El Reino de Dios Se Ha Acercado
Parte 1 de El Reino de Dios
Me gustaría compartir algunas cosas sobre el reino de Dios, sobre lo que es, dónde está, cómo se experimenta, y por qué a menudo NO es experimentado por aquellos que creen en él. Hay innumerables ideas en el mundo de la iglesia hoy sobre el reino de Dios. Algunos dicen que es esto, algunos dicen que es aquello, algunos dicen “helo aquí” que está en esta doctrina, algunos dicen “helo allí” que está en ese movimiento. Otros dicen que todavía no ha llegado, y que debemos esperar a que llegue al fin del mundo. Nuestra confusión y la falta de familiaridad de la iglesia con el reino de Dios es una realidad muy lamentable. La verdad es que no deberíamos estar confundidos o poco familiarizados con el reino de Dios. De hecho, me atrevería a decir que el reino de Dios puede llegar a ser más familiar y real para nuestros corazones que lo que es la creación externa para nuestros ojos y nuestras manos. O como dice Jesús, puede que haya muchos en esta sala que “no gustarán la muerte antes de ver el reino de Dios venido con poder”. (Marcos 9:1)
Ahora bien, antes de decir mucho sobre lo que es el reino de Dios, o cómo lo experimentamos, creo que será útil decir unas palabras sobre un gran enemigo que todos tenemos; un enemigo que es un obstáculo para toda verdadera comprensión y experiencia espiritual. Este enemigo es tu propia mente natural o imaginación, o tu facultad humana de razonar. Tal vez me hayas oído decir esto antes, pero la mente natural del hombre NO es la facultad con la que podemos conocer o experimentar la realidad espiritual. La mente del hombre es un don de Dios y es muy útil para las cosas naturales. Es necesaria para aprender matemáticas e historia y para conducir carros. Pero no es la herramienta o instrumento que Dios nos ha dado para aprender las cosas espirituales. Las cosas espirituales son mostradas al alma del hombre por el Espíritu de Dios, y sólo se conocen cuando se viven.
Podría demostrar esto con multitud de versículos, pero espero no tener que hacerlo. Dejemos que un versículo sea suficiente por ahora: "Pero el hombre natural no recibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se disciernen espiritualmente." 1 Cor. 2:14. Las cosas espirituales son enseñadas por el Espíritu, por el resplandor de Su luz en el corazón. Primero vemos y sentimos algo de la realidad espiritual en Su luz. Y luego llegamos a conocer y experimentar genuinamente la verdad a medida que permanecemos, caminamos y vivimos en ella. No podemos comprender las realidades espirituales más allá de la medida en que las hemos visto en su propia luz. Y no podemos experimentar las realidades espirituales más allá de la medida en que las hemos vivido en su propia vida. Esta ha sido la experiencia de todo verdadero seguidor de Cristo desde el principio del mundo.
Por lo tanto, es un gran error, y un gran peligro, usar nuestra razón, nuestro cerebro, nuestra opinión, para tratar de definir y entender cosas espirituales como el reino de Dios. Lo único que obtendrás de esta manera es una colección de imaginaciones sin vida y doctrinas vacías que obstaculizarán tu conocimiento de la verdad. Por naturaleza el hombre es tinieblas. Las tinieblas no pueden imaginar la luz, ni aprender la luz por medio del estudio. La luz tiene que brillar en las tinieblas, y disipar las tinieblas, o no tendremos más que opiniones oscuras.
Pero cuando empezamos a ver y experimentar realidades vivas y espirituales, descubrimos en primer lugar que siempre son totalmente contrarias a las imaginaciones de nuestras propias mentes carnales. Y en segundo lugar, si somos lo suficientemente afortunados de poseer una Biblia, también descubrimos que las realidades espirituales son nada menos que el cumplimiento interno y la realidad espiritual de todas los cuadros, descripciones, figuras, palabras, tipos y sombras que se nos han mostrado en las Escrituras. Las Escrituras son como una colección de flechas o dedos que apuntan a una experiencia viva y espiritual de Dios. Pero el verdadero conocimiento, o la verdadera comprensión espiritual, no se encuentra en las flechas que apuntan, ni en las palabras que describen, sino en la experiencia viva de lo que se describe.
Esto era lo que muchos de los judíos del primer siglo no entendían sobre el conocimiento espiritual, o sobre lo que realmente significa conocer a Dios. Pensaban que conocían a Dios porque conocían las flechas y las palabras que apuntaban a Él. Pero Cristo dijo, Juan 5:39-40 “Ustedes examinan las Escrituras porque piensan tener en ellas la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio de Mí! Pero ustedes no quieren venir a Mí para que tengan esa vida.”
El verdadero conocimiento espiritual NO es el conocimiento de las Escrituras. No, ese es otro gran error. Los fariseos conocían las Escrituras mejor que tú y que yo, pero no querían venir a Aquel a quien las Escrituras señalaban. Las Escrituras son verdaderas, pero no son la verdad viva. Son flechas verdaderas que apuntan a la Verdad viva. Pero si tú y yo vamos a conocer la Realidad viva, sustancial y espiritual de la que dan testimonio las Escrituras, entonces debemos encontrarla al experimentar su propia luz y vida en nuestros corazones. El verdadero conocimiento espiritual es vida y luz, que viven y brillan en el corazón del hombre.
Volviendo al reino de Dios. Cualquiera puede intentar usar su mente para imaginar qué es el reino de Dios, o dónde está, o cómo llega. Pero es un ejercicio absurdo por dos razones. La primera razón es lo que ya hemos dicho: la imaginación del hombre está excluida del conocimiento espiritual. Y la segunda razón es que Dios ya nos ha dado multitudes de descripciones y cuadros de estas cosas en las Escrituras.
Muy a menudo, cuando los cristianos encontramos una palabra en el Nuevo Testamento, una palabra como “puerta”, o “camino” o “reposo” o “el reino de Dios”, inmediatamente tratamos de definir estas cosas con nuestras propias ideas, o tal vez al buscar definiciones en diccionarios de griego. No consideramos el hecho de que estas palabras ya tienen un significado y una realidad MUY ESPECÍFICOS en la mente de Dios, y que a menudo Dios ha estado testificando sobre estas palabras o realidades durante siglos en el antiguo pacto. En muchos casos, hay cientos de páginas en el Antiguo Testamento que ilustran o describen exactamente cómo Dios ve estas cosas, y cómo el corazón del hombre debe experimentarlas. Pero en lugar de prestar atención a estas cosas, simplemente agarramos una palabra del Nuevo Testamento y comenzamos a llenarla con nuestras oscuras ideas.
Gran parte de nuestra Biblia trata de las descripciones e ilustraciones que Dios nos ha dado desde Su perspectiva de Su propio reino. Dios invirtió mucho tiempo (cientos de años) tratando de describirnos e ilustrarnos Su propia perspectiva del reino de Dios. El usó personas, lugares, reyes, batallas, historias, cuadros, profecías, victorias y derrotas, una y otra vez en los libros de Josué, Jueces, 1ro y 2do de Samuel, 1ro y 2do de Reyes, 1ro y 2do de Crónicas, para mostrarnos la naturaleza de Su reino, y también la naturaleza de un reino contrario, el reino del yo o del pecado. E hizo esto para que pudiéramos entender algo de lo que Cristo quiso decir cuando finalmente vino y dijo: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado”. Estas son las primeras palabras de Cristo en el libro de Marcos. Y esta misma proclamación se repite una y otra vez: “El reino de Dios ha llegado”. “El reino de Dios se ha acercado a vosotros”.
Algunos cristianos hablan hoy del Antiguo Testamento como si tuviera poco o nada que ver con los cristianos del Nuevo Pacto. Pero esta opinión manifiesta un gran grado de incomprensión, porque el hombre no ha cambiado desde la caída. Siempre ha tenido exactamente el mismo problema y siempre ha necesitado exactamente la misma solución. Y de diferentes maneras, utilizando diferentes formas de comunicación—palabras, cuadros, historias, ejemplos, figuras, etc.—Dios siempre ha estado tratando con el hombre sobre el mismo problema, y mostrándole la misma solución.
El problema del hombre siempre ha sido la muerte interna y espiritual, una terrible CARENCIA de la vida, naturaleza, poder, justicia, luz y presencia de Cristo. En el principio, el hombre cayó en una condición de muerte espiritual, una condición de separación de Dios. Es decir, en la caída del hombre, Dios dejó de vivir en él, de reinar en él. Dios dejó de ser la vida y la naturaleza y el poder y la verdad y la sabiduría y la justicia que gobernaba al hombre, y el hombre se convirtió en una vasija para otro espíritu. Se convirtió en el reino de otra naturaleza, una casa donde otro hombre fuerte poseía todos los bienes. Este ha sido siempre el problema del hombre, y la fuente de todos los demás problemas.
La solución del hombre siempre ha sido Cristo. No hay otra solución que el hombre pueda necesitar o encontrar, porque Cristo ES la vida de Dios, el poder de Dios, la justicia de Dios, la sabiduría, la naturaleza, la luz y el amor de Dios. Lo único que el hombre ha necesitado siempre es un NACIMIENTO del Cristo de Dios. Ha necesitado nacer de la vida de Dios, ser llenado y gobernado por la misma vida y naturaleza que el hombre perdió en el principio. Esta es la única salvación, la única redención, la única Tierra Prometida de la que la Escritura ha hablado alguna vez, desde el Génesis hasta el Apocalipsis.
El hombre no tiene ahora un problema diferente del que tenía hace 6000 años. Y no necesita ahora una solución diferente de la que necesitaba hace 6000 años. De nuevo, ni el problema ni la solución han cambiado. Lo único que cambia al pasar la página del Antiguo Testamento al Nuevo Testamento en la Biblia es la FORMA en que Dios describe este problema y esta solución. Ahora no me malinterpreten. Por supuesto que ahora Cristo ha venido, el cumplimiento ha llegado, el nuevo pacto ha llegado en la persona de Cristo. Pero no estoy hablando de eso. Simplemente estoy diciendo que el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento AMBOS dan testimonio del mismo problema humano, y de la misma solución divina.
En el Antiguo Testamento este problema fue descrito en toda clase de cuadros, historias, tipos y sombras externos que ilustraban claramente el gran alejamiento del hombre de la vida y la justicia de Dios. Dios mostró a Israel su problema en el Antiguo Testamento haciendo uso de cuadros como la esclavitud externa, la opresión, el cautiverio, la inmundicia, la lepra, las plagas, las hambrunas, la muerte física, las abominaciones externas, las serpientes ardientes, los templos sucios, los ídolos inmundos, las enfermedades contagiosas, las derrotas militares, la carne incircuncisa, etc. Todas estas cosas, y muchas más, son las ramas y frutos del hombre adámico caído—el hombre que perdió la vida de Dios.
Y en el Antiguo Testamento, la única solución - JESUCRISTO - se nos muestra también en innumerables cuadros, tipos, sombras, promesas y profecías. Vemos a Cristo presentado a nosotros como un árbol de vida, como una Semilla de la mujer, como la Semilla prometida a Abraham, como un Cordero de Pascua dado a Israel, como una luz en sus moradas, como un fuego sobre su tabernáculo, como un sumo sacerdote, como maná que cae del cielo, como agua que viene de una roca, o según las palabras de Pablo, "todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual. Porque bebían de esa Roca espiritual que los seguía, y esa Roca era Cristo". (1 Cor. 10:3-4)
El Antiguo Testamento pintó cuadros usando personas, lugares, figuras, símbolos, historias, sacrificios externos, ofrendas, fragancias, victorias, cosechas, etc. Y el Nuevo Testamento declara que el cumplimiento de estas cosas ha llegado en la persona y el poder de Cristo. Pero tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento cuentan la misma historia y predican el mismo evangelio. Ambos declaran el mismo problema y nos señalan al mismo Salvador. Ambos, a su manera, declaran que el hombre ha perdido la vida, la luz, la naturaleza, la justicia y la presencia de Dios, y se ha convertido en el hogar de toda clase de espíritus inmundos. Y ambos declaran que la única solución a este problema es experimentar a un hombre más fuerte que retome la casa, venza al enemigo y reine en una victoria perfecta.
Repito, el Antiguo Testamento contenía cuadros, tipos, sombras, promesas, profecías, ilustraciones, símbolos, tanto del problema del hombre como de la solución de Dios. Y en el Nuevo Testamento, leemos que Jesús trae el cumplimiento, la realidad, la sustancia viva de todas las imágenes y promesas de la salvación de Dios. ¿Y por qué hablo de todo esto? Porque es importante entender que Dios sólo ha tenido una visión, una comprensión del reino de Dios desde el principio. Primero nos dio cuadros externos, símbolos, tipos y sombras, con reyes y tierras y gobiernos externos, y luego cumplió todos estos cuadros y sombras externos con la venida de aquello a lo que todos apuntaban. La sustancia llegó. La realidad llegó. El cumplimiento llegó. “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado”.
¿Qué es el cumplimiento? Es el fin de la sombra y la llegada de la sustancia. Es la llegada de aquello de lo que se ha dado testimonio. Cumplir la ley y los profetas no es eliminar la ley y los profetas, sino confirmarlos trayendo y estableciendo aquello de lo que hablaban. Les pondré un ejemplo, Dios hablaba a menudo en el Antiguo Testamento de la circuncisión, y como la circuncisión externa era necesaria para tener una relación con El. ¿Cambió Dios de idea acerca de la circuncisión en el Nuevo Pacto? No, Él CUMPLIÓ Su idea, Él trajo la cosa de la cual la circuncisión era una figura. Pablo nos dice, “ También en El ustedes fueron circuncidados con una circuncisión no hecha por manos, al quitar el cuerpo de la carne mediante la circuncisión de Cristo.” Aquí está el cumplimiento de la circuncisión externa.
En el Antiguo Testamento leemos sobre un templo, y cómo la gloria y la presencia de Dios deben llenar ese templo. ¿Cambió Dios de idea en el nuevo pacto cuando permitió que ese templo externo fuera destruido por los romanos? No, El no cambió de idea, sino que cumplió Su idea y Su propósito al introducir el templo interno del que testificaba el templo externo. 1 Cor. 3:16 "¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” Aquí está el cumplimiento del templo externo.
Podríamos dar multitud de ejemplos de lo mismo. Pero la razón por la que estoy tratando de explicar esto ahora es porque lo mismo es cierto con respecto al reino de Dios. Los cuadros del templo eran externos, y la suciedad en el templo era física. Pero Cristo vino diciendo, el templo es interno, y la suciedad está en tu corazón. Los cuadros de la circuncisión eran externos, y la carne que tenía que ser quitada era física. Pero Cristo vino diciendo que necesitamos una circuncisión interna, y la carne era la naturaleza del corazón pecaminoso del hombre. De la misma manera, los cuadros del reino eran externos, y Su rey era un hombre llamado David o uno de sus hijos. Pero cuando los fariseos le preguntaron a Cristo cuándo vendría el reino de Dios, Él respondió: “El reino de Dios no vendrá con observación; Ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque, he aquí, el reino de Dios dentro de vosotros está.” (Luc. 17:21 RV1602P)
Mis amigos, el reino de Dios es la venida de Cristo y Su reino en el corazón del hombre. El corazón del hombre es lo que perdió la vida de Dios, Su naturaleza, Su gobierno. El corazón del hombre es la casa tomada por un hombre fuerte, y la tierra llena de carne incircuncisa. Es el corazón del hombre el que se resiste a Su gobierno, y es gobernado por el pecado, el yo y Satanás. Y así el corazón del hombre es lo que debe orar cada día “Venga tu reino, hágase tu voluntad” como en el cielo, así también en mi tierra.
Y permítanme hacer un rápido comentario sobre la traducción de Lucas 17:21. Primero, la palabra traducida “observación” aquí significa “evidencia ocular” en el griego. En otras palabras, Cristo está diciendo que no se puede ver el reino con el ojo natural. Y donde dice “el reino de Dios está dentro de vosotros”, la Reina Valera dice “entre vosotros”. Pero la palabra griega aquí no permite esta traducción. No es la palabra “entre”. Esta palabra es simplemente la palabra que significa “dentro de”, o “en el interior”. De hecho, es la misma palabra que Jesús usó cuando dijo, “Limpia primero lo de adentro del vaso y del plato” (Mat 23:26).
Ahora bien, durante muchos siglos el reino de Dios era algo que se presentaba con “evidencia ocular”. Tenía una forma física, era algo que Dios había establecido en el ámbito natural, con hombres naturales y guerras naturales en una tierra natural. Alguien durante el reinado de David o Salomón podría haber dicho, en efecto: “¡Helo, aquí está el reino!”. O los filisteos, con gran temor, podrían haber dicho: “¡Helo, ahí está el reino de Jehová!”
En los días del profeta Samuel, Dios encontró a un hombre que ilustraba Su comprensión de Su reino en formas externas. Llamó a David “varón conforme a Su corazón”, porque gran parte de la vida y del reino de David demostraba la naturaleza del reino de Dios. Podemos ver en la historia de David cómo el reino de Dios comenzó pequeño y creció, cómo tuvo una larga batalla con la casa de Saúl, cómo hizo la guerra contra la carne incircuncisa, cómo hizo la paz en la tierra venciendo la enemistad, etc. Saúl, por otro lado, nos da cuadros del reino del yo o de la carne, cómo pelea sus propias batallas, y hace la guerra contra su propio Salvador. Pero todas estas cosas fueron vistas, en ese tiempo, con “evidencia ocular”. Todos estos cuadros y testimonios eran externos, naturales, físicos y temporales.
Pero cuando Cristo vino, introdujo el cumplimiento de estos cuadros externos. El cumplimiento no es natural, sino espiritual. No es temporal, sino eterno. No es externo, sino interno. No se puede ver con los ojos externos, pero se ve y se experimenta muy claramente con los ojos y los sentidos internos. No combate con armas externas y carnales, sino con armas internas y espirituales que “destruyen fortalezas, derriban argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”. (2 Cor 10,4)
¿Lo ves? Por eso dijo Jesús a Pilato: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.” Una vez FUE de aquí, del mundo, en el mundo, expresado por cosas y personas y batallas terrenales. Pero ahora, Su reino no es del mundo.
Y lo que estoy tratando de comunicarles, en todo lo que estoy diciendo esta noche, es que este reino o gobierno interno, espiritual, poderoso, eterno (que es el cumplimiento de toda sombra) vino del cielo en la Persona de Cristo hace 2000 años. El tiempo se cumplió, y el reino de Dios se acercó. Vino como el cumplimiento de todas las promesas, la sustancia de todas las sombras. Vino en la persona de un gran rey que establecería su trono en el corazón del hombre y pondría a todo enemigo bajo sus pies. Vino para echar fuera al hombre fuerte, para vencer a la carne incircuncisa, para vencer al pecado y al yo y a las tinieblas y a la muerte en el corazón del hombre, donde estaba el problema. Y sin embargo, a pesar de todas las señales y milagros que demostraron que había llegado, y a pesar de todas las profecías que se habían cumplido, la mayoría de los judíos no vieron el reino porque sus corazones querían otra cosa.
¿Comprendes que en el momento de la venida de Cristo TODOS los judíos esperaban ansiosamente la llegada del reino de Dios? No entendían la naturaleza ni el lugar ni el propósito del reino, pero sabían que Dios había prometido un reino, y que les había dado el tiempo exacto de su llegada a través del profeta Daniel. Por eso todos en Israel le preguntaban a Juan el Bautista si él era el Mesías. Por eso el rey Herodes preguntó a los magos: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?”, y luego mató a todos los niños nacidos en Belén. Por eso, cuando Cristo dijo a Natanael que le había visto bajo la higuera, Natanael respondió inmediatamente: “¡Rabí, Tú eres el Hijo de Dios! Tú eres el Rey de Israel”. Por eso, tanto los fariseos como los discípulos preguntaron a Jesús por la llegada del Reino. Y por eso, cuando algunos judíos vieron los milagros de Jesús, intentaron coronarlo como nuevo rey de Israel.
No sé hasta qué punto estás familiarizado con el libro de Daniel, pero es uno de los pocos lugares en los profetas donde un ángel nos da la interpretación de las visiones que el profeta estaba experimentando. Las interpretaciones de estas visiones, más que en ningún otro libro, describen la naturaleza y la llegada del reino de Dios. Y hay descripciones de reinos naturales, eventos, líderes, y fechas que son tan exactas, que la mayoría de los eruditos liberales dicen que debe haber sido escrito después de los eventos que predice. Pero no, este libro fue escrito por Daniel durante el cautiverio babilónico, cientos de años antes de Cristo.
Durante el imperio babilónico, Dios mostró a Daniel varias visiones que anunciaban la llegada del reino de Dios. En una visión vio cuatro bestias que representaban cuatro reinos que tendrían soberanía sobre el mundo habitado. Un reino ya existía, los otros tres estaban por venir. La primera bestia era el reino de Babilonia, la segunda el reino medo-persa, la tercera el reino de Grecia bajo Alejandro Magno, y la cuarta el reino de Roma.
Entonces el rey de Babilonia tuvo un sueño de una estatua hecha de cuatro materiales diferentes. Y estos cuatro materiales representaban los mismos cuatro reinos, y a Daniel se le mostró que durante el cuarto reino, el Imperio Romano, el reino del Mesías iba a venir como una pequeña piedra “cortada del monte sin manos”, y crecería hasta convertirse en el monte de Dios. También le dijo a Daniel el tiempo exacto cuando el Príncipe de este nuevo reino vendría. Le dijo que habría exactamente 490 años (setenta sietes), desde la orden del rey de reconstruir el templo de Jerusalén hasta la llegada del Mesías.
No quiero centrarme en estas profecías, pero quiero que entiendas algo importante que se aplica a nosotros hoy. En los días de Juan el Bautista, toda la casa de Israel esperaba algo llamado "el reino de Dios". Tuvieron siglos de cuadros, promesas y profecías, y finalmente, el reino llegó. Cristo comenzó su ministerio en Israel, anunciando y demostrando la presencia y el poder del reino de Dios. Dijo: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado”. (Marcos 1:15) “Llamando a sus doce discípulos... les dijo: Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado”. (Mateo 10:7) Dijo: “Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios.” (Mateo 12:28) Dijo a uno: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios.” (Lucas 9:60) “Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir, y les decía:…sanad a los enfermos, y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios.”. (Lucas 10:1,9)
Hace 2000 años, con la venida de Cristo, el gobierno del cielo o reino de Dios vino a la tierra en la Persona de Cristo y el don de Su Espíritu vencedor. La promesa de Dios llegó, el cumplimiento llegó, la sustancia, la realidad, el reino interno, espiritual y eterno de Dios se acercó al hombre, y ofreció al hombre la libertad de un reino y poder contrario. Ahora bien, sabemos por la historia que la gran mayoría de los judíos no vieron la llegada de este reino, y es fácil para nosotros condenar su gran error. Pero mi pregunta para nosotros hoy es, ¿hasta qué punto conocemos nosotros este reino?