de Dios por fe, que no se dejó mover, que continuó y se mantuvo firme hasta el fin, y que de esa manera fue hecho semejante a Aquel que siguió.

Y esta debe ser también la experiencia de todos nosotros. No es suficiente solo oír el llamado de Dios a dejar nuestro país, parentela y casa de nuestro padre. Muchas personas oyen este llamado y no caminan con Dios fuera de esas cosas. Muchas personas sienten el Espíritu, y no permanecen en el Espíritu. Muchas personas tienen destellos de luz, pero no aprenden a permanecer en la luz. Todos tienen momentos de visitación, pero luego, habiendo sido visitados por la luz, es hora de aprender a andar en la luz, no sea que la oscuridad los alcance. Juan 12:35: “Entonces Jesús les dijo: Aún por un poco está la luz entre vosotros; andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas; porque el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va.”

Y esto es precisamente lo que estoy tratando de comunicarles. No es suficiente tener la luz con nosotros por un tiempo. Debemos aprender a andar en ella, o la oscuridad eventualmente, de una u otra manera, nos alcanzará.

Y esto es lo que Jesús está diciendo en Juan 8:31, a aquellos que habían creído en Él. Permíteme leer el versículo otra vez:

Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres? Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.

Pongámoslo de esta manera: Jesús les dijo “a los que habían creído en Él” que todavía no eran discípulos, que todavía no conocían verdaderamente la verdad, y que todavía no eran libres. Y la RAZÓN por la cual esto era así, es porque aún no habían aprendido a permanecer en Su palabra. “Dijo a los que habían creído en Él: Si permaneciereis en mi palabra…”

Ahora quiero que noten que aquí hay algo muy diferente de lo que muchos dicen hoy en la iglesia. Porque tan pronto como alguien empieza a creer en Cristo, a menudo decimos que ahora conoce la verdad. A menudo decimos inmediatamente que se ha convertido en discípulo de Cristo. Y a veces incluso lo felicitamos por haber sido hecho libre. Pero aquí Cristo está diciendo algo muy diferente. Les está diciendo a los que ya habían creído en Él que debían aprender a permanecer en Su palabra, y ENTONCES aprenderán lo que significa ser discípulos, y ENTONCES comenzarán a conocer la verdad por experiencia, y ENTONCES la verdad los hará libres.

¿Libres de qué? ¡Libres del pecado! Libres del yo, libres de la voluntad propia. Este es el contexto de lo que Jesús está hablando aquí. No está hablando de ser libres de doctrinas equivocadas. Tampoco está hablando simplemente de ser libres de las consecuencias del pecado en el futuro, después de morir. No, ese no es en absoluto el contexto. Él acababa de decir a los judíos: “De cierto, de cierto les digo, que todo aquel que comete pecado, es esclavo del pecado... Así que, si el Hijo los hace libres, serán verdaderamente libres.” Aquí Él nos da una promesa de libertad de pecar, de vivir en pecado, de estar bajo el poder del pecado, esclavos del pecado. Aquí describe una manera de apartarse de la voluntad propia y volver a la voluntad de Dios. Esta es una afirmación grandiosa, una promesa inmensa. Jesús le está diciendo al hombre algo que casi nadie cree hoy en día: le está diciendo que no tiene que vivir su vida en la carne, como esclavo del pecado.

Y de nuevo, casi puedo oír a alguien decir: “¡Eso es imposible! Nadie puede dejar de pecar.” Oh amigos… ¿no les parece un poco triste que Cristo nos diga claramente que vino para hacernos libres del pecado (NO sólo de las consecuencias del pecado), y que sin embargo, casi todo Su cuerpo (la iglesia) le dice que Él no puede hacerlo, y que es una idea orgullosa o ridícula que un cristiano tenga esta libertad como la meta de su cristianismo? Bueno, quizás el problema aquí, y la razón de toda la duda, es que los que dudan nunca han aprendido realmente a PERMANECER EN SU PALABRA. Tal vez se saltaron la parte de “si permaneciereis en mi palabra,” y se apresuraron a llamarse discípulos, conocedores de la verdad, y experimentadores de la libertad.

Amigos, tengan cuidado de no decirle al Hijo de Dios que es imposible que Él haga lo que dijo que podía hacer, lo que vino a hacer y lo que desea hacer. Él dijo que podía hacer bueno el árbol, para que produjera buen fruto. Dijo que podía limpiar la parte interna del vaso y del plato, para que también lo de afuera quedara limpio. Dijo que podía sacar la viga de tu ojo, llenarte de luz, hacerte una rama viva en Su árbol vivo, que produzca frutos que glorifiquen a Su Padre. Nos dijo que debemos ser perfectos, como Su Padre es perfecto. Tengamos cuidado de que nuestra incredulidad no lo acuse de ser un mentiroso. A mí me parece mucho más probable que el problema radique en nosotros, y no en Él.

¿Y cuál es el problema? Yo insisto, el problema es que nunca hemos aprendido a permanecer en Su Palabra. Hemos aprendido a permanecer en la voluntad propia, en el amor propio, en las vanidades pasajeras de este mundo; pero no hemos usado esos mismos recursos —nuestra voluntad, nuestro corazón, nuestra atención, nuestro tiempo, nuestra mente y nuestra fuerza— para aprender a permanecer en Cristo, permanecer en la luz, permanecer en la vid, permanecer en Su Palabra.

Ahora bien, esta expresión de Cristo —“si permaneciereis en mi palabra”— es muy importante. ¿Qué es esta Palabra en la que se supone que debemos permanecer? Él NO dice “permanezcan en mis palabras.” No está hablando de pasar tiempo leyendo la Biblia. Fíjense en lo que dice en el versículo 37 de este mismo capítulo: “Sé que sois descendientes de Abraham; pero procuráis matarme, porque mi palabra no halla cabida en vosotros.” Esta es una Palabra que necesita un lugar, necesita espacio en las personas. Y fíjense también en este otro versículo: “¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra.” ¿Qué significa esto? Claramente Jesús está hablando de una Palabra viva en el corazón, que no podemos oír a menos que encuentre lugar en nuestro corazón.

Esta es la misma Palabra viva mencionada en muchos otros versículos de la Escritura. El autor de la carta a los Hebreos dice: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.”

Esta Palabra es Cristo, la manifestación y comunicación de la voluntad, la naturaleza y la vida de Dios. Cristo, la Palabra viva, el “resplandor de Su gloria y la imagen misma de Su sustancia” (Hebreos 1:3), la “imagen del Dios invisible” (Colosenses 1:15). Cristo es llamado la Palabra porque Él es la comunicación, el resplandor, la expresión de la voluntad y la naturaleza de Dios, la perfecta comunicación de Dios en el corazón. Esta Palabra está en el corazón del hombre, sembrada allí por el Sembrador de los dones buenos y perfectos. Esta es la Palabra implantada que puede salvar el alma. Sí, Él vino y habló como hombre, pero ahora habla en el corazón del hombre como una Palabra viva, y esta Palabra viva es exactamente aquella en la que tenemos que aprender a permanecer.

Creo en cada palabra de toda la Biblia, del Antiguo y del Nuevo Testamento. Y aun así, sé que es común leer las palabras de Cristo y no oír Su Palabra. Y es aún más común leer Sus palabras y no permanecer en Su Palabra. Y esto es exactamente lo que Cristo les está diciendo a los judíos: “Ustedes creen en Mí, y eso es bueno. Pero ahora deben aprender a permanecer en mi Palabra. Mi Palabra va a aparecer en su corazón una y otra vez, si le dan cabida. Sí, es una Palabra viva, una Palabra que habla, una Palabra que divide y distingue, y ustedes DEBEN aprender a quedarse donde ella los guíe, a mantenerse cerca de ella, a permanecer en ella y con ella. Va a hacer divisiones entre cosas que ustedes no pueden distinguir. Va a trazar líneas, a separar cosas que tienen naturalezas contrarias. Eso es lo que hace en el corazón. Y ustedes van a ser tentados a salir FUERA de ella, a alejarse de ella, pero deben PERMANECER en ella.”

“Es bueno que crean en Mí, pero Mi Palabra es algo vivo, algo que se mueve, que proclama y revela la voluntad, la naturaleza, la vida y la luz de Dios en el corazón; y allí es donde deben aprender a vivir, en cada momento. Allí debe estar vuelto su corazón, sus ojos deben estar puestos en esta Palabra, su voluntad debe estar sometida a ella. Deben vivir como dice el Salmo 123: ‘He aquí, como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores, y como los ojos de la sierva a la mano de su señora, así nuestros ojos miran a Jehová nuestro Dios.’ Ahora han probado un poco de mi verdad, han sentido un toque del amor de mi Padre, han sentido una convicción por el mal que hay en su corazón. Eso es bueno. Pero AHORA deben aprender a permanecer donde mi gracia obra continuamente en ustedes. Tienen que permanecer donde Yo hablo, donde puedes ver mi luz. Tienen que someter todo en su alma a mi voluntad, para que no se aparten de mi Palabra. Y si permanecen en mi Palabra de esta manera, verán cuán poderosa es la Verdad, y verán que los hará libres de ustedes mismos.”

Ok, eso es suficiente por ahora. En el próximo mensaje hablaré más sobre el lado práctico de lo que todo esto significa en nuestro diario vivir.