Cristo Vino Para Sacarnos
Parte 1 de El Camino
Tengo muchas cosas en mi corazón que deseo compartir, y todas tienen que ver con conocer y caminar en Cristo como el CAMINO. Ahora, casi todos los cristianos saben que Cristo dijo “Yo soy el camino”, y es muy fácil citar esa Escritura. Cualquiera puede hacerlo. Pero una cosa es saber que Cristo es el camino, y otra cosa es conocer y andar en el camino que es Cristo. Y en estos días, la realidad y la experiencia de andar en este camino—el camino nuevo y vivo que es Cristo—se ha convertido en algo de la mayor importancia para mí. He llegado a ver que todo depende de ello. Si no conocemos verdaderamente el camino, ¿cómo podemos evitar vagar sin rumbo, o perdernos completamente durante este breve tiempo que nos ha sido concedido aquí? Y si hemos aprendido algo de este camino, pero no aprendemos a permanecer en él, ¿cómo podremos llegar al destino correcto?
Así que repito, es de suma importancia que no sólo sepamos que Cristo es el camino, sino que sepamos y aprendamos a permanecer en el camino que es Cristo. Esto no es religión teórica, ni doctrina árida. Es el asunto más práctico del mundo. El tiempo nos ha sido dado por Dios para un solo propósito principal, y ese propósito es seguir a Cristo en el camino vivo de la regeneración, permanecer en Él y caminar con Él por el camino angosto que conduce a la vida. Quiero hablar de lo que esto significa. De nuevo, no para que salgamos de aquí con doctrinas correctas en nuestros cerebros o notas precisas en nuestros cuadernos. No, sino más bien para que tú y yo pasemos el resto de nuestras vidas andando cuidadosamente en este camino nuevo y vivo, y experimentando todo lo que Dios hace en aquellos que están dispuestos a permanecer en él.
Nunca me interesa tener sólo palabras espirituales correctas. Me parece que hay demasiados hoy en día que están buscando palabras correctas, nuevas palabras, nueva y mejor revelación, pero a menudo no saben la diferencia entre las palabras y la realidad que hay detrás de las palabras. Digamos que te acaban de decir que tienes una enfermedad terminal, y te acercas a mí y me dices que te quedan pocas semanas de vida. Y después de darme la mala noticia, te digo: “No te preocupes. Resulta que tengo aquí en el bolsillo un papelito con la palabra “CURA” escrita. Ahora, cualquiera que tenga una enfermedad sólo necesita una cura, y estará bien. Así que no te preocupes. Simplemente toma esta cura, vete a casa y sé feliz”. El problema aquí es, por supuesto, inmediatamente obvio. Hay una gran diferencia entre la palabra cura y la experiencia de la cura. Y esta es precisamente la misma diferencia entre saber que Cristo es el camino, y andar en el camino que es Cristo.
Por lo tanto, quiero hablar de la manera de caminar con Cristo y en Cristo para que el corazón experimente todo lo que es Cristo. Pero para entender correctamente qué es este camino, o cómo permanecer en él, necesitamos dar unos pasos atrás, y abrirnos camino hacia este tema. Seguir a Cristo significa seguirle FUERA de algo. No es seguirle sin rumbo, vagando aquí y allá. No, seguir a Cristo implica un camino muy concreto, un viaje muy específico. Al principio, el hombre cayó FUERA de algo, y también cayó DENTRO de algo. Por eso, seguir a Cristo implica un éxodo muy particular, e implica seguir a Cristo FUERA de aquello en lo que el hombre cayó.
El hombre fue creado originalmente como una vasija viviente para la gloria de Dios. NO fue hecho para ser la fuente del bien, o de vida espiritual, o de justicia, sabiduría, gloria, etc., sino que fue hecho (mucho más allá que todas las demás criaturas) para recibir, y llevar, experimentar, disfrutar y manifestar la vida, el bien y la justicia de Dios. Esto es lo que significa ser creado a imagen y semejanza de Dios. No significa que el hombre haya tenido la capacidad de producir la semejanza de Dios a partir de sus propios recursos. Y ciertamente no tiene nada que ver con que la imagen de Dios tenga dos brazos, dos piernas y una nariz. Ser creado a imagen de Dios significa que el hombre fue hecho para recibir, experimentar y exhibir la semejanza, naturaleza, belleza y atributos de Dios, más que cualquier otra criatura, y esto fue posible porque el hombre originalmente vivió y caminó en la vida y la luz de Dios. Así es cómo el primer hombre y la primera mujer llevaban la imagen y semejanza de Dios—no porque su forma externa se pareciera a la forma de Dios; Dios no tiene ninguna forma—sino porque compartían la naturaleza de Dios, Su voluntad, Su Vida, Su propósito, Su conocimiento, sabiduría, etc.
Ahora bien, lo que le sucedió al hombre, como todos sabemos, es que se apartó de esta fuente de bien, la fuente de vida, de luz, de justicia, y procuró ser una fuente propia. La tentación o seducción específica para esto se presentó a nuestros primeros padres en la forma de un árbol, y mucho se podría decir sobre ese árbol si ese fuera nuestro tema hoy. Pero basta por ahora decir simplemente que al creer la mentira de que el hombre podía ser algo, tener algo, poseer algo BUENO aparte de la vida, la voluntad y la presencia de Dios, ellos se apartaron de Dios, perdieron Su vida y se convirtieron en una fuente para sí mismos. No simplemente comieron impulsivamente del árbol equivocado, o tomaron una mala decisión. No. Dejaron de poner sus ojos en Dios, de recibir de Dios, de alimentarse de Dios, y se volvieron hacia otra fuente. Se apartaron de una fuente para convertirse en su propia fuente de bien, de vida, o de propósito, de sabiduría, y así cayeron de Él, y perdieron la vida de Dios en el alma del hombre. Esta fue su muerte espiritual. Esta fue la caída del hombre. No fue sólo un error. No fue solo una prueba que fallaron. Fue un alejamiento de la vida, la luz, el bien, la justicia, la presencia y el poder de Dios para encontrar el bien, la sabiduría, vida, etc. fuera de El. Y cuando el hombre se desvió en esta dirección, y eligió este camino, cayó de todo el bien y la justicia, y se hundió en lo que se llama pecado.
Ahora, pecado es una palabra muy común en la iglesia hoy en día, pero es algo muy diferente de lo que la mayoría de la gente piensa. Cuando se piensa en el pecado, no se debe pensar principalmente en una lista de cosas que son malas, como si Dios hubiera hecho una lista de cosas que son aceptables, a las que llama justicia; y hubiera hecho otra lista de cosas que no son aceptables, a las que llama pecados. No, no es así. Bueno, el pecado ciertamente es malo e inaceptable a los ojos de Dios, pero nuestra comprensión del pecado debe ser mucho mayor que esto. Pecado es cuando algo que Dios ha hecho bueno originalmente, algún aspecto bueno de la creación, deja de vivir en y por la vida y naturaleza y voluntad del Creador. Todo lo que es bueno en este mundo tiene un bien prestado o reflejado, del mismo modo que la luna solo emite una luz prestada y reflejada. Cuando la creación funciona de acuerdo con su diseño creado, ella recibe el bien de Dios, la belleza de Dios, la justicia de Dios, el propósito de Dios (en muchas formas y medidas). No produce su propio bien separado de su creador. Si lo piensas, ¿de dónde podría obtener ese bien, si no viniera de su propio Creador? Su bien proviene (en mayor o menor grado) de una habilidad o capacidad dada por Dios para recibir, reflejar, manifestar algo de lo que Dios es o tiene.
Así que cuando piensas en el pecado, piensa en algo que está presente en la creación de Dios, o viviendo en la creación de Dios, que ya no está viviendo por la vida de Dios. Está ahí, está presente, Dios lo creó bueno, pero ya no está viviendo y operando, moviéndose, deseando, reflejando, actuando en la voluntad y el propósito del Creador, sino más bien en algún grado de contrariedad o enemistad con Él. Y ESTA es la condición en la que el hombre ha caído.
El pecado es muy parecido a un cáncer. Toma la vida, la fuerza y la energía de tu cuerpo, todo lo bueno que puede obtener de ti, para crear algo que es dañino para tu cuerpo. Está ahí en ti, usando la vida, la sangre, el calor que le das, pero está viviendo y creciendo de una manera que no es tu imagen, no es tu voluntad, y definitivamente no es tu bien.
Cuando el hombre cayó en el pecado, no fue simplemente como si hubiera adquirido un mal hábito. Lo que sucedió es que PERDIÓ lo único que vivía en él, que se movía en él, que lo motivaba, que se manifestaba en él, que era bueno o justo. O en otras palabras, perdió todo lo que tenía su fuente y naturaleza en la vida de Dios. No hay DOS fuentes de justicia, como si una fuente viniera de Dios, y otra fuente viniera de otra cosa. Sólo hay una fuente de justicia, una fuente de vida, una fuente de verdadera sabiduría y amor y el bien. Y cuando el hombre perdió esta fuente, se convirtió en algo que seguía viviendo (porque su Creador le había concedido una existencia en este mundo), pero que ya no tenía acceso a lo ÚNICO que podía hacerle verdaderamente bueno, sabio, puro, justo y espiritualmente vivo.
¿Entiendes lo que quiero decir? Cuando el hombre cayó en pecado, es un poco como si un animal que antes respiraba aire se convirtiera en pez y cayera al mar. Y ahora que se ha convertido en pez, tiene que permanecer en ese lugar. Es libre de hacer lo que quiera, o de ir a donde quiera en ese mar, pero no puede salir de él. Puede nadar desde Nueva York hasta Japón en el agua, pero no puede salir del agua. Tiene libertad en el ámbito dentro del cual tiene libertad, pero no puede salir de esa condición. Así es el hombre en pecado. Perdió el aliento de vida, el Espíritu de vida, la luz de la vida, y aunque sigue siendo una criatura en la creación de Dios, y es libre de vivir y elegir y actuar dentro de los límites de la condición carnal caída, no puede escapar de ella. No puede salir de ella. Y todo lo que es en ese ámbito, todo lo que piensa, entiende, desea y hace, CARECE de lo único que podría hacerlo bueno.
En esto consiste el pecado. Es la ausencia del bien de Dios manifestándose en la creación de Dios. La falta de la justicia de Dios. Es una vasija que ha perdido su tesoro, y ahora contiene otras cosas. Es el hombre atrapado en esta condición, no porque Dios le haya impuesto un castigo arbitrario, sino porque el hombre se apartó de lo único que podía hacerlo bueno, y se llenó de otras cosas.
Y así ahora, cada vez que cualquier hombre natural caído, o cualquier ángel caído, vive o habla o desea algo APARTE de la voluntad, y naturaleza, y bien, y vida, y sabiduría de Dios, esto se llama PECADO. De nuevo, es pecado, no solo porque esta en una lista de cosas en la Biblia que son malas. No, es pecado porque es algo en la creación de Dios que fue hecho para recibir y llevar y reflejar Su bien, que ahora está tratando de actuar y vivir y hablar y querer aparte del bien, la justicia y la vida. Es el hombre viviendo como una fuente para sí mismo.
Hay un versículo interesante en el capítulo 8 de Juan que tiene que ver con esto mismo. Jesús está hablando a los judíos sobre el diablo, diciendo que él es su verdadero padre porque ellos hacen sus obras. Y hace este comentario sobre el diablo, que creo que también puede decirse del hombre caído. El dice,
Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira. (Juan 8:44)
Donde dice “de suyo habla” aquí en la Reina Valera, en ingles se lee “habla de sus propios recursos.” Cuando habla mentira, habla de sus propios recursos. Lo mismo, creo, podría decirse acerca de todo ser creado que no hable desde Dios. Habla desde sus propios recursos, y por lo tanto no tiene verdad en él. Y por eso también dice Pablo en Romanos 14 que “todo lo que no proviene de la fe es pecado”. (Rom 14:23) Esto es verdad, porque es sólo por la fe que el hombre puede recibir, experimentar y hablar lo que viene de Dios.
Espero que puedas ver aquí la grandeza de lo que es el pecado. Dios creó todo perfecto. Creó todo en una condición en la que, según su particular capacidad, podía recibir algo de Dios, y podía expresar, comunicar, manifestar, reflejar, y convertirse en una especia de vitrina del bien, de la justicia, de la belleza de Dios... de tantas maneras diferentes, con diversas virtudes, atributos, colores, propiedades, etc. Todo lo que hace que algo sea BUENO viene de Dios. “Todo don bueno y perfecto desciende del Padre de las luces”. No empieza abajo. Lo bueno empieza arriba, la justicia empieza arriba, la sabiduría empieza arriba y luego desciende. Si tratamos de crear un tipo de bien o una forma de sabiduría que comience abajo, entonces es “terrenal, animal y diabólica” Estas son las palabras de Santiago en 3:15. Hay una sabiduría que viene de arriba y otra que viene de abajo. Hay una fe de arriba, y una fe de abajo (que no es más que la creencia u opinión humana). Hay un amor de arriba, y hay algo que llamamos amor que viene de abajo. Uno de ellos es justicia, y el otro se llama pecado. ¿Pero POR QUÉ es pecado? De nuevo, no es pecado porque esté en la lista de cosas malas. Es pecado simplemente porque carece de lo único que podría hacerlo bueno: es decir, la vida, la naturaleza, la luz, etc. de Dios. Es pecado porque sólo puede actuar a partir de sus propios recursos. Sólo puede actuar desde lo que la Escritura llama “el yo”.
Esto es lo malo del yo, del egoísmo y del amor propio. El yo es malo y debe ser negado por una razón muy sencilla. Es malo porque no puede ser bueno. Simplemente no tiene nada bueno. No puede evitar pecar, porque no tiene otros recursos. Carece de los recursos, de los atributos, de las virtudes, de los frutos que sólo vienen de lo alto. Es una naturaleza que se ha alejado de Dios y ha buscado vivir por su propia cuenta. Es una naturaleza que abandonó la fuente de agua viva y procuró construir para sí cisternas rotas que no retienen el agua. Es una planta con una mala raíz, que proviene de la semilla equivocada. Y por eso la Escritura tiene cosas muy fuertes y terribles que decir sobre el yo, sobre el hombre en su condición caída.
Después de la caída del hombre, en Génesis capítulo 6 versículo 5, Dios dice “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.” Esta afirmación sobre la condición caída del hombre es tan fuerte que casi podría parecer una exageración. ¿Todo designio? ¿Solamente el mal? ¿De continuo? Pero no es una exageración, porque todo lo que esta declaración está diciendo es simplemente lo siguiente: “El hombre, aparte de Dios, no puede producir el bien”. O: “El hombre, aparte de la vida de Dios, no puede ser fuente de nada bueno”. O: “No existe dos fuentes del bien.” Y si el hombre vive como criatura aquí, como parte de la creación de Dios aquí, sin recibir y manifestar el bien que desciende de arriba, entonces todo lo que el hombre haga será una expresión de sus propios recursos. Cuando actúe, lo hará a partir de sus propios recursos. Cuando hable, hablará a partir de sus propios recursos. Y esto se llama PECADO.
Por eso el egoísmo no es una “opción” para el hombre natural. Es simplemente lo que él ES aparte de Dios. Y mientras vivimos en esa naturaleza caída, que se llama carne, leemos a lo largo de las escrituras que este hombre o naturaleza es “enemistad con Dios”. El hombre natural aparte de Cristo es llamado “tinieblas”. El no solo tiene algunos pensamientos que son tinieblas. El ES la ausencia de luz. En esto consiste el pecado. Y esta también es la razón por la cual el hombre natural, por si mismo, no puede entender las cosas del Espíritu. ¿Por qué? Porque necesita recibir las cosas del Espíritu (como Pedro) cuando descienden del Padre de las luces. “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.” Y es por esto que ningún hombre puede producir justicia por sí mismo. ¿Por qué? Porque la justicia primero desciende de lo alto. Hay un hermoso versículo en Isaías 45:8 que lo describe bien: “Rociad, cielos, de arriba, y las nubes destilen la justicia; ábrase la tierra, y prodúzcanse la salvación y la justicia; háganse brotar juntamente. Yo Jehová lo he creado.” Esta también es la razón por la que Caín no pudo producir una ofrenda en el primer nacimiento, o la naturaleza caída, que Dios pudiera aceptar. ¿Por qué? De nuevo, la razón es muy sencilla. Lo bueno no está en el hombre que ha caído en pecado.
Ahora bien, si un hombre muere en esta condición, siendo una criatura que vive separada de la vida y de la luz, la gracia, y el poder de Dios que desciende al hombre, esto se llama “morir en vuestros pecados.” Jesús les dijo a los judíos: “Si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis.” No pasarán de la muerte a la vida. Permanecerán en la muerte, porque ya están en la muerte. Juan el Bautista dice algo muy similar en Juan capitulo 3:36 El dice, “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él.” Es que, la ira de Dios ya está sobre el hombre, cuando vive en esa condición que es contraria a Dios. Pero permanecerá sobre él, y será su herencia eterna, a menos que siga al Hijo de Dios FUERA de esa condición. De nuevo, esta es la razón por la que Jesús les dice a los judíos: “A donde yo voy, vosotros no podéis ir”. Mientras te quedes donde estás, morirás en tus pecados. Morirás como un pez en el mar que nunca ha salido del agua, a menos que me sigas fuera del mar. Morirás en tus propios recursos. Permanecerás como una criatura que sólo ha vivido, y actuado, y hablado según sus propios recursos.
¡Y ESTA es la razón por la que Cristo tuvo que venir! Él no vino a nuestra condición para dar doctrinas verdaderas, o una nueva filosofía de vida, o incluso una nueva religión. Vino para ofrecer al hombre una salida de esa condición llamada pecado, para sacar peces del mar. En un sentido muy real, Cristo era un pescador de hombres. Y la MANERA en que Él pesca a los hombres para sacarlos del pecado, o del mundo, de la naturaleza y de la condición en que todo se hace de acuerdo con nuestros propios recursos oscuros y muertos, es primero ENTRANDO EN ESA CONDICIÓN. Amigos, no había absolutamente ninguna manera de llamarnos a salir de esa condición, sin que Él primero entrara en ella. Si imaginamos nuestra condición en el pecado como si estuviéramos atrapados dentro de un gran círculo, o en un enorme océano en el que hubiéramos caído, alguien podría preguntar: “¿Por qué no podía Cristo simplemente colocarse en el borde de ese círculo, o en un muelle junto al mar, y llamarnos a todos a salir de él?”. Pero, ¿qué poder poseíamos para salir? ¿Qué poder tiene un pez para salir del mar? ¿Qué fuerza o habilidad o sabiduría encuentra el hombre caído en sí mismo para salir de su propia caída? ¿Puede usar sus propios recursos para salir de sus recursos? ¿Tiene sentido esto? No. No tenemos nada que pueda lograrlo. No tenemos ninguna habilidad para hacerlo. Un nuevo conjunto de creencias religiosas no puede hacerlo. Una ley describiendo y requiriendo justicia no puede capacitarnos para salir del yo. No, ¡DIOS NECESITABA ENTRAR!
Este es el gran milagro de nuestra salvación. Dios vino. Dios entró. “Dios fue manifestado en carne” (1 Tim 3:16), y ésta era nuestra única esperanza. Dios necesitaba entrar en este mar, en nuestra condición, y unirse a nosotros en nuestro estado caído. Necesitaba entrar en él, vencerlo, y luego salir de él, unido al hombre, para que el hombre, aferrándose a Él, caminando en Él y con Él, pudiera (por Su poder y Espíritu) salir con Él en el camino nuevo y vivo. Este es el Evangelio de Jesucristo. Dios entró en nuestra condición. Dios se manifestó en la carne. Dios se hizo “pez” (por así decirlo) y se lanzó al mar. NADA habría cambiado, si Alguien de arriba no hubiera bajado primero, entrado, y se hubiera unido al hombre en esa condición. Y de nuevo, esto fue hecho por el Hijo o Verbo de Dios, para que todo aquel que estuviera dispuesto a unir su alma a la vida que descendió, pudiera salir con Él por el camino que Él abrió.
Esto se llama la encarnación de Jesucristo. Y aunque pueda sonar un poco raro, es importante que consideremos la encarnación tanto externa como internamente. Porque Jesús no sólo vino y se unió con Su propio cuerpo físico que vino de la virgen María. Por supuesto que Él hizo esto, y este es el fundamento de nuestra salvación. Porque esta encarnación en Su propio cuerpo es cómo el Hijo de Dios se hizo hombre, y se ofreció a si mismo como el Cordero de Dios, como el sacrificio por el pecado, la expiación, etc. Así es cómo Cristo abrió el camino, estableció el nuevo pacto, y fue levantado de la tierra para atraer a todos hacia sí. Esto es absolutamente cierto y de suma importancia. Pero si bien es cierto que el Verbo se hizo carne en la Persona externa de Jesús de Nazaret para hacer la voluntad de Dios, también es cierto que Dios siembra una semilla, o don, o grano de mostaza, o Palabra implantada de esta misma vida en el corazón de cada uno de nosotros. Así que, podemos decir de manera general que Dios entró en nuestra condición y se unió al hombre en el cuerpo de Jesucristo. Y también podemos decir, de manera muy personal, que Dios entró en nuestra condición y se unió a ti y a mí también.
Porque, si Jesucristo sólo viniera exteriormente como Hombre, como Dios y Hombre unidos en una Persona divina, fuera de nosotros, y sólo por Sí mismo cumpliera la Ley, y obedeciera a Su Padre, y sufriera Su propia tentación, Su propia muerte, Su propia resurrección, Su propia ascensión y regreso al Padre, entonces, ¿qué lograría eso para nosotros? Si sólo se tratara de una encarnación y crucifixión y resurrección que tuvieran que ver con Su propio cuerpo, y la gente sólo pudiera ver todo esto externamente con sus ojos, o leer sobre ello en un libro, entonces esta encarnación no sería capaz de ayudarnos. Pero si este mismo Jesús, por Su Espíritu omnipresente y vencedor, también entró en nosotros, y nos ofreció una manera (por fe) de unirnos a Él, y aferrarnos a Él, y así experimentar Su nacimiento en nuestros corazones, y Su crecimiento, Su obediencia, Su muerte y Su resurrección en nosotros, entonces cada uno de nosotros que se aferra a Él y camina con Él en el CAMINO que Él abrió, puede seguirlo fuera de todo pecado, oscuridad y muerte.
Y ahora nos estamos acercando un poco más a hablar del CAMINO que es Cristo, y de lo que significa permanecer en Cristo como nuestro camino. Pero permítanme terminar este mensaje preguntándoles si lo que acabo de describir no es precisamente el cuadro que Dios nos ha pintado en multitud de historias e ilustraciones de la Biblia. Por ejemplo, en la historia del Éxodo, para sacar a Su pueblo de la esclavitud, y de una condición desesperada de pecado y muerte, ¿no es cierto que Moisés tuvo que entrar primero? ¿No lo envió a entrar en esa tierra de muerte y oscuridad, para manifestar Sus juicios, para llamar a un pueblo a seguirle, para mostrarles una luz en sus propias moradas, para abrir una puerta con sangre en ella, y para llamarlos a salir siguiéndole? Y en la historia de Sodoma y Gomorra, ¿no fueron enviados dos ángeles a una ciudad condenada, no para salvarla, sino para invitar, e incluso animar a todos los que estuvieran dispuestos a tomarlos de la mano y seguirlos? Y en la historia de Jericó, ¿no entraron dos hombres en la ciudad? ¿No declararon el juicio de Dios sobre aquella tierra y abrieron un camino para sacar a Rahab? Y cuando Abraham envió a su siervo a traer una esposa para Isaac, ¿no lo envió a una tierra extranjera, para ver si Raquel se humillaría incluso para dar de beber a sus camellos, y luego seguirle voluntariamente de vuelta a su señor? Y Jacob, ¿no fue enviado también a tierra hostil, para trabajar durante años contra el mal y la injusticia, a fin de que, unido a su mujer, pudiera llevarla de vuelta a la casa de su padre?
Dios encuentra al hombre en una condición de la que no podemos salir. Esta condición tiene varios nombres. Se llama muerte espiritual. Se llama esclavitud al pecado. Se llama “sin esperanza y sin Dios en el mundo”. Efe 2:12. Y para sacarnos, Dios primero tiene que entrar. Moisés y Aarón entraron en Egipto. Los dos ángeles entraron en Sodoma. Los dos espías entraron en Jericó. El juicio es declarado contra esos lugares. La salvación no se concede a nadie que quiera permanecer en esos lugares. Pero un CAMINO es abierto por Dios para que puedan salir; y ese camino implica unirse, aferrarse, y caminar con Aquel que entró. Este es el camino del que quiero hablar.