Dos Guías en Cada Hombre
Pregunta: Me da vergüenza preguntar esto, pero ¿qué significa realmente caminar en el Espíritu?
Respuesta: En primer lugar, no hay ninguna razón para avergonzarse. La verdad es que tener un corazón humilde, honesto y enseñable, uno que esté dispuesto a confesar su ignorancia y ser un tonto ante Dios y ante los hombres, es la ÚNICA manera de crecer en la verdad. El hombre natural no conoce NADA que sea espiritual, a pesar de lo que piense o afirme. Y el corazón del hombre recibe luz y entendimiento espiritual de Dios sólo cuando está dispuesto a “poner su mano sobre su boca” y confesar: “He aquí, yo soy vil.” (Job 40:4).
Sólo el Señor puede enseñarte a caminar en Su Espíritu, pero puedo tratar de compartir algunas cosas sobre este tema que me han sido útiles. En primer lugar, creo que es importante entender que el motor (por así decirlo) que impulsa a toda la humanidad es el DESEO. Todo hombre y toda mujer se levantan cada mañana y, en la medida de sus posibilidades, comienzan a buscar lo que desean. El deseo los mueve, los llama, los motiva, los arrastra y los inspira. El deseo gobierna todo lo que el hombre hace. Quizás sea más exacto decir que el alma del hombre ES un deseo. Es una creación viva, individual e intelectual de Dios que fue hecha tanto para desear como para recibir todo el bien, la vida, la verdad, la sabiduría, la justicia, el amor, etc. de Dios. Y es por eso que, aparte de Dios, el hombre experimenta una constante CARENCIA y DESEO de estas cosas. Aparte de la vida de Dios que mora y reina en nosotros, nuestras almas son un profundo vacío, un hambre dolorosa, una sed desesperada, un caos oscuro, un sentido de carencia y anhelo de algo que no tenemos pero sin lo que no podemos vivir. Todo el que vive en la carne siente estos deseos implacables, porque todo el mundo fue creado para tener todo el deseo cumplido y satisfecho en la vida, la luz y el amor de Jesucristo.
El deseo no es malo en sí mismo. El problema con el deseo tiene que ver con de dónde viene y a qué se dirige. Durante un corto tiempo, el primer hombre tuvo todo su deseo dirigido a la única Fuente del bien. Sintió sus verdaderas necesidades y las encontró perfectamente realizadas y satisfechas en la persona y el poder de Dios. Los deseos de su alma fueron creados por Dios, y también fueron satisfechos por la vida de Dios, por el amor de Dios, la sabiduría, la justicia, la verdad y el poder de Dios. Y también, en aquel tiempo, los deseos del hombre exterior permanecían en su lugar, en una feliz sumisión a la justicia, bondad y provisión de Dios.
Pero como mencioné en otra publicación del blog, la gran mentira de la serpiente desvió la mirada del deseo del hombre hacia otro tipo de bien. En lugar de encontrar los verdaderos deseos de su alma satisfechos en el Árbol de la Vida, el hombre se volvió hacia fuera y hacia abajo, dejando salir sus deseos en pos del árbol de la ciencia del bien y del mal. Cuando creyó que se podía tener el bien aparte de Dios, volvió su corazón, y comenzó a buscar en el mundo el beneficio del YO. En palabras de Jeremías, esto fue “dejar la fuente de las aguas vivas, para cavar cisternas, cisternas rotas que no retienen agua”. (Jeremías 2:13) Esto fue poner la mirada en las cosas de abajo, o mirar las cosas que se veían y no las que no se veían. Y el resultado inmediato fue una gran y terrible CAÍDA o ABANDONO de la vida, la gloria y el propósito de Dios, para entrar en una vida exterior, natural, animal, que siente y persigue toda clase de deseos engañosos que provienen de la carne, y que sólo buscan los placeres egoístas del cuerpo y de la mente.
Menciono esto ahora porque aquí vemos el origen de todo falso deseo. O en palabras de Pablo, esta es la razón por la que el hombre “está viciado conforme a los deseos engañosos”. (Ef 4:22) Y esta es también la razón por la que el hombre encuentra ahora DOS fuentes de deseo, o dos voluntades contrarias obrando dentro de él. Porque, por un lado, todos encontramos en nosotros los deseos egoístas del hombre natural, que provienen de la naturaleza caída de la carne y se mezclan con las mentiras e influencias oscuras de Satanás. Todos sentimos los deseos de los ojos, los deseos de la carne y la vanagloria de la vida del yo. Y cuando estos deseos son obedecidos y seguidos, esto es llamado “andar en la carne.” Andar en la carne, o vivir en la carne, significa simplemente vivir en sumisión voluntaria a la voluntad o deseo de la carne, o del primer nacimiento. Y aunque esto puede procurar al hombre algunos de los placeres pasajeros del pecado, sin embargo trae cada vez mayor muerte y oscuridad sobre la parte inmortal, y produce todas las horribles consecuencias y maldiciones que se mencionan a lo largo de la Escritura. Por ejemplo:
- Rom 7:5 Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte.
- Rom 7:18 Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien.
- Rom 8:8 Así pues, los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
- Rom 8:13 Porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.
- Rom 9:8 No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes.
- 1Cor 15:50 Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.
- Gal 5:16 Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.
- Gal 5:19-21 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a éstas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.
- Gal 6:8 Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.
- Efes 2:3 También todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.
- 2 Ped 2:10 Sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio; y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío.
- 1 Juan 2:16 Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.
Cito todos estos versículos solo para mostrar que cuando obedecemos los deseos y la voluntad de la carne, estamos viviendo en una vida o por una semilla que está totalmente condenada y maldita. Y esta es precisamente la razón por la que Jesús dijo cosas como: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. “Os es necesario nacer de nuevo”. “El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha”. Porque, como empecé a decir antes, aunque por un lado el hombre encuentra en sí mismo una fuerza increíble de deseo engañoso que surge de su carne y que se dirige al mundo, TAMBIÉN encuentra en sí mismo el resplandor, el movimiento, la convicción y la invitación de otro deseo o voluntad que procede de una fuente muy distinta. Esta segunda voluntad o deseo es algo celestial, sembrado en el corazón del hombre como una semilla o don de gracia, una medida de luz y vida celestiales, una Palabra viva que despierta en nosotros un deseo más profundo por lo que es bueno y recto, puro, verdadero, vivo, sabio y limpio. La una viene de la carne, y nos llama a permanecer en la carne y a buscar egoístamente las cosas de este mundo. La otra viene del Espíritu de Dios, que invita al alma a nacer del Espíritu y a crecer, vivir y caminar en el Espíritu. Respecto a estas dos, Pablo dice: “Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.” (Rom 7:21-23)
Sentir y entender esta distinción es todo lo que necesitamos para aprender a caminar en el Espíritu. Porque así como caminar en la carne significa seguir y obedecer la voluntad de la carne que viene del yo y hace todo por el yo; así caminar en el Espíritu significa seguir y obedecer la voluntad del Espíritu, que viene de Dios y hace todo por Dios.
Jesús dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”. Esta es una Escritura muy conocida. Pero, ¿has considerado alguna vez lo absurda que sería esta afirmación si no hubiera algo DISTINTO AL YO obrando en el hombre? Quiero decir, ¿qué significaría negarse a sí mismo, si el yo fuera la única vida o voluntad que el hombre pudiera encontrar en sí mismo? Sería como decirle a un gato que se negara a sí mismo, que negara todas las influencias y deseos felinos. Esto claramente no tiene sentido porque un gato no experimenta ninguna otra vida o voluntad. En cambio, puesto que también hay una semilla del reino en el hombre, un don de vida y luz celestiales, o en palabras de Pablo, algo que viene de Dios mismo “produciendo así el querer como el hacer, por Su buena voluntad.” (Flp 2:13), entonces tiene todo el sentido que Jesús nos dijera que negáramos el uno y aprendiéramos a caminar en el otro.
En pocas palabras, caminar en el Espíritu tiene que ver con vivir y caminar según la luz, la voluntad, el deseo o el propósito del Espíritu Santo de Dios. Ahora, la gente a veces piensa que esto suena extraño o místico, o que es sólo para profetas, apóstoles y ángeles celestiales. Pero la verdad es que sólo nos suena extraño porque hemos prestado poca o ninguna atención a algo que todos hemos experimentado innumerables veces. ¿Qué es lo que todos hemos experimentado innumerables veces? Todos hemos experimentado algo del resplandor, el movimiento, la convicción, la enseñanza y la reprobación de una SEGUNDA voluntad en nuestros corazones que contradice la voluntad de nuestra carne, y nos muestra (más allá de toda duda) que nuestras acciones, o palabras, o deseos son malos. Esto, sin duda, no es la voluntad de la carne oponiéndose a sí misma. Tampoco es el reino de Satanás dividido contra sí mismo. Esto es la presencia y el poder de una semilla CONTRARIA, un testigo dado por Dios, una medida de levadura celestial que tiene poder (cuando se sigue) para leudar las tres medidas de harina.
Lo que estoy tratando de decir es que caminar en el Espíritu no es escuchar la voz externa de Dios dando instrucciones verbales a nuestros oídos externos. Caminar en el Espíritu tiene que ver con la negación del yo (la voluntad y los deseos del hombre carnal caído), y el continuo volverse, velar y someterse a cualquier medida de luz, verdad y justicia que el Espíritu de Dios esté manifestando a tu corazón.
Ahora, antes de decir más sobre esto, permíteme tratar de evitar un malentendido o engaño común sobre este punto. A menudo a la gente le encanta hablar de cosas espirituales, y les encanta sentirse personas espirituales. Y todo el concepto de ser “espiritual” tiene ahora casi tantas definiciones como personas en el mundo. Las personas que no creen en Dios, que no desean la justicia y que no están dispuestas a ser corregidas por su Creador, hablan tanto de ser “espirituales” como los que sí creen en Dios. Está muy de moda hablar del “lado espiritual” del hombre, o de la importancia de la “salud espiritual”, o de la grandeza de la sabiduría y la experiencia espirituales. Y (tristemente) las personas que sí creen en Dios suelen utilizar la palabra espiritual para describir casi cualquier cosa que sea emocional, sentimental o profunda. Pero permíteme decirte de la manera más fuerte que conozco, que el VERDADERO Espíritu de Dios—el Espíritu que viene de Dios, y obra en el hombre de acuerdo a la voluntad, naturaleza y poder de Dios—es un Espíritu de verdad y justicia que testifica en el hombre CONTRA la pasión, voluntad y naturaleza de la carne. En otras palabras, es un Espíritu SANTO, que nunca consiente ni se mezcla con el pecado, sino que siempre testifica contra él, invitando a los hombres a morir a sí mismos y a encontrar una vida nueva en Cristo.
Jeremías 23:17 Dicen de continuo a los que me desprecian: “El SEÑOR ha dicho: ‘Tendréis paz’”; y a todo el que anda en la terquedad de su corazón dicen: “No vendrá calamidad sobre vosotros.” Pero ¿quién ha estado en el consejo del SEÑOR, y vio y oyó Su palabra? ¿Quién ha prestado atención a Su palabra y la ha escuchado? 21 Yo no envié a esos profetas, pero ellos corrieron; no les hablé, mas ellos profetizaron. Pero si ellos hubieran estado en mi consejo, habrían hecho oír mis palabras a mi pueblo, y les habrían hecho volver de su mal camino y de la maldad de sus obras. 26 ¿Hasta cuándo? ¿Qué hay en los corazones de los profetas que profetizan la mentira, de los profetas que proclaman el engaño de su corazón. 28 El profeta que tenga un sueño, que cuente su sueño, pero el que tenga mi palabra, que hable mi palabra con fidelidad. ¿Qué tiene que ver la paja con el grano?—declara el SEÑOR. ¿No es mi palabra como fuego—declara el SEÑOR— y como martillo que despedaza la roca?
El Espíritu de Dios tiene la naturaleza, la pureza y la perfección de Dios. Su Palabra viva es como un fuego en el corazón que primero trae luz y luego destrucción sobre toda raíz y rama de pecado; es decir, sobre toda voluntad y camino del hombre que se ha apartado de Dios para encontrar una vida en el yo. Cuando el Espíritu de Dios se manifiesta en el hombre, nunca es primero para afirmar o elogiar lo que es o dónde está, sino más bien para exponer su condición, “convenciendo al mundo de pecado, de justicia y de juicio.” (Juan 16:8) Subrayo esto porque hay muchos que dicen seguir al Espíritu, pero su guía no es un Espíritu Santo que los expone, los reprende y los llama a salir de la carne pecaminosa. Hay muchos que dicen que quieren ser guiados por el Espíritu de Dios, pero el espíritu que siguen es uno que los afirma, los acepta e incluso los alaba, mientras andan en la terquedad de su propio corazón.
Así que de nuevo, cuando la Escritura habla de andar en el Espíritu, o vivir en el Espíritu, está hablando de un continuo volverse, seguir y someterse al Espíritu y a la voluntad de Aquel que CONTRADICE la voluntad de nuestra carne, y nos muestra que las acciones, palabras y deseos de la carne son malos. Ahora bien, esto no es lo único que el Espíritu hace, ni es lo único que significa caminar en el Espíritu. Pero aquí es donde todo comienza, y es increíblemente importante comenzar con el Guía correcto, y mirando en la dirección correcta. Y luego (con el tiempo, y con fidelidad) encontraremos que el Espíritu de Dios también cambia nuestro corazón, nos da Su vida, nos llena de Su justicia, sabiduría, verdad y amor, y nos permite progresivamente crecer y caminar en estas cosas que vienen de Él y le pertenecen. A medida que crecemos, andar en el Espíritu llega a significar ver más y más en Su luz, sentir más de lo que Él siente, amar con Su amor, aborrecer lo que Él aborrece, recibir Su savia y dar Su fruto. Significa permanecer en Su vid, comer Su carne y beber Su sangre, no hacer nada contra Él, sino hacer todas las cosas en Él y por Él. Pero comienza, como dice Jesús, con una negación de la voluntad y los caminos de la vida caída y carnal del yo. Comienza con permanecer bajo Su yugo, aprendiendo de Él y entregándose por completo al poder de Su gracia, que “se ha manifestado a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a las concupiscencias mundanas, vivamos en este presente mundo, sobria, justa y piadosamente.” (Tito 2:11).
Hay algunas otras cosas en mi mente relacionadas con este tema, que tienen que ver con hacia dónde nos guía el Espíritu, y por qué tan pocos se aferran a Él, pero las dejaré por ahora, y tal vez hable de ellas en otro correo electrónico.