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Salir del Egipto Interno

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La última vez les pregunté hasta qué punto conocían el Evangelio de Jesucristo, y traté de mostrarles, a partir de diversas Escrituras, que el Evangelio no son palabras. Puede ser descrito por palabras, o por buenas noticias, pero no puede ser experimentado como palabras. Escuchar las palabras, creer las palabras, cantar las palabras, o predicar las palabras no es conocer el evangelio. Porque, como dice Pablo: “No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios”. Las palabras del evangelio describen la “operación de su poder” (Efes 3:7) en los corazones de los que creen. Y este poder es lo que todos debemos experimentar para conocer realmente el evangelio. 

Imagina que una persona va a visitar a un preso encerrado en una horrible mazmorra subterránea y le dice: “Tengo buenas noticias para ti, el rey te ha liberado. Ya no tienes que permanecer aquí. Ahora sígueme y te mostraré el camino para salir de este asqueroso lugar”. Estas son buenas noticias. Son palabras muy emocionantes, y el prisionero empieza a alegrarse y a celebrar su libertad. Sin embargo, si el prisionero no siguiera al hombre fuera de la mazmorra —si se quedara en el mismo lugar, proclamando su libertad y cantando canciones sobre la bondad del rey—esto no significaría ningún cambio real en su condición. Todavía no conoce la libertad. 

Esto, amigos míos, es (tristemente) más o menos lo que hace gan parte de los cristianos. Cambiemos la analogía. Una generación de israelitas nació en Egipto. Vivían en un estado desesperado de esclavitud y opresión, gobernados por el poder del Faraón, que no tenía ninguna intención de dejarlos ir jamás. El Señor los visitó en Egipto. Manifestó Su poder y Su juicio en Egipto contra los crueles opresores de Israel. Declaró abiertamente Su intención de abrir un camino para que Su pueblo saliera de esa tierra, y llevarlos a una tierra que fluye leche y miel. Más que eso, les dio un Cordero Pascual como precio de su redención, y luego abrió el Mar Rojo para que todos pudieran seguirle a través del desierto hasta la Tierra Prometida. 

Ahora, ¿qué pasaría si un gran número de israelitas que habían vivido en Egipto toda su vida, escucharan las palabras de Moisés, experimentaran algo del poder, las plagas y los milagros de Dios, pero luego, en lugar de salir realmente de Egipto, simplemente comenzaran a formar iglesias y pequeños grupos de estudio que hablaran y cantaran sobre el poder de Dios y las bellezas de la Tierra Prometida? Se reunían semanalmente, nombraban líderes, celebraban ceremonias, hablaban de lo que habían visto y sentido cuando Dios visitó Egipto. También empezaban a enseñar las palabras de Moisés y a interpretarlas según sus propios entendimientos y experiencias, a menudo recitando las historias de las plagas de Dios o sus juicios contra el faraón.

Suena ridículo, pero quiero sugerirles que eso es precisamente lo que hacemos la mayoría de nosotros. Y les confieso abiertamente que esto es exactamente lo que yo hice. El Señor ha tenido que mostrarme estas cosas acerca de mi propio corazón. Ha tenido que mostrarme que estaba leyendo, estudiando, cantando, celebrando, e incluso viendo desde lejos algunas de las realidades de la Tierra Prometida, pero que, en realidad, apenas había dado mis primeros pasos fuera de Egipto. 

Mi punto es que Moisés llegó a Egipto y proclamó las buenas nuevas del Evangelio. Declaró que Dios estaba derrotando al Faraón, trayendo juicio sobre los poderes de las tinieblas, ofreciendo a Su Cordero Pascual como precio por su redención, abriendo el Mar Rojo como una puerta para que Israel cruzara al desierto y hacia la Tierra Prometida. Todo esto son buenas noticias. Son palabras grandes y verdaderas. Pero les pregunto, según la historia que han leído en su Biblia, ¿cuántas de estas personas experimentaron realmente la salvación de Dios?

¿Qué es Egipto? Quiero decir, ¿qué representa Egipto? Egipto no representa un lugar físico, ni un lugar espiritual. Egipto no representa malos hábitos, o doctrinas equivocadas, o las personas que no creen en Dios. No. Egipto es la condición del hombre natural, el hombre carnal caído, la BABOSA que describí antes. Es lo que SOMOS. Egipto es esa naturaleza en la que el hombre se ha convertido. Es el primer nacimiento, el nacimiento carnal, que ha perdido la imagen y semejanza de Dios, ha caído en la esclavitud del amor propio y el placer propio, y vive para los deseos de la carne, los deseos los ojos, y la vanagloria de la vida, bajo el dominio del Faraón espiritual.

Ahora, la buena noticia es que hay un CAMINO (un “camino nuevo y vivo”) para SALIR de esta condición, para experimentar una verdadera libertad de esta condición, para experimentar realmente un cambio de nuestra condición, un cambio en algo diferente. Las buenas noticias son que Dios ha provisto un poder (la vida de Cristo) que puede obrar en nosotros como un grano de mostaza, esparciéndose y llenando el jardín silvestre de nuestro corazón, o como la levadura, llenando y cambiando tres medidas de harina. El evangelio es ese PODER que se nos ha dado como guía para salir de Egipto, un poder que puede cambiarnos de babosa a hombre, hacernos una nueva creación, crucificarnos al pecado, a la carne y al mundo. Pero simplemente LLAMARNOS algo diferente porque hemos creído las palabras del evangelio, ¡esto sería un gran error! 

[Y permítanme hacer aquí un comentario entre paréntesis, para evitar una objeción común. Es cierto que la salvación es por la fe y no por las obras, pero la verdadera fe es MUCHO más que creer las palabras del Evangelio. La verdadera fe es algo vivo. Su autor y consumador es Cristo. Es un don de lo alto que “purifica el corazón” (Hechos 15:9) y se “se guarda con limpia consciencia.” (1 Tim 3:9) La salvación es ciertamente por la fe, pero la fe verdadera “ve al que es invisible” (Heb. 11:27), y sigue las pisadas de Abraham. Los que conocen la verdadera fe viven por la fe, caminan en la fe, se fortalecen en la fe y “obtienen el fin de su fe, la salvación de sus almas.” (1 Pe 1:9) No voy a hablar mucho de la fe en estos mensajes, pero quería mencionar esto porque acabo de decir que sería un gran error simplemente LLAMARNOS algo diferente, solamente porque hemos creído las palabras del evangelio].

Es que, hay un gran engaño en la iglesia de hoy, de que el evangelio es la capacidad de Dios de LLAMARNOS algo que no somos, en lugar de HACERNOS algo completamente diferente de lo que somos. Pensamos en la salvación como algo instantáneo, automático, como una transacción externa, o un cambio de estatus legal o algún tipo de “posición” invisible. Hace cinco minutos no era salvo, pero ahora que dije la oración del pecador, ahora soy salvo. Pero debo preguntarte, ¿salvo de qué? Tal vez digas: “Estoy salvado de tener que ir al infierno en el futuro”. Bueno, voy a dejar eso por el momento, y sólo voy a preguntarte lo siguiente: ¿Has sido salvado de tu orgullo? ¿Has sido salvado de tus deseos carnales? ¿Has sido salvado de tu viejo hombre, de tu esclavitud al pecado, de tu amor al mundo, de tus inseguridades abrumadoras, de tu egoísmo, de tu falta de amor verdadero, de tu mente carnal, de tus muchas dudas, de tus bromas necias, de tus palabras manipuladoras, de tu ceguera espiritual, de tu vacío y descontento, de tu ira e irritación? ¿Has sido salvado de vivir aquí como una criatura de este mundo? ¿Has sido salvado de las pasiones terrenales, de los deseos terrenales, de las metas terrenales? ¿Has sido salvado de desear cosas vergonzosas, o de perseguirlas cuando nadie mira.  En otras palabras, ¿sigues siendo una babosa?

De ninguna manera estoy cuestionando si realmente has sentido el amor de Dios, el poder despertador de Dios, el llamado de Dios para salir de la oscuridad de Egipto. No tengo ninguna duda de que sí. Dios ciertamente visitó Egipto, se les apareció, los despertó, los llamó y les abrió la puerta. Pero Él no apareció en Egipto para permanecer allí, ni para establecer Su iglesia allí. No. Él apareció en Egipto para manifestar Su poder, Su presencia y Sus juicios contra esa CONDICIÓN de esclavitud y muerte, y para llamar a un pueblo a salir de ella. De la misma manera, Él se nos aparece en nuestra condición caída, nos toca, nos llama, nos hace sentir algo de Su misericordia y Sus juicios, pero todo con el propósito de llamarnos a SALIR de esa condición, cambiar esa condición, transformarnos por Su poder en algo completamente diferente. No de una manera invisible e indiscernible... donde decimos que tenemos una nueva “posición” con Dios, pero nuestro corazón sigue siendo igual. No, el cambio de una babosa a un hombre es una experiencia muy real y discernible.

Repito, el evangelio no son palabras, el evangelio es poder. Y el poder del evangelio no es un poder para llamarnos algo que no somos. Estos son grandes malentendidos (o engaños) en la iglesia de hoy. Y lo que estoy tratando de decirles es que, entre nosotros hay muchos que han visto algo de Su aparición, han escuchado Su llamado, pero no han experimentado el poder de Dios que crea todas las cosas nuevas en Cristo Jesús. Muchos hablan, predican y cantan acerca de las bendiciones de una tierra celestial, pero ni siquiera han comenzado a dejar atrás la tierra de Egipto—quiero decir, dejar atrás la vida carnal, el primer nacimiento, el hombre natural. No saben nada de la cruz diaria que crucifica el mundo para nosotros, y a nosotros para el mundo. No han dejado atrás esa naturaleza oscura, muerta, esclavizada y contraria a Dios, y sin embargo se consideran a salvo y seguros sólo porque han sentido la bondad del Señor visitándolos en Egipto y llamándolos a salir. 

No dudo de que el Señor ha aparecido, en alguna medida, en los corazones de todos ustedes. Se les ha aparecido de una manera u otra. A veces esto comienza como una profunda convicción de pecado y maldad. A veces es una especie de visión espiritual o una certeza respecto a las cosas espirituales. A veces la Biblia de repente cobra vida, y las palabras penetran nuestros corazones de una manera que nunca hemos experimentado. Estas son experiencias reales. Son buenas, y son necesarias, pero con frecuencia son las manifestaciones de Dios a un pueblo que todavía vive en Egipto; quiero decir, todavía vive en la carne, en el primer nacimiento, en la naturaleza caída, en la vanidad de sus propios pensamientos, en la mente carnal que es enemistad con Dios. Son las manifestaciones de Dios en misericordia y juicio para llamarnos a SALIR de lo que somos, y de donde estamos. 

Pero cuando sentimos estas cosas y no le seguimos en realidad; cuando somos visitados y convencidos pero aún permanecemos en Egipto, esto se convierte en un enorme problema. Tal vez podríamos incluso decir que esto se convierte en la raíz de TODOS los problemas en la iglesia de hoy. ¿Por qué? Porque la carne (o el primer nacimiento) continua ocupando el trono, aunque las mentes hayan sido convencidas, y los cuerpos hayan sido tocados por Dios. Las creencias han cambiado, pero la naturaleza no. Dicen que han salido de Egipto, pero Egipto sigue reinando en sus corazones y pensamientos. Los apetitos, deseos, perspectivas y tesoros egipcios siguen gobernando sus pasos. Se aferran a sus ideas carnales sobre Dios—sobre quién es, qué quiere, qué significa seguirle y servirle. Tal vez hayan sentido verdaderas convicciones, vislumbres y llamados a salir de Egipto, pero ellos continúan reuniéndose en el hombre equivocado, en la tierra equivocada, hablando, cantando y discutiendo acerca de un reino que no han experimentado. 

Así que, mi pregunta para ti es si has dejado atrás la carne? El primer hombre. O como lo dije antes, si conoces la “operación de Su poder” o el “poder del evangelio” restaurándote a lo que el hombre fue al principio. ¿Ha cambiado el evangelio tu corazón, ha limpiado tu alma, te ha dado un nuevo Espíritu con nuevos deseos, nuevo entendimiento, una nueva voluntad, con amor celestial, bondad y sabiduría, restaurando la imagen y semejanza de Dios en ti a lo que eran en el principio? No tengo ni idea, ni deseo discutir con nadie sobre si será salvado o no del infierno cuando su cuerpo muera. Pero voy a decirte lo siguiente: Dios está deseando salvarte AHORA MISMO de todo lo que hay en ti que es contrario a Su naturaleza y propósito. De hecho, quiero decirte muy claramente que la salvación no es un evento futuro, sino más bien un poder muy presente y activo. Es el poder de la vida de Jesucristo que debe obrar AHORA en el corazón del hombre para “deshacer las obras del diablo”, para “perfeccionar la santidad en el temor de Dios”, para “santificarte por completo en cuerpo, alma y espíritu”, para “hacerte conforme a la imagen del Hijo”, para “transformarte en la misma imagen de gloria en gloria”, etc. Tú sabes que todas estas cosas están declaradas en las Escrituras, y que los apóstoles no estaban escribiendo estas cosas a personas muertas, sino a personas que todavía estaban viviendo en este mundo. 

Permítame hacer esta pregunta, a cualquiera que considere que la salvación es un evento futuro: ¿Por qué estás tan seguro de que Dios te salvará en el futuro si te niegas a ser salvado ahora del pecado, del orgullo, de la concupiscencia, etc.? Quiero decir, ¿por qué crees que te salvará Dios en la próxima vida, si no dejas que te salve en ésta?

Y mientras estoy en este tema, quiero pedirte que hagas una pausa por un momento y consideres conmigo el hecho de que ESTA ÚNICA COSA es la razón por la que fuiste creado, y te fue dada un alma inmortal. Esta es la única razón por la que se te ha dado tiempo y lugar en un cuerpo de carne. Por supuesto, sabes que no eres un cuerpo que tiene un alma. No! Eres un alma, un ser espiritual, que por un tiempo muy corto tiene un cuerpo exterior, biológico, de carne y sangre. Como nos dice Pablo, este cuerpo corruptible de carne y sangre no puede heredar el reino de Dios. No obstante, tu cuerpo te proporciona TIEMPO Y LUGAR para “ocuparte en tu salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en ti produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.” (Fil 2:12-13)

Lo mejor que puedes hacer con el tiempo es “redimir el tiempo, porque los días son malos”. (Gal 5:16) El tiempo no es tuyo, para que hagas con él lo que quieras. No te fue dado para que lo malgastes en los placeres pasajeros del hombre exterior. ¡Qué terrible desperdicio de tiempo precioso, gastar el tiempo tratando de satisfacer los placeres pecaminosos de una tienda carnal que pronto será enterrada a 2 metros bajo tierra! Qué terrible tragedia desperdiciar un don tan precioso, y quedar como las vírgenes que durmieron sin aceite en sus lámparas; o como el hombre con un talento que dijo: “‘Fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo’. Pero respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos.”

Pablo nos dice por qué se nos dio tiempo y lugar. “Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos.” Se nos ha dado tiempo y lugar para buscar, palpar, y hallar al Señor. Para eso existe el tiempo. Para eso estás aquí. Y si haces esto, si sinceramente, humildemente vives así, comenzarás a encontrar —NO sólo palabras verdaderas, NO una nueva posición o estatus, NO sólo un nuevo conjunto de doctrinas y creencias—sino una LUZ que te muestra lo que eres, y un PODER que busca salvarte de ello.