Un Camino Nuevo y Vivo
Parte 2 de El Camino
En el último mensaje, introduje el tema del camino. Hablamos de la caída del hombre, y a partir de ahí traté de mostrar la necesidad que todos tenemos de SALIR de una condición muy específica. Primero tenemos que entender de qué estamos llamados a salir, y sólo entonces seremos capaces de entender algo del camino que Dios ha creado para que lo hagamos. Todos necesitamos salir de algo, y entrar en algo más. En esto consiste la salvación. Y todos necesitamos encontrar y caminar en el único CAMINO que ha sido provisto para este fin. Y diré de nuevo, que la razón por la que me siento impulsado a hablar de este tema no tiene nada que ver con debates doctrinales o misterios espirituales. Para mí esto es el asunto más práctico del mundo. No hay nada más práctico que esto, porque sólo andando en este camino experimentaremos verdadero crecimiento espiritual, o un cambio de corazón.
Desde mi punto de vista, siempre me ha parecido que la mayoría de las personas no cambian realmente. Todo el mundo habla de cambiar, dice que quiere cambiar, y especialmente los cristianos creen que debemos cambiar, y que hay un Dios que tiene poder para cambiarnos. Sin embargo, he vivido lo suficiente como para ver que, en su mayor parte, las personas normalmente siguen una misma trayectoria durante todo el curso de sus vidas, y se desvían muy poco de ella. Por supuesto, las cosas exteriores cambian, el tiempo siempre está dando, quitando y cambiando las cosas que nos rodean, pero es extremadamente raro ver un verdadero cambio de corazón, una auténtica transformación en cuanto a lo que somos, nuestra naturaleza, cómo pensamos, y sentimos, y vivimos.
Y la razón principal de esto, creo, es simplemente porque la naturaleza no cambia. Es decir, la naturaleza tiene límites inflexibles. Un caballo, por ejemplo, tiene una naturaleza, y no importa lo que le hagas a un caballo, no importa lo que le enseñes, cómo lo cuides, cómo lo alimentes, jamás va a actuar como un gato. Hay caballos jóvenes, hay caballos viejos, hay caballos sanos, caballos enfermos, caballos feos, caballos fuertes, pero no hay caballos que vivan como gatos. Y exactamente de la misma manera, y por la misma razón, el corazón o la vida del hombre no cambia, ni puede cambiar. Mientras el hombre siga viviendo la vida de su naturaleza, es decir, mientras viva en y de y para la naturaleza de Adán (su padre caído), no importa lo que le hagas, lo que le enseñes, o lo que le alimentes, sólo avanzará constantemente (como lo han hecho todos los hombres naturales) por la trayectoria de la vida natural, haciendo, pensando, queriendo y sintiendo cosas puramente humanas.
No toda vida humana manifiesta el mismo grado de desorden, o de pecado, o de enemistad con su Creador, pero toda vida humana sigue siendo enteramente humana. El hombre puede cambiar sus acciones, pero no puede cambiar sus motivaciones. Puede dejar de comer en exceso y empezar a ir al gimnasio, pero el amor propio está detrás de ambas elecciones. Un gato tiene que ser un gato, un caballo tiene que ser un caballo, y un hombre tiene que ser y sólo será un hombre, a menos que nazca y crezca otra NATURALEZA dentro de él. Y esta es la razón por la que tan pocos cambian. Es porque no pueden cambiar, a menos que otra vida, con otra naturaleza, encuentre espacio y libertad en ellos para transformarlos en algo completamente diferente a lo que son.
Ahora bien, es esencial que comprendamos que eso es precisamente en lo que consiste el cristianismo. El cristianismo es una manera de llegar a ser algo diferente de lo que somos. PRIMERO y ante todo, es un don de una nueva vida, una nueva naturaleza o Espíritu, que es sembrado en el corazón del hombre por el amor de Dios. Como mencionamos la última vez, es primero algo de arriba que entra en nuestra condición. Y LUEGO es una forma de vivir o permanecer o caminar en este don de la vida, de tal manera que permita su crecimiento y reino. Ambos son esenciales, y creo que se podría decir que ambos son Cristo. Cristo es el don. Él ES la vida, la naturaleza o el Espíritu que Dios nos da. Y Cristo es también el camino por el que debemos aprender a caminar. Cristo dijo: “Yo soy la vida”, y también dijo: “Yo soy el camino”.
Quiero dedicar gran parte del tiempo hablando de Cristo como nuestro camino, y de cómo es que caminamos en Él. Pero tenemos que empezar por asegurarnos de que entendemos algo de este don de la gracia. Si no fuera porque un don o semilla de vida fue dado primero al hombre caído por la misericordia de Dios, no habría absolutamente ningún motivo o razón para esperar un cambio. No habría cristianismo, ni expectativas, ni fe, porque el hombre nunca podría dejar de ser lo que es por naturaleza. ¿Entiendes lo que quiero decir? Los hombres podrían hablar de justicia, pero no podrían dejar de ser injustos. Los hombres podrían hablar de virtudes, tales como humildad, bondad y amor, pero si no tuvieran nada en ellos además de la vida del hombre natural, nunca podrían producir o experimentar estas cosas. Estas cosas no se encuentran en el hombre en su condición caída. Se encuentran en otra naturaleza, otra vida o Espíritu. Y mientras el hombre viva la vida de la naturaleza, seguirá como siempre, viviendo y deseando y actuando según los límites insuperables de su condición caída.
Por lo tanto, la única razón por la que el hombre tiene alguna posibilidad de llegar a ser algo distinto de lo que encuentra en sí mismo, es porque una medida de la vida y la luz de Cristo, de su gracia y su Espíritu, de su Palabra viva, ha sido sembrada en el corazón por el Espíritu que Dios nos ha dado. Este don es el principio de todo. Cada pizca de esperanza que poseemos para ser transformados y liberados del pecado, cada expectativa de crecimiento en la verdad, la justicia y la bondad, se debe al hecho de que Dios nos ha dado un don. Dios nos amó primero. Nos dio a su Hijo, primero como sacrificio, luego como Salvador que mora dentro de nosotros, y después como un camino vivo. Esta es nuestra única esperanza, y como dice Pablo, “la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Rom. 5:5)
Como dije la vez pasada, el hombre no puede producir el bien por sí mismo, del mismo modo que un diamante no puede producir belleza y color sin el sol. El hombre puede recibir, experimentar, disfrutar y manifestar el bien cuando éste le es dado por su único autor y fuente. Pero el hombre, aparte de Dios, no posee el bien, ni puede producir su propio bien. Hay multitud de Escrituras que declaran esto claramente. Hay Escrituras que nos dicen que el hombre, en su condición natural, caído y muerto a la vida de Dios, “es tinieblas” (Ef. 5:8) es “engañoso y perverso” (Jer. 17:9), que ellos son “por naturaleza hijos de ira” (Efe 2:3). Pablo dice, “en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien.” Hay otros versículos que declaran en los términos más claros que, aparte de Cristo, no podemos hacer nada (Juan 15:5). No creo que sea necesario demostrar esto ahora con más Escrituras. Pero es fácil estar familiarizados con estas Escrituras, y sin embargo no haber llegado a entender que la única posibilidad que cualquiera de nosotros tiene de llegar a ser bueno, honesto, puro, limpio, justo, humilde, sabio, etc. o poseer cualquier virtud verdadera o fruto del Espíritu, es porque hay una SEMILLA de estas cosas, una semilla de esa naturaleza, sembrada en nuestros corazones. El Cristianismo no es aprender como hacer estas cosas, o cómo ser estas cosas en la fuerza o habilidad de la carne, o del hombre natural. El cristianismo consiste primero en recibir estas cosas en la forma de una SEMILLA de arriba. Y esta semilla es Cristo en vosotros, la única esperanza de gloria. Es la semilla de mostaza, el talento, la levadura celestial, la perla preciosa, el tesoro escondido en el campo. Pablo dice, “A cada uno de nosotros es dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo.” (Efe 4:7). “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.” (1 Cor 12:7). Todo lo que pertenece a la vida y a la piedad nos ha sido dado por su divino poder, y así es cómo llegamos a ser participantes de la naturaleza divina. (2 Ped 1:3-4)
Si me permites usar la expresión, esto es “la mitad” del Cristianismo. La primera “mitad” es recibir una Semilla celestial, una Palabra viva, un don de Vida que desciende y entra en el hombre desde lo alto. Pero la segunda “mitad”, es el vivir o caminar en un CAMINO particular que te hace experimentar y crecer en ese don de Dios. Esto también es esencial. El camino no es la vida, pero es cómo experimentarás la vida. El camino no es la verdad, pero es la única manera de que conozcas la verdad y seas libre.
Leemos en Juan 8:31 “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”
Hay un camino por el que debemos caminar. Hay un camino que es Cristo, y debemos aprender a caminar en Él, y permanecer en Él. Porque sólo al vivir y caminar en este camino experimentaremos una muerte real a la naturaleza caída en nosotros. Y del mismo modo, sólo permaneciendo en este camino, la Semilla nueva y viva crecerá hasta dominar y prevalecer en nosotros. ¡Este camino es tan importante! Si nos apartamos del camino, no sucederá ninguna de estas cosas. La muerte del viejo hombre y el aumento del nuevo no es algo instantáneo y automático. No. El hecho de que hayas recibido la Semilla no significa que estés recibiendo los beneficios de ella. Recuerda que en la parábola de los talentos, al hombre que recibió un talento se lo quitaron cuando no permitió que aumentara. O en la parábola del sembrador, la MISMA semilla cayó en todo tipo de tierra. En algunas tierras no hubo crecimiento alguno, y en otras, el comienzo del crecimiento fue aplastado por los afanes de este mundo, el engaño de las riquezas y los deseos de otras cosas. ¿Cómo sucedió esto? Si el Sembrador era bueno, y la Semilla era buena, y el sol y la lluvia eran aparentemente los mismos para todos los tipos de tierra, ¿cuál era el problema? El problema, en pocas palabras, fue que la mayoría de los corazones se apartaron del camino.
Cuántas veces, a lo largo del Antiguo Testamento, Dios advirtió y corrigió a su pueblo por apartarse del camino que le había dado. En Éxodo 32, cuando Moisés estaba en la montaña con el Señor, encontramos estas palabras:
“Entonces Jehová dijo a Moisés: Anda, desciende, porque tu pueblo que sacaste de la tierra de Egipto se ha corrompido. Pronto se han apartado del camino que yo les mandé.” (Exo 32:7-8)
En otras Escrituras, Dios advierte severamente a Israel que permanezca en el camino, para que experimenten Su poder expulsando a sus enemigos, y estableciendo su reino.
He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado. Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él. Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren. Porque mi Ángel irá delante de ti, y te llevará a la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo, del heveo y del jebuseo, a los cuales yo haré destruir. (Exo. 23:20-23)
Pero una y otra vez en las Escrituras, a lo largo de la ley, los Salmos, los profetas y también el Nuevo Testamento, en una variedad de cuadros, y declaraciones y lamentaciones por parte de Dios y Su pueblo, vemos que la gran mayoría de aquellos en quienes Dios comienza a manifestar Su propósito y poder, NO se mantienen en Su camino, y por lo tanto no experimentan el bien que Él pretendía. Dios prepara todo, da todo, y hace todo lo que se puede hacer, a menudo haciendo declaraciones como: “¡Oh si ellos tuvieran tal corazón que me temieran, y guardaran siempre todos mis mandamientos, para que les fuera bien a ellos y a sus hijos para siempre!” (Deut. 5:29). Dios está presente, lleno de poder y siempre dispuesto, pero como el hombre no quiere caminar delante de Él en el camino que Él ha provisto, el don que Él ha dado da poco o ningún fruto. Y así, en lugar de crecer en la vida, la bendición, la justicia de Su Espíritu, sus vidas se convierten en tierra fértil para una semilla contraria. Considera las siguientes Escrituras:
Pero yo te planté como vid escogida, toda ella de simiente genuina. ¿Cómo, pues, te has vuelto delante de mí sarmiento degenerado de una vid extraña? (Jer. 2:21)
Cantaré ahora a mi amado, el canto de mi amado acerca de su viña. Mi bien amado tenía una viña en una fértil colina. La cavó por todas partes, quitó sus piedras, y la plantó de vides escogidas. Edificó una torre en medio de ella, y también excavó en ella un lagar; y esperaba que produjera uvas buenas, pero sólo produjo uvas silvestres. Y ahora, moradores de Jerusalén y hombres de Judá, juzgad entre mí y mi viña ¿Qué más se puede hacer por mi viña, que yo no haya hecho en ella? ¿Por qué, cuando esperaba que produjera uvas buenas, produjo uvas silvestres? (Isa. 5:1-4)
Creo que aquí podemos ver claramente que no sólo hay un don, sino también una manera de experimentar el don. En la primera cita, Jeremías nos dice que Dios plantó “una vid escogida, de simiente genuina”. Isaías también dice que Él plantó “vides escogidas.” Es un don perfecto. El hombre no puede añadirle nada, ni mejorarlo de ninguna manera. ¿Por qué entonces ninguna de estas plantas produjo lo que Dios esperaba y deseaba? Repito, hay un don de Dios, y también hay una manera de permanecer en ese don, una manera de someterse a su poder y experimentar su crecimiento.
Como cristianos debemos considerar estas cosas. Se habla mucho de lo que Dios ha hecho, y de lo que Dios ha dado, y mucho de lo que se dice sobre este tema es cierto y correcto. Dios nos ha dado vida y luz en su Hijo. Claro que sí. Pero hay un CAMINO por el que debemos caminar con su Hijo. El Cristianismo no es solo un regalo de vida, también se trata de una manera de recibir esa vida, de caminar con ella, permanecer en ella, y experimentar su poder. Hay una semilla de vida nueva, pero también hay un camino nuevo y vivo, creado por Dios, abierto por Jesucristo, enseñado por el Espíritu, por el que el hombre puede ser cambiado por la vida de la Semilla, y convertirse así en algo distinto de lo que es.
Esto es lo que decía antes. El cristianismo, el verdadero cristianismo, es una forma de cambiar de una naturaleza a otra. No es sólo un camino por el cual el hombre puede ser perdonado por lo que ha hecho. No es sólo un conjunto de verdades y doctrinas reveladas que hay que creer y poner en práctica. El cristianismo es una vida nueva que se experimenta al andar por un camino nuevo y vivo. Es una relación viva con un Espíritu vivo. Y cuando los cristianos caminan en este camino vivo, y aprenden a permanecer en él, experimentan la muerte de una naturaleza y el crecimiento de otra.
Tu corazón no cambiará por aprender creencias correctas, ni por esforzarte en actuar de forma contraria a ti mismo. La falta de esfuerzo no es el problema. La educación no cambiará tu naturaleza. Pero todo cambiará si aprendes a caminar y vivir y permanecer en el camino nuevo y vivo que Dios ha abierto para que los redimidos caminen sobre él. Hablando proféticamente a través de Isaías sobre la obra de Jesucristo, y el camino que Él allanó para nosotros, Isaías dice:
“Pasad, pasad por las puertas; barred el camino al pueblo; allanad, allanad la calzada, quitad las piedras, alzad pendón a los pueblos.” (Isa. 62:10)
Y en el capítulo 35:8-10 dice:
“Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará inmundo por él, sino que él mismo estará con ellos; el que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará. No habrá allí león, ni fiera subirá por él, ni allí se hallará, para que caminen los redimidos. Y los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sion con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido.”
¿Cuál es este camino? Bueno, quizás la forma más sencilla de responder a esta pregunta sea decir lo que ya hemos dicho: el camino es Cristo. Cristo dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí”. Está bien, pero ¿en qué sentido es Cristo un camino? ¿Cómo puede una Persona divina ser un camino? ¿Qué significa esto en la práctica? Siempre me parece muy importante hacer este tipo de preguntas, porque cuando no planteamos este tipo de preguntas al Señor, nos quedamos atascados en suposiciones e imaginaciones y conceptos vacíos. Suponemos que sabemos cosas sólo porque las hemos escuchado muchas veces, o porque asentimos que son verdaderas y que hay que creerlas. Pero hay un abismo infinito entre la familiaridad con las palabras verdaderas, y la experiencia de la verdad que hay detrás de esas palabras. Es increíblemente fácil decir “Cristo es el camino”. Pero EL CAMINO QUE ES CRISTO es difícil y angosto, y en las propias palabras de Jesús, “pocos son los que lo hallan.”
En los próximos mensajes, quiero referirme a algunos cuadros instructivos del Antiguo Testamento que creo que ilustran el camino de una manera muy útil. Pero en este mensaje, solo diré algunas cosas a modo de introducción. Para empezar, me gustaría sugerir que, cuando consideres a Cristo como un camino, en lugar de imaginarte simplemente una puerta, o un arco, que puedes atravesar con un solo paso, pienses más bien en Él como un largo túnel o pasillo, con innumerables puertas a ambos lados. Y la razón por la que prefiero esta imagen, es porque tu experiencia de Cristo como camino no será como dar un paso a través de una puerta y ya, o como pasar inmediatamente de una habitación a otra. Es cierto que Cristo también puede ser llamado puerta, y, de hecho, se llamó a sí mismo la puerta de Sus ovejas. Cristo es muchas cosas. Pero aunque la imagen de una puerta funciona perfectamente para lo que Cristo estaba comunicando en la parábola del Buen Pastor, no creo que sea el sentido más exacto o útil en el que deberíamos pensar en Cristo como nuestro “camino”. Cuando consideramos a Cristo como el camino, yo diría que Él es más como un largo pasillo en el que nos movemos y viajamos continuamente. Él es como un largo y estrecho pasillo por el que caminamos todos los días, un pasillo que cambia continuamente el corazón, renueva la mente y purifica el alma de todos los que permanecen en él y siguen avanzando, y que evitan cuidadosamente las diversas puertas a la derecha y a la izquierda.
Ahora bien, lo que significa hacer esto—es decir, mantenerse en el camino y avanzar—es un tema sumamente importante. Todo depende de ello. Y la verdad es que realmente sólo hay una manera de caminar en él, y de permanecer en él, y sin embargo hay muchas maneras de abandonarlo. No se permanece en este pasillo simplemente aferrándose a creencias y doctrinas y recuerdos de experiencias espirituales pasadas. No, las creencias y los recuerdos no son lo suficientemente fuertes como para mantenerte en el camino nuevo y vivo. Y cualquiera que espere continuar en el camino simplemente teniendo creencias correctas, y asistiendo a una reunión una o dos veces por semana, seguramente tomará una de las puertas de salida a la derecha o a la izquierda. Todos los Israelitas pasaron por la puerta cubierta de sangre para comenzar su viaje, y cada uno de ellos creyó en el Señor. Cada uno tuvo poderosas experiencias y testimonios del poder y la bondad del Señor. Sin embargo, el Señor testificó de casi toda la primera generación que “siempre se desvían en sus corazones, y no conocen Mis caminos” (Heb. 3:10) y por eso juró que no entrarían en Su reposo. Como ya hemos leído en Éxodo 32, ellos “pronto se apartaron del camino que yo les mandé.”
Así que, aunque es correcto decir que Cristo hizo el camino, y que Cristo es el camino, NUESTRO PAPEL es andar y permanecer en ese camino. Y si me pidieran que describiera lo que significa para un cristiano andar en el camino que Cristo ha abierto, lo resumiría diciendo que implica DOS cosas principales. Las mencionaré ahora, y las explicaré mucho más en las próximas enseñanzas. Por un lado, implica una negación continua de la voluntad o deseo de la carne. Esto es absolutamente esencial. Esto es como decir, si quieres caminar hacia el este, tienes que negar tu voluntad de caminar hacia el oeste. ¿Por qué? Porque es imposible caminar hacia el este mientras sigues viajando hacia el oeste. De una manera muy similar, si estás obedeciendo voluntariamente los deseos y movimientos de la naturaleza carnal, o primer nacimiento caído, entonces tu corazón está voluntariamente mirando y dirigiéndose en la dirección equivocada. Estás alimentando la naturaleza que Cristo quiere crucificar; y estás ignorando y resistiendo la naturaleza que Cristo quiere formar en ti. Es así de sencillo. La negación del yo no es opcional. Y no es porque Dios sea estricto o porque quiera que sufras. Se debe sencillamente a que el yo es precisamente aquello de lo que Dios quiere salvarte. No puedes seguirlo y al mismo tiempo ser libre de él.
[Y por favor, que nadie diga que esto tiene algo que ver con una religión de obras. Esto es negar tus obras. Esto es resistir y negar todo lo que proviene de ti, para que Cristo pueda ser y hacer todo en ti.]
Esto por un lado. Por otro lado, mantenerse en el camino implica una sumisión continua y voluntaria del corazón a la luz y a la vida de Cristo. Dios no espera que conozcas naturalmente el camino. Tampoco espera que encuentres en ti mismo la fuerza o la sabiduría para recorrerlo. Pero lo que sí puedes hacer, y lo que tienes que hacer, es entregar tu corazón continua y voluntariamente a toda manifestación de Su luz. Así es como el camino se abre delante de ti. Así es como Cristo se convierte en luz para tu camino. Y estas dos cosas fundamentales son como tus dos pies (por así decirlo), que te mantendrán caminando en el camino.
Jesús declaró estas dos cosas con las palabras más fuertes. Sus palabras sobre lo que significa ser discípulo o seguidor de Él en el camino de la regeneración no pueden ser más claras. No pueden ser malinterpretadas; sólo pueden ser ignoradas. “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.” Seguir a Cristo en el camino, o andar por el camino que es Cristo, significa un continuo dar la espalda a los deseos mentirosos del hombre natural, y una continua sumisión de tu voluntad a la luz, vida, Espíritu o gracia de Cristo (que son todas varias descripciones de la misma Persona y poder). Así es como comenzamos nuestro camino, y sólo así podemos continuarlo.