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La Naturaleza de la Obra Consumada de Cristo

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Debido a que algunos de los que visitan este sitio pueden estar familiarizados con mis primeras enseñanzas o escritos, me siento obligado a publicar el siguiente documento que escribí originalmente en el 2018, y que justo ahora (febrero del 2023) he ampliado y actualizado un poco. Dice Salomón: “La senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto.” En mi caso, hace casi diez años, la misericordiosa salida de ese sol o luz interior me hizo ver algunos errores que se encuentran en algunas de mis enseñanzas y libros anteriores. (No me refiero a nada de lo que encontrarás en este blog, pero hay publicaciones y audios más antiguos que aún están disponibles en algunos otros sitios). Y aunque todavía creo, y experimento cada vez más, muchas de las verdades representadas en esas primeras publicaciones (por ejemplo, las verdades que tienen que ver con la naturaleza interna y transformadora del verdadero cristianismo, el gran contraste entre la naturaleza de Cristo y el hombre adámico caído, la necesidad de experimentar la luz o la revelación de Cristo brillando en el corazón, los tipos, sombras y figuras del Antiguo Pacto cumplidos en la persona y la obra de Cristo, etc.), aun así, había dos temas principales (y extremadamente importantes) respecto a los cuales mis antiguos escritos y enseñanzas se quedaban muy cortos, y en algunos casos podían inducir a error. Esos dos temas eran 1) el verdadero significado y la absoluta necesidad de tomar la cruz de Cristo cada día, y 2) la naturaleza de la obra consumada de Cristo. 

El tema que quiero aclarar en esta enseñanza tiene que ver con el último, es decir, con la obra consumada de la cruz, y cómo se relaciona esta con los creyentes. Mi creencia anterior era, que aquellos que verdaderamente habían nacido de nuevo del Espíritu, inmediatamente entraban en lo que yo llamé “la obra consumada de Cristo,” donde la verdadera obra de redención ya estaba completa y perfecta, y donde el creyente sólo carecía de la visión dada por el Espíritu de lo que Dios ya había hecho, y de los cambios automáticos que esto necesariamente produciría en el corazón. Aunque hay cierta medida de verdad en algunas de estas afirmaciones (cuando son correctamente entendidas y aplicadas por el Espíritu de Dios), creo que la tendencia general de esta afirmación es incorrecta y tiende a abrir las puertas a gran malentendidos, errores y peligros.

Ahora, para ser claro, yo creo absolutamente en la obra perfecta y completa que Cristo realizó en la cruz, y sé que  es el fundamento y la base de nuestra relación con Dios y de todo lo que Él nos ofrece en Su Hijo. A través de Su muerte, sepultura y resurrección, Cristo fue “puesto como propiciación en Su sangre,”1 “se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante,”2 estableció “la remisión de los pecados pasados,”3 inició en Sí mismo un nuevo pacto, comenzó una nueva creación, un nuevo hombre espiritual y corporativo, y abrió una puerta con sangre para todos los que desean seguirlo fuera del Egipto espiritual. Sin embargo, habiendo establecido estas cosas, permanece una pregunta extremadamente importante que debe ser respondida y comprendida correctamente, a saber:  ¿Cómo, cuándo y de qué manera me afecta realmente lo que Cristo realizó a través de la cruz? O, aunque Cristo ya haya consumado Su obra, ¿qué ha sido realmente consumado en mí? ¿Estoy experimentando la eficacia, el poder y el resultado previsto de este increíble don? ¿He sido cambiado por esa obra? ¿Estoy realmente muerto al pecado, muerto a la carne, y caminando en la nueva vida o Espíritu de Cristo?  etc. 

Aquí es donde entra el malentendido (o mejor dicho, el engaño). Al enemigo de nuestras almas le gustaría que creamos y que le digamos al mundo, que a pesar de nuestra evidente  FALTA de luz, vida y justicia espirituales, que a pesar de la falta de santidad (“sin la cual nadie verá al Señor”4), que a pesar de no experimentar la crucifixión de nuestras concupiscencias o la eliminación del cuerpo de pecado, que a pesar de no producir los frutos de Su Espíritu, o de no experimentar la semejanza de Su muerte, o de no caminar en el amor (sin el cual Pablo dice que no somos nada), que a pesar de todo esto, aún así, (se dice,) de alguna manera, a los ojos de Dios, somos tan perfectos como Cristo es perfecto, porque Cristo es nuestra vida; o que nada de esta innegable  carencia de transformación, renovación, libertad y santificación importa realmente porque (habiendo dicho la oración del pecador) hemos llegado a una obra terminada.

Ahora, hasta donde recuerdo, no creo haber llegado tan lejos en mis enseñanzas como para haber dicho que ya éramos perfectos, o que no había necesidad de que creciéramos ni de que fuéramos transformados mediante la Palabra viva de Dios. Siempre creí que era el deber y la responsabilidad de cada corazón seguir conociendo al Señor, buscar la revelación de Cristo, viajar desde el Egipto interno a la Tierra Prometida interna, humillarnos y clamar por la verdad, buscar ser cambiados a Su imagen de gloria a gloria, experimentar el crecimiento interior del reino de Dios, etc. Sin embargo, la forma en que describí la obra consumada de la cruz, y nuestra inclusión y aceptación inmediata en ella, llevó a muchas personas a erróneamente aplicar la obra externa de Cristo a sí mismos, aun cuando sus corazones y vidas permanecían en un estado de gran enemistad contra Él. Esto ha hecho que algunos digan “Dios ha hecho todo por mí,” incluso mientras se han resistido y han rechazado lo que Él desea hacer en ellosLe ha dado lugar a la carne para continuar viviendo, reinando, pensando, deseando, corriendo y amando el mundo, todo bajo el manto de la “obra consumada de Cristo.” Me temo que algunos, tras haber leído mis libros o escuchado mis enseñanzas, han alabado al Señor por Su obra externa de la cruz, aun cuando internamente “crucificade nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y lo exponen a vituperio.”5 

Ahora bien, es verdad que Cristo ha acabado Su obra, y que ha establecido y nos ha dado un don que es perfecto, poderoso, vivo y nuevo. Pero todo el testimonio de las Escrituras (tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento) declara que, aunque Cristo compró este don para nosotros, es sembrado en el corazón  del hombre como una pequeña semilla de mostaza, “la más pequeña de todas las semillas,”6 la cual, dadas las condiciones adecuadas, tiene poder para llenar el jardín del corazón y desplazar a todas las demás plantas. El Señor mismo compara el don perfecto de Dios con una pizca de levadura celestial, que debe llenar las tres medidas de harina; con una pequeña perla de gran precio, que sólo se obtiene y disfruta perdiendo todo lo demás. Es como una semilla que se siembra entre caminos, pájaros, rocas, hierbas y espinas, donde los de “corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.”7 O, en las palabras de Daniel, es como una piedra pequeña cortada, “no con mano,”8 de una montaña, que golpea el reino interior de la carne y llena el alma de la montaña de Dios. 

El don es realmente perfecto, pero no hace que los hombres sean perfectos inmediata y automáticamente. Muy por el contrario, se nos dice, “recibid con mansedumbre la Palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.”9 Se nos dice, “obrad vuestra propia salvación con temor y temblor. Porque Dios es el que en vosotros obra, así el querer como el hacer, según su buena voluntad,”10 y, “Siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo.”11 Pedro nos dice, “Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación.”12 Y Jesús mismo, tanto en precepto como en ejemplo, manifestó que la única manera de crecer en la vida espiritual es, permaneciendo en el camino “angosto y difícil”13 de la muerte interna, “negando”14 e incluso “aborreciendo”15 la vida caída y corrupta que tenemos en la carne, tomando nuestra cruz y siguiéndolo a Él. 

Nuevamente, el don en sí mismo es perfecto, completo y no puede mejorarse, pero el terreno en el que cae es un ambiente hostil que felizmente sofocaría la semilla para salvar su vida. Debido a esto, el Nuevo Testamento está repleto de advertencias, amonestaciones e instrucciones prácticas  sobre cómo debemos proteger, apreciar e incluso “avivar el fuego del don de Dios”16 que fue sembrado en el interior. Cristo nos advierte (en variedad de formas) que el talento o la mina se da específicamentepara que se incremente, y que al siervo que guardó lo que se le había dado sin permitir su crecimiento, el señor le decretó: “Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos.”17 Pablo nos advierte “que no recibamos en vano la gracia de Dios,”18 que no hagamos “afrenta al Espíritu de gracia,”19 que no “pisoteemos al Hijo de Dios,”20 “retroceden para perdición,”21“creamos en vano,”22 “naufraguemos en cuanto a la fe,” etc. Y la razón para estas (y muchas otras) advertencias es, que si no nos entregamos por completo al poder salvador, purificador, santificador y transformador de esta Semilla implantada, encontraremos que “los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa.”23

Otra forma en que las Escrituras declaran esta misma realidad, es al mostrar que hemos sido llevados a un pacto perfecto y establecido con Dios. Que hemos sido colocados “en Cristo”; no meramente “en Cristo” como un estado o posición, sino “en Cristo” como un pacto funcional y operativo, como una relación definida y continua, y una forma específica de caminar con Dios. Según Isaías, Cristo es “puesto por pacto para nosotros,”24 y este pacto (este estar “en Cristo”) es la manera en que debemos caminar con Él, permanecer en Él, conocer Su poderosa operación sobre nuestras almas, y  así experimentar Su aceptación. Ni el antiguo pacto ni el nuevo se presentan como un tipo de relación unilateral, estática,  como... “¡felicidades, ya llegaste!” En ambos casos, a todos los que entran en pacto con Dios se les demanda guardar el pacto, caminar con Él de una manera particular, ser fieles a los límites del pacto, y permitir que la relación tenga su efecto de transformación, purificación, enseñanza, purga, iluminación, crucifixión y resurrección, haciendo de ellos un pueblo que lleva la imagen de su Creador. Consideren las palabras de Dios a los hijos de Israel cuando entró en pacto con ellos:

Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a Mí. Ahora, pues, si diereis oído a Mi voz, y guardareis Mi pacto, vosotros seréis Mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque Mía es toda la tierra. Y vosotros Me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa”25

En otras palabras, el pacto es una relación perfecta y completa con Dios; no le falta nada, y nada más necesita ser agregado o consumado. Sin embargo, este pacto es una relación que funciona de acuerdo con una  manera operación específica, y por lo tanto, produce resultados específicos en todos los que lo guardan. Como vemos una y otra vez en las Escrituras, Israel no podía desobedecer los términos del pacto, y aún así, seguir reclamando o experimentando los beneficios del mismo. Debían someterse al camino de Dios, y de esa manera, aprender Su verdad, guardar Sus estatutos, ofrecer Sus ofrendas, ser purificados del pecado, la lepra y la impureza, etc. De la misma forma, nosotros no podemos desobedecer o resistir  la obra interna de esta poderosa y viva relación, y aún así, sostener que somos “aceptos en el Amado,”26 o ‘revestidos de la justicia de Cristo.’ Somos colocados en un pacto perfecto, vivo, dinámico y eficaz, al cual debemos someternos, y por el cual debemos ser cambiados.

Aunque espiritual e interno en naturaleza, el nuevo pacto tiene requisitos, límites y leyes, tal como tenía el antiguo pacto. Ahora hay una “ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús”, una “ley escrita en el corazón” que es el cumplimiento y la realización de cada jota y tilde de Moisés. Por un lado, Cristo nos enseña en este pacto a permanecer en Él, a caminar en la luz, a vivir en el Espíritu, a mirar las cosas de arriba, a buscar, llamar y pedir un crecimiento continuo en el Espíritu de Dios. Por otro lado se nos instruye a negarnos a nosotros mismos, a resistir al diablo, a huir de  las pasiones juveniles, a no hacer nada por contienda o por vanagloria, etc. Puede que algunos objeten aquí y digan que el antiguo pacto era “débil por la carne,”27pero que ahora el nuevo pacto provee todo lo que se requiere a través del don del Espíritu. Esto es muy cierto; el nuevo pacto incluye el don de gracia y verdad en lo íntimo, y a diferencia del pacto mosaico, ahora se nos da “potestad de ser hechos hijos de Dios” 28No obstante, el don del Espíritu y Su poderosa obra en el alma (limpieza, transformación, revelación, purga, enseñanza, curación, renovación y redención, etc.) no ocurre de manera automática o inmediata en el corazón humano. Puede que nuestra entrada en el pacto sea inmediata, pero nuestra continuidad y crecimiento en él, y sus efectos constantes en nosotros, es acorde a nuestra permanencia fiel en la Vid y sumisión a la cruz de Cristo, la cual es el poder de Dios para crucificar el pecado y el yo en cada raíz y rama. Consideren estas Escrituras: 

Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto… El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden”29 Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”30

¿Libres de qué? Jesús les dice en los siguientes versos: libres del pecado, y no sólo de la culpa y consecuencia de este, sino también de su poder y esclavitud interna a él.

Cuando el corazón humano no se somete a la gracia o al poder de Dios, cuando no permanece en la Palabra o en la Vid que es una cruz para la naturaleza carnal, “siempre se desvía 31, siempre resiste la gracia de Dios, siempre busca las libertades carnales (junto con las teologías y perspectivas del mundo que excusan su rebelión). El primer nacimiento, o la naturaleza carnal caída, no necesita TRATAR de contristar, apagar o resistir al Espíritu de Dios. Es por naturaleza “enemistad contra Dios”, “no se sujeta a la ley de Dios” no puede agradarle”. (Rom. 8:6-8) Naturalmente, su deseo siempre es contra el Espíritu”. Ahora, el nuevo pacto provee el remedio perfecto para este problema, la manera perfecta de salir de nuestra condición perversa, caída y separada, al darnos un poder celestial que puede destruir todas las obras del diablo en nuestras almas, y llenarnos con la vida y la naturaleza de Cristo. Nos ofrece un poderoso Espíritu que mora en nosotros y que puede atar al hombre fuerte, entrar en su casa, saquear sus bienes y convertirse en el único dueño y ocupante de nuestra alma. Pero para beneficiarnos de este nuevo y mejor pacto, “establecido sobre mejores promesas”32 y que ha traído “una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios”33 tenemos que CAMINAR en el pacto, GUARDAR el pacto, sometiéndonos a la “ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús,” para ser “librados de la ley del pecado y de la muerte.”34 

Los corazones verdaderamente arrepentidos son visitados en su esclavitud, y se les ofrece una puerta que conduce del Egipto espiritual a una relación perfecta con Dios en Cristo. Pero tras de un corto tiempo de celebrar su victoria inicial en las orillas del Mar Rojo, el corazón sincero se despierta en el desierto y descubre, que aún está lleno de todo tipo de deseos y apetitos egipcios, de expectativas carnales, de la sabiduría de abajo, de la religión hecha y centrada en el hombre, del amor propio, de la desconfianza a Dios, de las pasiones inmundas y corruptas, y de mucho más que el enemigo ha construido y protegido. El alma ha encontrado a un Dios amoroso y un pacto vivo, pero hay un largo viaje interior antes de que “el oprobio de Egipto sea quitado”35del corazón, y hayamos “asido aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.”36 La única manera de avanzar es mediante una sumisión cuidadosa y constante a la gracia de Dios, a la Semilla y luz de Cristo que mora en nosotros, lo que produce los efectos purificadores y transformadores del pacto.

Después de haber recibido la Palabra implantada, debemos “esforzarnos por entrar en el reposo,”37 al obedecer a la Palabra viva y poderosa de Dios que es “más cortante que toda espada de dos filos, y que penetra hasta partir el alma y el espíritu” (Lean Hebreos 4:11 y 12 juntos). Habiendo (tal vez) escapado de las aves, ahora debemos estar atentos a las rocas, malas hierbas y espinas. Habiendo salido de las tinieblas de Egipto y entrado en pacto con Dios, debemos “limpiarnos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.”38

Sugerir que esto ya se ha perfeccionado en nosotros, simplemente porque hemos recibido un don perfecto de Dios, es confundir la semilla con el árbol—un calculado engaño del enemigo para impedir el propósito para el cual se otorga el don. Es la parte carnal del hombre, la naturaleza adámica caída, la que busca sentarse a gusto, hacer tratados y alianzas con la naturaleza filistea en la tierra, y gritar “paz, paz, cuando no hay paz.”39 Y debido a que yo anteriormente estuve confundido y engañado acerca de esto, me gustaría tratar de exponer algunos de los argumentos más sutiles y exitosos del enemigo a favor de ello.

1. A pesar de su obvia carencia de los frutos del Espíritu, o de cualquier verdadera conformación a la imagen y naturaleza de Cristo, muchos (¡como yo en muchas de mis antiguas enseñanzas!) basan su seguridad de haber llegado a una obra ya terminada y perfeccionada, en los tiempos verbales utilizados por los apóstoles en sus cartas a las iglesias. Ellos dicen: “Fíjense en lo que dice Pablo: ‘Pues mediante  la Ley yo MORÍ a la ley, a fin de vivir para Dios.’ ‘Con Cristo HE SIDO crucificado.’ O, ‘…pero FUERON lavados, pero FUERON santificados, pero FUERON justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios.’”40 

Nuevamente, la mente carnal (que siempre trata de evitar la cruz) rápidamente lee estos verbos en tiempo pasado e insiste en que, a pesar de no sentirse ni remotamente muerta, lavada, santificada o justificada, esto es cierto para nosotros porque la Biblia dice que estas cosas ya han ocurrido. Pero hay un muy evidente e ineludible problema con este tipo de razonamiento: a saber, presupone que lo que Pablo dice con respecto a sí mismo (“yo morí”, o “he sido crucificado”), o con respecto a una persona o iglesia en particular (“fueron lavados”), automáticamente se aplica a todos, en cualquier condición que estén, al leer esta carta. Pero, por qué debemos suponer que este tipo de declaraciones se aplican a nosotros, y muchas otras declaraciones reprensoras (escritas con respecto a otras condiciones) NO. El mismo autor, en muchos otros lugares, les dice a sus destinatarios que “aún son carnales,” que muchos son “enemigos de la cruz,” que han comenzado en el Espíritu pero buscan perfeccionarse en la carne, que están “hechizados” por un falso evangelio, que teme haber trabajado por ellos en vano, etc. Santiago se dirige a algunos lectores como “adúlteros y adúlteras,” hombres “de doble ánimo,” que han “engordado sus corazones como en el día de la matanza.” Pedro y Judas usan palabras aún más fuertes de advertencia y censura. ¿Por qué no nos aplicamos automáticamente ESTOS versículos a nosotros mismos, y asumimos que describen nuestra condición? Creo que la respuesta es obvia. Es preferible y más reconfortante suponer (a pesar de toda evidencia interna y externa que demuestre lo contrario), que estamos en la condición de aquellos que se han sometido al poder transformador de la cruz, y que por tanto, merecemos ser elogiados y alentados. 

Los apóstoles sabían a quién le estaban escribiendo, y sus cartas fueron escritas a diferentes personas, en diferentes estados espirituales. Juan le escribe a “niños, jóvenes y padres” en la iglesia, y los alienta según sus diversas condiciones. Pablo les escribe a los efesios de mente celestial, a los corintios carnales y a los gálatas reincidentes, y tiene advertencias, consejos o alabanzas que dependen de los estados de sus destinatarios. Al leer las Escrituras, creo que debemos tener cuidado de no determinar por nosotros mismos qué palabras se aplican mejor a nuestra condición, sino permitirle al Espíritu de Verdad (el verdadero autor de toda la Escritura) que nos aplique Sus palabras de acuerdo con Su entendimiento de nuestro estado. 

2. Otra razón común por la que las personas creen y enseñan esta perspectiva de la obra consumada de la cruz es porque, habiendo comenzado a ver (¡correctamente!) que Cristo mismo es la sustancia y realidad de la salvación, se adelantan y concluyen falsamente que, debido a que Cristo es perfecto, la experiencia del creyente de la salvación por medio de Él también es perfecta y está completa. Estos a menudo citan 1 Corintios 1:30, y versos similares, insistiendo en que Cristo “nos ha sido hecho por Dios sabiduría, y justicia, y santificación, y redención.” Ahora, no hay duda de que Cristo ES la salvación, que Él es perfecto, completo y puro en Sí mismo, y que nos es hecho sabiduría, justicia, santificación y redención. Pero la pregunta importante (que pocos consideran) es ¿CÓMO? ¿Nos ha sido hecho estas cosas en una imputación externa e indiscernible... donde leemos algunos versículos y afirmamos poseer lo que en realidad no experimentamos? ¿O nos ha sido hecho estas cosas por el nacimiento y verdadero incremento de Su naturaleza, poder y gobierno en nuestras almas? Creo que las Escrituras insisten rotundamente en lo último. Cristo es ciertamente la suma de todas las cosas espirituales—la vida, el poder, la sustancia y la realidad de toda justicia, sabiduría y salvación. Y a menos que Él se nos dé, y obre en nosotros según Su poder, no podríamos tener ninguna de estas cosas. Pero la idea general en la iglesia de hoy, es que Cristo de alguna manera automática e instantánea, como mágicamente (¡puf!), fue hecho estas cosas para nosotros, independientemente de que nos hayamos entregado a seguirle, llevando Su cruz, en el camino de la regeneración. 

A algunas personas les gusta usar la palabra imputación, diciendo que la justicia de Cristo fue imputada a los pecadores. Hay verdad en esta declaración, pero otra vez la pregunta importante es CÓMO. Creo que las Escrituras unánimemente testifican que Cristo es hecho para nosotros estas cosas según el cuerpo del pecado, la primera naturaleza caída es quitada y la de Cristo es puesta; o conforme nos sometemos a Su ardiente bautismo que “limpia completamente Su era”; o según la Semilla de Su vida echa raíces, brota hacia arriba, y produce los frutos de Su Espíritu en nuestra alma... pero no de otra manera. De nuevo, es una idea atractiva para la mente carnal poseer de alguna manera una justicia que no necesitamos experimentar, o ser considerados santificados sin tener que cambiar, o redimidos ante los ojos de Dios incluso cuando claramente no estamos redimidos del pecado, la vanidad, las conversaciones tontas, los deseos de la carne, ni del amor al mundo. Dios me ha hecho ver y sentir que (en contra de mis antiguas creencias y deseos) Él puede ver a través de todas estas falsas teologías de hoja de higuera, cosidas en un intento por esconder nuestra desnudez de Su ojo omnisciente. Es bueno y correcto reconocer a Cristo como la sustancia y la realidad de todas las cosas espirituales, pero es vergonzoso e incorrecto usar esta increíble verdad como un manto o excusa para seguir viviendo en la naturaleza que Cristo vino a destruir.

Algunos han tomado esta doctrina hasta el punto de decir que los cristianos no deben esperar experimentar una verdadera transformación de naturaleza, o que no es importante si la experimentamos o no, porque sólo Cristo es perfecto, y que aunque estemos en Él y seamos contados perfectos por causa de Él, siempre seremos caídos y pecadores miserables en nosotros mismos. Pero aunque esta idea conlleva la ilusión de honrar a Cristo, en realidad deshonra grandemente el propósito de Su venida, niega y se opone a Sus propias palabras, y contradice descaradamente el testimonio consistente de todos sus apóstoles y profetas. ¡Con toda seguridad, NO estamos destinados a seguir siendo pecadores miserables toda nuestra vida! Más bien, debemos ‘contemplar en un espejo la gloria de Dios y ser transformados a Su imagen.’41 Debemos ‘despojarnos del viejo hombre con sus hechos, y vestirnos del hombre nuevo,’42 ser ‘hechos conforme a la imagen de Su Hijo,’43 ser ‘santificados por completo, en cuerpo, alma y espíritu,’44‘perfeccionar la santidad en el temor de Dios.’45 Nuestro Señor nos ordena que ‘seamos perfectos, así como nuestro Padre celestial es perfecto,’46 y se nos advierte que ‘si nuestra justicia no es mayor que la de los fariseos, no entraremos en el reino decielo.’47 Estamos unidos a la Vid para llevar Su fruto, fruto que dura y glorifica al Padre, y aunque es cierto que comenzamos nuestro viaje como pecadores miserables, debemos ser ‘lavados, santificados y justificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios.’48 Debemos ‘purificar nuestras almas en obediencia a la verdad,’49 porque ‘si vivimos conforme a la carne, moriremos, pero si por el Espíritu matamos las obras del cuerpo, viviremos.’50 Así llegamos a estar ‘muertos al pecado,’51 (no sólo “posicionalmente” o “legalmente,” sino experimentalmente), ‘crucificados para el mundo,’52a ser ‘hechos siervos de la justicia’53 a ya no caminar como lo hacen los gentiles, ‘en la vanidad de nuestra mente,’54a no ‘contristar al Espíritu Santo de Dios.’55 Porque ‘la voluntad de Dios es nuestra santificación... porque Dios no nos llamó a inmundicia, sino a santificación’. Por lo tanto, ‘el que desecha esto no desecha al hombre, sino a Dios, que también nos ha dado su Espíritu Santo.’56 Y el apóstol Juan incluso dice, todo el que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.’57

Para cualquiera que crea que la obra consumada de Cristo lo perfecciona inmediata y automáticamente ante los ojos de Dios, le suplico humilde y amorosamente que lea los capítulos 2-3 de Apocalipsis, y considere la manera en que Cristo trata con Sus propias iglesias, por medio de Su propio Espíritu. Díganme si hay algo en las palabras o tratos de Cristo que conduzcan a cualquier lector imparcial, a concluir que estos creyentes ya eran perfectos y completos a los ojos de Dios. Aquí Cristo tanto alienta como enérgicamente reprende y advierte a Sus siete iglesias haciendo afirmaciones como: “No he hallado tus obras perfectas delante de Dios... guárdalo y arrepiéntete.”58 “¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.”59 “Tú dices: Soy rico, me he enriquecido y no tengo necesidad de nada, y no sabes que eres desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo,”60 etc. Estos Cristianos son advertidos, “sean celosos y arrepiéntanse, compren vestiduras blancas para vestirse, para que la vergüenza de su desnudez no se descubra.”61 También, ‘arrepiéntanse y hagan las primeras obras, o de lo contrario vendré a ustedes rápidamente y quitaré su candelabro,’62 etc. Y las promesas del pacto en cada caso individual, se extienden sólo a aquellos que ‘venzan.’

Ninguno de estos comentarios quita un ápice de relevancia o importancia a lo que Cristo logró para la humanidad a través de Su muerte, sepultura y resurrección. De hecho, creo que mi motivación para compartir y aclarar estas cosas surge del deseo de que ninguno de nosotros maneje mal el don, ni se pierda el efecto deseado de Su increíble sacrificio. Mediante la obra de la cruz, Cristo ha “gustado la muerte por todos”63 para “anular mediante la muerte el poder de aquél que tenía el poder de la muerte, es decir, el diablo, y librar a los que por el temor a la muerte, estaban sujetos a esclavitud durante toda la vida.”64 De esta manera, Él se ha convertido en “autor de eterna salvación para todos los que le obedecen,”65 y ‘por medio de esa única ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que están siendo santificados.’66 Este es un don increíble. No obstante, con estos mismos versículos podemos ver, que Él NO es ‘autor de eterna salvación’ para aquellos que NO lo obedecen, ni tampoco Su ‘única ofrenda’ perfecciona para siempre a los que NO están siendo santificados. 

Por lo tanto, (dice casi cada página del Nuevo Testamento a su manera), sigamos al Capitán de nuestra salvación por el camino que Él nos ha abierto. Acerquémonos “por el camino nuevo y vivo que él nos abrió... purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura.”67“Por tanto… despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe.”68 ‘Neguémonos a nosotros mismos, tomemos nuestra cruz y sigámoslo.’69 Y prestemos atención a la advertencia del apóstol: “Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto… A causa de lo cual me disgusté contra esa generación, y dije: Siempre andan vagando en su corazón, y no han conocido mis caminos. Por tanto, juré en mi ira: No entrarán en mi reposo.”70

Ahora, para cualquiera que sugiera que lo que ha sido descrito aquí es una religión de obras, o legalismo, o un cristianismo del viejo pacto, permítanme decir muy claramente que no estoy hablando de que el hombre pueda cambiarse a sí mismo, o agradar a Dios por obras de la carne, u ofrecer a Dios un tipo de justicia que no viene de Dios. No, todo es por gracia, es decir, por la obra del poder de Dios en el hombre. Toda transformación y justicia proviene de la obra de Dios en el hombre, tanto para querer como para hacer Su buena voluntad. Sin embargo, esta gracia o poder de Dios tiene que ser recibida, amada y obedecida. Es fácil (y común) “resistir al Espíritu Santo” (Hechos 7:51), e “insultar al Espíritu de Gracia” (Hebreos 10:29), incluso cuando tenemos doctrinas correctas en nuestra mente, y creencias exactas sobre la muerte, la sepultura y la resurrección históricas de Cristo. He escrito sobre esto ampliamente en otros lugares, así que sólo concluiré con una breve cita de William Penn.

“Aunque, puede que las personas se confundan, malinterpreten o tergiversen nuestros puntos de vista sobre este importante tema, ruego que no se engañen a sí mismos en el gran asunto de su propia salvación, y que mientras felizmente declaran que Cristo lo ha hecho todo, sean repudiados por Él en el último día. Según Mateo 7, sólo aquel que oye a Cristo—la gran Palabra de Dios—y hace lo que ordena, manda y recomienda mediante Su propio ejemplo bendito, es comparado con un sabio constructor que tiene una base sólida. Ninguna otra casa permanecerá en la gran remoción y el juicio final. Por esta razón, a menudo somos claros, directos y serios con las personas, para que consideren que Cristo vino, no para salvarlosen, sino de sus pecados.”

Aquellos que piensan desprenderse de Su yugo y carga, Su cruz y ejemplo, y asegurarse a sí mismos alabando a Cristo por haber hecho todo por ellos (mientras Él ha forjado poco o nada en ellos, y ellos no se han separado de nada por amor de Él), finalmente despertarán en una espantosa sorpresa al sonido de la última trompeta, ante esta triste e irrevocable frase: “Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.”71 Ojalá todos eviten este terrible final al escuchar, oportunamente, la voz de la sabiduría y volverse ante Su reprimenda. Porque con toda seguridad, ella los guiará por los caminos de justicia, y en medio de los caminos de juicio sus almas llegarán a heredar la sustancia, es decir, las riquezas duraderas y la justicia en el reino de Dios.”


1Romanos 3:25

2Efesios 5:2

3Romanos 3:25

4Hebreos 12:14

5Hebreos 6:6

6Mateo 13:32

7Lucas 8:15

8Daniel 2:34, 45

9Santiago 1:21

10Filipenses 2: 12-13 Traducción literal de la Reina Valera 1602 Purificada

11Efesios 4:15

121 Pedro 2:1-2

13Mateo 7:14; 

14Mateo 16:24; Marcos 8:34; Lucas 9:23

15Lucas 14:26; Juan 12:25

162 Timoteo 1:6

17Mateo 25:28

182 Corintios 6:1

19Hebreos 10:29

20Hebreos 10:29

21Hebreos 10:39

221 Corintios 15:2

23Marcos 4:19

24Isaías 42:6; 49:8

25Éxodo 19:4-6

26Efesios 1:6

27Romanos 8:3

28Juan 1:12

29Juan 15:2,6

30Juan 8:31-32

31Hebreos 3:10, LBLA

32Hebreos 8: 6

33Hebreos 7:19

34Romanos 8:2

35Josué 5:9

36Filipenses 3:12

37Hebreos 4:11 NBLA

382 Corintios 7:1

39Jeremías 6:14; 8:11; Ezequiel 13:10

40Tomados de la Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy; Gálatas 2 y 1 Corintios 6.

412 Corintios 3:18

42Colosenses 3:9-10

43Romanos 8:29

441 Tesalonicenses 5:23

452 Corintios 7:1

46Mateo 5:48

47Mateo 5:20

481 Corintios 6:11

491 Pedro 1:22

50Romanos 8:13

51Romanos 6:2

52Gálatas 6:14

53Romanos 6:18

54Efesios 4:17

55Efesios 4:30

561 Tesalonicenses 4: 3,7-8

571 Juan 3:9

58Apocalipsis 3:2-3

59Apocalipsis 3:15-16

60Apocalipsis 3:17

61Apocalipsis 3:18-19

62Apocalipsis 2:5

63Hebreos 2:9

64Hebreos 2:14-15

65Hebreos 5:9

66Hebreos 10:14

67Hebreos 10: 20, 22

68Hebreos 12:1-2

69Mateo 16:24

70Hebreos 3: 7-11

71Mateo 7:23